Paraguay

           

La esperada caída del Partido Colorado

¡Por fin!

 

El domingo 20 de abril los paraguayos concurrieron en masa a las urnas con la expectativa a flor de piel, decididos a dar un vuelco al rumbo político del país. Era el inicio de una jornada electoral memorable, que marcaría el fin de 61 años de hegemonía del Partido Colorado y el triunfo electoral de un obispo rebelde de la iglesia católica, Fernando Lugo, quien en el lapso de un año y medio pasó de dar sermones en el púlpito de una iglesia a ser electo Presidente constitucional de la República del Paraguay.

 

En los días previos al 20 de abril, la expectativa ciudadana se centraba únicamente en las elecciones presidenciales. En los ómnibus, en las tiendas, los restaurantes o en la misma calle, el tema de conversación era recurrente: ¿quién ganará las elecciones? Las preferencias se inclinaban hacia los dos principales candidatos: Fernando Lugo, de la Alianza Patriótica para el Cambio, y Blanca Ovelar de Duarte, del Partido Colorado. Las caldeadas campañas electorales de los partidos políticos en pugna, durante las semanas previas a las elecciones, denotaban que la puja por los votos sería muy dura.

 

Las encuestas daban ventaja a Lugo, pero la duda sobre una victoria opositora se mantenía a pesar de eso, pues los paraguayos conocen sobremanera la gran capacidad de los colorados para revertir resultados adversos en las urnas, mediante el manejo discrecional de la gran maquinaria estatal, siempre a disposición para el fraude electoral en momentos en que las papas queman para ellos.

 

Como presagiando la inminente caída del Partido Colorado, el propio presidente de la República Nicanor Duarte Frutos, presa de la desesperación, se encargó -días antes de la contienda electoral- de lanzar rumores sobre la presencia de supuestos guerrilleros colombianos, ecuatorianos y venezolanos, y de perseguir a extranjeros de paso por el país, buscando despertar el temor y la duda ciudadana. Pero nada de esto logró enturbiar el festivo ambiente electoral del domingo 20.

El sol brillaba y empezaba a calentar una jornada electoral que quedará inscrita a fuego en las páginas de la historia política del país

 

Ese día amaneció resplandeciente. El sol brillaba y empezaba a calentar una jornada electoral que quedará inscrita a fuego en las páginas de la historia política del país.

 

Los colegios electorales se abrieron puntualmente a las 7 de la mañana. Como un hecho insólito, los electores no esperaron hasta el mediodía o después para concurrir a votar. Desde tempranas horas las imágenes de televisión mostraban las largas filas de sufragantes ante las mesas de votación.

Pero votar resultó engorroso, complicado, largo… presentar la cédula de identidad, buscar los nombres en el padrón, marcar las papeletas en el cuatro secreto, introducir el dedo en la tinta indeleble (para evitar las votaciones dobles, conocidas como “calesitas”) y dejar impregnada la huella digital en un papel (como prueba de que el voto era del consignado y no de otro). La excesiva cantidad de pasos parecía calculada para hacer desertar hasta al más imperturbable de los ciudadanos, pero no fue así, a pesar de todo, los sufragantes permanecieron estoicos a la espera de cumplir con su deber.

 

Dueño de una férrea disciplina adquirida durante sus años de sacerdote, el ex obispo Fernando Lugo -aspirante por la Alianza Patriota para el Cambio, que aglutina a nueve partidos políticos y movimientos sociales-, despertó a las 5 de la mañana, a tomar mate. Fue el primero de los candidatos en votar. Un poco antes de la 7 de la mañana salió de su casa -enfundado en una guayabera blanca y calzando sus tradicionales sandalias franciscanas-, para dirigirse a la escuela electoral de su barrio a depositar su voto.

 

Detrás iba un ejército de periodistas nacionales y corresponsales extranjeros. Nunca antes en la historia paraguaya un candidato había llamado tanto la atención de la prensa, sobre todo, de la internacional. Tras votar, Lugo fue a misa y luego retorno a su casa, para refugiarse tras sus altas murallas.

Al mediar la mañana, las radios comenzaron a difundir los primeros porcentajes de las encuestas a boca de urna, aunque sin nombrar a qué candidato correspondía cada número. Uno iba tomando claramente la delantera

 

Pertrechados con sus cámaras, los corresponsales aguardaron frente al domicilio del ex religioso durante todo el día, bajo el sol que se volvía intenso, a que éste diera una señal. Unos corresponsales italianos comentaron a un diario local que estas elecciones paraguayas llamaron la atención de la prensa romana sólo por ser Lugo un “obispo rebelde” de la iglesia católica. De lo contrario, hubieran pasado desapercibidas para ellos.

 

Por su parte, la candidata oficialista, Blanca Ovelar de Duarte, se mostró poco durante toda la jornada comicial. Tras depositar su voto, a las 8:30 horas, en la escuela pública Prócer Vicente Ignacio Iturbe, retornó a su casa, de la que sólo salió a la tarde para dirigirse al local del Partido Colorado, en el centro de Asunción.

 

Al mediar la mañana, las radios comenzaron a transmitir los primeros porcentajes de las preferencias electorales tomadas a boca de urna, aunque sin nombrar a qué candidato correspondía cada número. Los datos se sucedían, las distancias entre uno y otro porcentaje se agrandaban y luego volvían a estrecharse, para volver a distanciarse después. Uno de esos candidatos, anónimo en ese momento, iba alejándose del otro y parecía que la suerte ya estaba echada, pero nadie sabía para quién (excepto las empresas encuestadoras, por supuesto).

