“Toda 
                    persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser 
                    gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción 
                    elemental y fundamental”, reconoce la Declaración Universal 
                    de Derecho Humanos del 1948. Sin embargo, medio siglo 
                    después, el planeta no ha conseguido que la educación 
                    primaria sea universal.
                     
                    
                    Más de 120 
                    millones de niños en todo el mundo, según datos de Unicef, 
                    no van a la escuela, otros 150 millones de niño dejan la 
                    escuela antes de haber aprendido leer y escribir y aún 
                    existen más de 870 millones de personas analfabetas. La 
                    educación es una responsabilidad de los gobiernos y 
                    administraciones mundiales, ya que es un instrumento 
                    fundamental para el desarrollo de las comunidades.
                     
                    
                    La falta 
                    de educación y el analfabetismo limitan las posibilidades y 
                    la propia realización de las personas. Una persona que no 
                    sabe leer ni escribir tendrá problemas para encontrar un 
                    trabajo, para mejorar sus aptitudes y desarrollarlas. Así, 
                    la falta de educación es uno de los elementos que hacen que 
                    las comunidades se estanquen en la pobreza.
                     
                    
                    La 
                    formación de la población lleva consigo el crecimiento 
                    económico y la distribución de la riqueza, permite la 
                    participación de las personas en la vida pública y poder 
                    defender sus derechos, ayuda a controlar la natalidad y a 
                    mejorar la salud.
                     
                    
                    La mejora 
                    en la educación y en la salud son dos de los objetivos más 
                    importantes a conseguir por los países empobrecidos del Sur 
                    para poder escapar de la pobreza. El grado de bienestar de 
                    las poblaciones de estos países depende de los niveles de 
                    educación y salud. La educación, está comprobado, mejora la 
                    higiene y promueve el uso de los servicios sanitarios. Con 
                    ello, se consigue reducir el número de enfermedades 
                    infeccionas, se mejora la dieta de los menores y desciende 
                    la mortalidad infantil.
                     
                    
                    Se hace 
                    difícil pensar que la educación primaria no sea aún 
                    universal. Sin embargo, las razones son muy variadas. Hay 
                    muchas familias que no se pueden permitir el coste de la 
                    educación de sus hijos, pues supone que dejen de ayudar en 
                    casa, en el campo o dejen su puesto de trabajo. La situación 
                    de pobreza extrema que sufren algunas familias supone que 
                    todos los miembros familiares aporten dinero para poder 
                    subsistir.
                     
                    
                    Las 
                    guerras y la inestabilidad de algunos países tienen un coste 
                    incalculable en la educación. Por un lado, un coste directo 
                    por el número de niños que mueren y por aquellos que son 
                    reclutados como soldados cuando aún son menores. A ello, hay 
                    que sumar lo que se deja de invertir en educación para 
                    aumentar los presupuestos militares.
                     
                    
                    Las ayudas 
                    internacionales para la educación han sufrido también en los 
                    últimos años una reducción. Además, se calcula que menos del 
                    2% de la ayuda a los países empobrecidos del Sur se destina 
                    a la educación primaria. La mayoría de los países receptores 
                    de ayudas internacionales destinan más fondos a pagar la 
                    deuda externa acumulada que a la educación. Organismos 
                    internacionales denuncian que si los países africanos más 
                    endeudaos hubieran invertido esos pagos en programas de 
                    reducción de la pobreza, 90 millones de niños podrían ir a 
                    la escuela. Al ritmo actual de desarrollo, el África 
                    subsahariana no conseguirá escolarizar a todos los niños 
                    hasta bien entrado el siglo XXII.
                     
                    
                    A pesar de 
                    todo, la ONU quiere ser optimista y explica que durante los 
                    últimos 50 años los países en vías de desarrollo han 
                    conseguido avances en educación que los países del Norte 
                    tardaron más de 200 años en conseguir. Con un mayor esfuerzo 
                    y compromiso de los gobiernos se podría alcanzar el Segundo 
                    Objetivo del Milenio, la educación primaria universal.
                    
                     
                    
                    Con 8.000 
                    millones de dólares adicionales al año para la educación, 
                    cantidad equivalente al gasto militar mundial de cuatro 
                    días, se conseguiría el objetivo en tan sólo diez años. El 
                    mundo tendrá que esforzarse al máximo para alcanzar los 
                    compromisos del Milenio para garantizar un mañana mejor.
                    
                    
                     
                    
                    
                    
                    Ana Muñoz