El precio del café

Para que el café llegue a nuestras mesas hace falta comprar la semilla, tener una tierra en la que sembrarla, gozar de una infraestructura de regadío y recolección y cuidarla de seis a diez meses en jornadas laborales de extrema dureza para que el fruto alcance su madurez. Cuando está maduro, los agricultores tienen que vendérselo a una gran empresa para que lo distribuya. Después de todo este trabajo, los agricultores sólo reciben el 5% del precio final del café que llega a nuestros hogares.

 

El mercado mundial del café está saturado, se produce mucho más del que se consume. La cuota que reciben los productores ha ido descendiendo cada año como la soga que se aprieta poco a poco hasta que ahoga. El precio del café se desplomó un 77% entre 1997 y 2001 llegando al nivel más bajo en 30 años. Muchos agricultores tienen que aceptar menos de lo que les ha costado cultivarlo, mientras que las empresas transnacionales obtienen beneficios sin precedentes. Esta es una de las principales denuncias del informe "La crisis enterrada" de Intermón Oxfam.

En Centroamérica, donde gran parte de los agricultores dependen del café, en 2002 el empleo fijo cayó un 54% y el temporal más del 21%. En Guatemala, 5.000 familias dependen de donaciones de alimentos para no morirse de hambre. En Camerún, Costa de Marfil y Tanzania muchos productores se han visto obligados a abandonar la producción de café. Mientras que Vietnam, que nunca había cultivado ese producto, se ha puesto a la cabeza por el interés de las multinacionales. Los organismos oficiales ignoran el problema, dando la espalda a 25 millones de familias campesinas sumidas en la pobreza. Para ellos su único medio de subsistencia se ha convertido en la losa que los empuja a la pobreza.

Las compañías tostadoras y distribuidoras compran cada vez más barato, pero mantienen sus precios de venta al consumidor. Kraft, Nestlé, Sara Lee y Procter&Gamble controlan el 40% del negocio mundial del café. El margen de beneficios de Nestlé supera el 20%, mientras en Dak Lak (Vietnam) el precio que reciben los productores apenas cubre el 60% del coste de producción.

¿Por qué sucede esto si el mejor café y la mano de obra más barata se encuentra en estos países? Porque los agricultores sufren una situación de desigualdad en la negociación del precio de los productos, ya que el comercio es libre sólo para algunos. La liberalización incondicional ha dejado indefensos a los más débiles, poniendo en riesgo su alimentación y el futuro de sus hijos.

El liberalismo entra en contradicción cuando cae en el "haz lo que digo, no lo que hago", como un mal padre que no predica con el ejemplo. Mientras los países desarrollados mantienen impresionantes barreras comerciales, cuatro veces más altas que las aplicadas a otros países desarrollados, los países empobrecidos son obligados por la OMC, el FMI y el Banco Mundial a abrir sus mercados. Esto les cierra la oportunidad de competir y les obliga a vender más barato en otros países empobrecidos, lo que hunde aún más los precios internacionales.

Además, las grandes empresas agroalimentarias reciben ayudas de sus gobiernos que les permiten inundar los mercados internacionales con exportaciones a precios por debajo del coste de producción. EEUU, la Unión Europea, Japón, Canadá y otros países ricos destinan más de 200.000 millones de euros anuales a subvencionar a sus agricultores y empresas agrarias. Es lo que se conoce como dúmping, una competencia desleal que hunde los precios llevando a la ruina a millones de productores en todo el mundo en desarrollo.

La VI Conferencia Ministerial de la OMC se celebra en Hong Kong en este mes de diciembre. En ella se marcarán las reglas del juego en el comercio agrario para los próximos 15 años. Es la última oportunidad que tienen Estados Unidos, la Unión Europea, Canadá, Japón y otros países ricos para establecer unas reglas comerciales justas y desbloquear el desarrollo de los países pobres.

Es el momento de pasar a la acción. Es necesario que las empresas tostadoras garanticen que los productores reciban un precio digno por el café y que incrementen sus ventas de café de Comercio Justo. Los países productores y consumidores tienen que acordar esquemas de gestión de la oferta que ayuden a reequilibrar los precios para que el café valga igual para todos y que la riqueza no siga siendo el monopolio de unos pocos.

 

Fran Araújo

CCS España

13 de diciembre del 2004

 

 

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