San Valentín y las flores colombianas

En nuestra anterior entrega comentábamos el caso del ingeniero estadounidense que logró reproducir en laboratorio, para luego venderla, el agua de la gruta de Masabielle, también conocida como gruta de Lourdes. No es el primero ni único caso en el que aquellos que manejan el mercado utilizan las creencias religiosas para sus negocios, alcanza con recordar el contenido comercial que se le impone a la Navidad o el Día de Reyes. Febrero es el mes donde se conmemoran dos creencias religiosas que también se convirtieron en herramientas de marketing. En este caso, el milagro consiste en que todavía no han llegado a nuestro país.

 

San Blas

 

El 3 de febrero es el día de San Blas, patrón de las enfermedades de la garganta y de los laringólogos. Era obispo de Sebaste, Armenia (al sur de Rusia) y en año 316 le cortaron la cabeza por seguir las enseñanzas de Jesucristo. Antes de su muerte realizó lo que se considera un milagro: una mujer se le acercó con su pequeño hijo que se estaba ahogando con una espina atravesada en la garganta, el obispo colocó su mano sobre la cabeza del niño, oró, y la espina desapareció.

 

Hoy, en pleno siglo XXI, en Siete Aguas (Valencia, España) cada 3 de febrero los niños y niñas de más de nueve años fuman el primer cigarrillo de su vida luego de la misa del mediodía. Trasladan una imagen del santo hasta una ermita donde el párroco unge con aceite sus gargantas con la finalidad de que San Blas los proteja. Las transnacionales del tabaco son capaces de asegurar que este método es más efectivo que el “San Blas, que este niño no se atore más”, de nuestras abuelas.

 

San Valentín

 

Valentino era un sacerdote que ejercía en Roma en el siglo III, donde por entonces gobernaba el emperador Claudio II. Valentino y Claudio no se llevaban bien. Mientras el primero insistía en casar a las parejas de enamorados, el segundo estaba en contra del matrimonio, pues aseguraba que los jóvenes solteros eran mejores soldados. A Valentino lo ejecutaron un 14 de febrero del año 270, pero la tradición sostiene que antes le devolvió la vista a una hija de Asterius, su carcelero. Celebrar ese día como el de San Valentín, fue una decisión del Papa Gelasio en el año 496.

 

En la Edad Media, comenzó en Gran Bretaña la costumbre de intercambiar regalos y cartas de amor el 14 de febrero, los estadounidenses adoptaron esa costumbre a principios del siglo XVIII y en 1840, una mujer emprendedora, Esther Howland, comenzó a vender las primeras tarjetas postales de San Valentín, a partir de ahí el Día de los Enamorados se convirtió en un brillante negocio.

 

Desde los primeros días de febrero el aeropuerto El Dorado de Bogotá, es el que mayor carga despacha en toda América Latina. Entre 30 y 35 aviones despegan cada día con su carga de flores, frente al promedio de 20 en tiempos normales. El 60 por ciento de las flores tienen como destino a Miami y en menor proporción Europa, donde el Reino Unido es el principal comprador. Pero detrás de las flores y de San Valentín se oculta mucho trabajo explotado y mucho sufrimiento.

 

En el invierno norteño una flor se paga 12 centavos de dólar, precio que en San Valentín trepa a 80 centavos. Las rosas -los estadounidenses las prefieren rojas- y los claveles deben estar listos para cortar el 31 de enero para permitir clasificarlas y empacarlas de modo que lleguen a Estados Unidos el 10 de febrero, con tiempo suficiente para ser repartidas. En la zafra de este año los productores colombianos esperan exportar un millón de cajas de flores de 17 kilos cada una, lo que equivale al 10 por ciento de lo que se vende al año pero, debido a su mayor precio, representan el 40 por ciento de las ventas anuales. Los productores de Ecuador, entre ellos un buen número de colombianos que trasladaron su producción a ese país debido a que los salarios son más bajos y no existe la amenaza de sindicatos, esperan vender en estos días 543 mil cajas.

 

Uno de los problemas de los productores colombianos es que en la Sabana de Bogotá (donde se encuentra la mayoría de las plantaciones) las heladas son características del mes de enero. Los trabajadores permanecen toda la noche dentro de los invernaderos y si la temperatura llega a cero grados centígrados, deben encender hogueras para calentar el cultivo. Luego llega la época del corte y el número de trabajadores y trabajadoras, que normalmente es de 15 por hectárea, trepa a 20 o 25.

 

En la época de San Valentín más de 80.000 personas, la mayoría mujeres, trabajan en las plantaciones de Bogotá y Antioquia. Con bajos salarios, las condiciones de trabajo son penosas, especialmente por su exposición a los agrotóxicos y el acoso sexual a las trabajadoras. Venderle a los adoradores de San Valentín es complicado: hay que cortar las flores, ponerlas en recipientes con una solución hidratante y luego clasificarlas según el tamaño de los tallos -al igual que lo que sucede con la ropa existen tres tallas diferentes-, a cada una se le coloca un gorro o malla para protegerla, luego se empacan en cajas y pasan a una cámara fría durante una noche, de ahí son transportadas al aeropuerto donde son examinadas con rayos X para verificar que no lleven droga, algo sobre lo cual, que sepamos, San Valentín nunca se pronunció.

 

El negocio depende del año. Cuando como en el presente, San Valentín cae en un fin de semana, la gente prefiere salir a comer o regalar otras cosas y la venta de flores declina. Es que el estar enamorado no está reñido con la comodidad de solicitar por teléfono un ramo de flores colombianas para que le llegue al ser amado. ¿Qué existe detrás de ese ramo de flores?, es algo que no le interesa a los fieles de San Valentín y adoradores del mercado.

 

 

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

14 de febrero de 2004

 

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