Estados Unidos

 

Lo mismo pero peor

La propuesta migratoria de Bush

 

Durante su gira por los estados de Arizona y Tejas, a fines del mes de noviembre, George W. Bush insistió en su propuesta migratoria -aún no formalizada en el Congreso- basada en los siguientes puntos:

 

1) establecer un nuevo programa de braceros;

 

2) rechazar la legalización, y

 

3) sellar la frontera con México.

 

El programa de braceros, o de "trabajadores huéspedes", incluiría un permiso laboral de hasta tres años, renovable una vez. Después de dicho periodo, el trabajador deberá regresar a su país, sin posibilidad de obtener la residencia.

 

La iniciativa de Bush no es nueva, pues ya había esbozado algo similar hace casi dos años. Lo novedoso es que ahora la presenta con intención de que llegue al Congreso, donde ya existen propuestas de reforma a la ley de migración. Algunos críticos aseguran que Bush está usando la emigración para distraer la atención del público sobre su desastroso plan de guerra en Irak, los escándalos políticos de algunos de sus funcionarios, las acusaciones de tortura y secuestros de sospechosos de terrorismo -incluso en Europa-, el déficit comercial y los recortes presupuestarios a programas sociales.

 

Aunque ésta sea la verdadera razón de la iniciativa, lo cierto es que el debate sobre el espinoso tema de la emigración dominará el escenario político del próximo año, y con elecciones al Congreso de por medio. Los sectores más conservadores del partido Republicano aplauden esta iniciativa, que hace importantes concesiones a la industria agrícola y de servicios al permitir la entrada de trabajadores temporales, promete militarizar la frontera sur y niega la posibilidad de que millones de indocumentados obtengan su residencia legal.

 

"No es realista; ¿qué harán los casi once millones de indocumentados? -se pregunta Leonel Flores, activista de los derechos de los inmigrantes de Fresno-. Pero incluso en el caso de que se apruebe, sería algo temporal puesto que puede haber cambios políticos en el país y, tarde o temprano, Washington deberá afrontar la situación de los indocumentados." Cambios en los que los inmigrantes deberían influir.

 

Para ello, Flores enfatiza la necesidad de establecer un programa común entre las organizaciones y activistas de los derechos de los inmigrantes para ejercer presión sobre el Congreso. "Si queremos que se nos escuche, debemos actuar en forma unificada." Según explica, aunque dicho programa existe, no se aplica: "Llevo varios años en esto y siempre ocurre lo mismo: nos reunimos y no concretamos. Planeamos otra reunión donde empezaremos de cero otra vez".

 

Flores dice que si bien respeta a los activistas que reciben salarios de organizaciones, "muchos de ellos están más preocupados en mantener sus empleos que en hacer algo". Y agrega que aunque hablan del asunto y realizan buenos análisis, no actúan. "No comprenden totalmente la realidad del inmigrantes, ni se diga de los indocumentados, no están totalmente identificados con el movimiento". Y relata como dos organizaciones, recientemente, no pudieron unirse debido a una diferencia insignificante: qué término usar, "amnistía" o "legalización". Hay celos y competencias entre estas organizaciones, protagonismos que afectan la causa que dicen defender, comenta Flores.

 

"Pienso que el movimiento debería estar liderado por los inmigrantes", insistió. Pero reconoce que éstos no tienen voz ni siquiera en muchas organizaciones, que considera "burocratizadas". "Estamos cansados de pedir, esperando que nos den lo que quieran y quedarnos callados."

 

Leoncio Vásquez, representante del Frente Indígena de Organizaciones Binacionales (FIOB), con sede en Fresno, también insiste en definir el lenguaje, y no por caprichos semánticos. "A veces el mensaje es confuso" cuando se busca convocar a la gente para que se exprese. "Es cada vez más difícil movilizar, pero no creo que sea apatía". Vásquez también insiste en que cualquier propuesta seria de reforma a la ley de migración deberá contemplar la legalización de millones de indocumentados.

 

La iniciativa de Bush parece ignorar a este sector crucial de la economía de Estados Unidos, que realiza trabajos despreciados por los nativos y a un salario que sólo los mantiene en el nivel de pobreza. Son salarios limitados a asegurar sus energías básicas para que sigan trabajando y sin quejarse mucho, en parte por los temores propios del estatus de indocumentados. Y todo ello con la bendición de los "conservadores compasivos", como se definió Bush.

 

"Tenemos que unirnos, hacer que se oiga nuestra voz", finalizó Flores. No parece tarea fácil, especialmente si quienes se supone que deberían ayudar, parecen afónicos.

 

Eduardo Stanley
New America Media / Tomado de
La Insignia

6 de diciembre de 2005
 

 

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