 

A esas alturas el ambiente electoral ya estaba dominado por las especulaciones, los cálculos, las presunciones sobre quién sería el próximo Presidente de la República, aunque ningún dato era certero.

 

Las horas transcurrían, y al promediar la tarde los dirigentes colorados ya no podían disimular su desesperación. El miedo que demostraban hacía presumir que tenían serias dudas de la posible victoria de Ovelar de Duarte, aunque el hecho de que por fin, tras 61 años, los colorados serían sacados del poder por las urnas todavía parecía una utopía.

La gente en sus casas prefería aguardar, cautelosa, sin triunfalismo de ningún tipo, los resultados oficiales de boca de urna.

Con la caída de este añejo gigante, el país estaba dejando atrás 61 años de sometimiento, opresión, corrupción, tiranía, exilio, torturas, desapariciones y desesperanza. ¡¡¡Era increíble!!!

 

Los operadores colorados buscaron la forma de empañar la jornada electoral, pero la oportuna intervención y el férreo control que impusieron los observadores de la Organización de Estados Americanos (OEA), dirigidos por la ex canciller colombiana, Emma Mejía, y los propios apoderados electorales de los partidos de oposición, cerraron el cerco en torno a los oficialistas. Esta vez no dieron resultado para ellos el voto de los muertos que aún figuran en el padrón electoral, ni la oferta de compra de cédulas de identidad para evitar el sufragio, ni otras artimañas puestas habitualmente en práctica y adquiridas tras tantos años en el poder.

 

A las 16 horas se cerraron los colegios electorales y la suerte ya estaba echada. Todos esperaban frente a los televisores y las radios a que fueran las 17, hora indicada para dar a conocer los resultados de boca de urna. La expectativa subía a cada minuto. ¿Será que es posible la caída del Partido Colorado?, se preguntaba todo el mundo a cada instante. Muchos se mostraban escépticos aún, otros aguardaban esperanzados.

 

Y las 17 llegó y los resultados de boca de urna daban como ganador al ex obispo Fernando Lugo con un 43 por ciento de los votos frente a su inmediata seguidora, Blanca Ovelar, con el 37 por ciento.

 

Los gritos contenidos durante 61 años estallaron, por fin, en las gargantas de los paraguayos. La alegría contenida empezaba a hacerse más y más patente. Nadie podía creer que el Partido Colorado había sido al fin derrotado en las urnas. Con la caída de este añejo gigante, el país estaba dejando atrás 61 años de sometimientos, opresión, corrupción, tiranía, exilio, torturas, desapariciones y desesperanza. ¡¡¡Era increíble!!!

 

La ilusión crecía, mientras Lugo aparecía por primera vez en la televisión a pedir prudencia, hasta tanto se dieran a conocer los resultados del escrutinio rápido del Tribunal Superior de Justicia Electoral (TSJE).

 

Los votos se contaban frente a las cámaras de televisión y las diferencias a favor del triunfador empezaban a ser notorias, incluso más de lo que habían anunciado las bocas de urna.

 

Y la mesurada alegría se hizo incontenible. La gente empezó a salir a las calles, gritando a todo pulmón: ¡¡¡Se va Nicanor!!!, en referencia al tan desprestigiado y arrogante presidente saliente, Nicanor Duarte Frutos.

El próximo 15 de agosto, por primera vez en toda la historia paraguaya, el traspaso de poder de un partido a otro se hará sin derramamiento de sangre y gracias al soberano mandato de las urnas

 

Mientras los resultados se afianzaban a favor de Lugo, la candidata colorada Blanca Ovelar se vio obligada a reconocer su derrota ante las cámaras de televisión. Antes de ella, acataron los resultados de las urnas los otros aspirantes a la Presidencia. El primero en dar la cara fue el ex empresario Pedro Fadul, quien compareció ante los medios de prensa para felicitar públicamente a Lugo por la victoria. Luego hizo lo mismo el ex general sedicioso Lino César Oviedo. Y, finalmente, el propio Nicanor Duarte Frutos, que cerca de las 22 horas se presentó en la sala de prensa de Mburuvicha Róga (Casa del líder, residencia presidencial), y con rostro adusto y un discurso comedido, reconoció a regañadientes la victoria opositora.

 

Pero el pueblo no había esperado el discurso del actual mandatario para salir a las calles a celebrar. Por esas horas, las banderas multicolores y los cantos de alegría ya llenaban la mítica calle Palma, en el microcentro de Asunción, frente al Panteón de los Héroes, dándole un broche de oro memorable a una jornada electoral histórica e inolvidable para todos los paraguayos.

 

Los resultados finales de los comicios serán dados a conocer por el Tribunal Superior de Justicia Electoral el 20 de mayo.

 

El 15 de agosto de 2008, día de Nuestra Señora de la Asunción, el ex monseñor Fernando Lugo asumirá la Presidencia de la República del Paraguay. Será la primera vez en toda la historia paraguaya, que el traspaso de poder de un partido a otro se hará sin derramamiento de sangre y gracias al soberano mandato de las urnas. Esta es la victoria indiscutible de la democracia y la de todo el pueblo paraguayo.

 

 

En Asunción,  Rosalía Ciciolli

Rel-UITA

28 de abril de 2008

Rosalía Ciciolli

 

 

 

Foto gentileza Diario Última Hora, Asunción

 

 

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