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Tiempo de definiciones

 

Inaudito. Desde la derecha pretenden definir cómo debe ser la izquierda. Y para que no quepa duda alguna hasta la clasifican como "moderna" o "trasnochada".

 

La primera, representada por los actuales gobiernos de Chile y Brasil, les es aceptable porque no altera el manejo ortodoxo de la economía. A la segunda, personificada sobre todo por Hugo Chávez, la embarran con todo el repertorio de epítetos populistas. Y desde esa lectura, en un ambiente que comienza caldearse electoralmente en estas tierras ecuatoriales, periodistas y politólogos de la derecha pretenden incluso identificar cuál sería el mejor candidato de la izquierda.


Ante tan grosera pretensión, la izquierda debe entender que no se trata de hacer mejor lo que se ha venido haciendo hasta ahora, como aspiraría la derecha si uno de sus candidatos no gana las elecciones. Debe distinguir entre continuismo y rebeldía. No puede contentarse con enunciados conformistas y tampoco irrealistas. Está obligada a hacer propuestas concretas para un cambio radical. Hoy, esto significa rechazar el TLC, impidiendo su firma o, en el caso de que se lo imponga sin una consulta popular, imposibilitando su cumplimiento. En el campo petrolero, la caducidad del contrato de la Oxy (por razones jurídicas) es tan necesaria como la renegociación de todos los contratos petroleros. Frente a la deuda externa se precisan posiciones sustentadas en la legalidad y la legitimidad, para impedir que la deuda siga siendo aquel dogal que norma la política económica. La producción y la generación de empleo deben desterrar a la especulación financiera. Una reforma tributaria con criterios de equidad es indispensable. Construir una estrategia de inserción en el mercado mundial representa sobre todo apoyar la integración regional. Alentar el desarrollo local es otra de las acciones renovadoras. El fortalecimiento de las capacidades financieras y reguladoras del Estado debe ser una tarea prioritaria, tanto como la transformación y consolidación del mercado doméstico. En síntesis, se precisa una nueva modalidad de desarrollo que atienda al ser humano y no las demandas de acumulación del capital, frente a las cuales ha terminado por rendirse la misma democracia.

Ante esta dura realidad, hay que rescatar la democracia para que cumpla con sus funciones distributivas de combate a la concentración de la riqueza tanto como a la exclusión. Se precisa un nuevo contrato social inclusivo y ecológicamente sustentable, a partir del compromiso de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente, como primer paso de un gobierno comprometido con la equidad y la libertad. Desde esta perspectiva interesa la elaboración colectiva de propuestas de gobierno que sirvan para separar a la izquierda del resto de fuerzas políticas insertas en el ancho cauce neoliberal, algunas incluso camufladas como de centro izquierda. Y en este empeño la izquierda deberá demostrar su responsabilidad histórica conformando unitariamente una gran alianza fundamentada en la larga capitalización política e ideológica de las organizaciones sociales y partidistas comprometidas con un nuevo país; organizaciones que de la sola protesta deben transitar hacia la propuesta, sin dejar de protestar cuantas veces sea necesario.
 

Alberto Acosta
Convenio La Insignia / Rel-UITA

1 de febrero del 2006
 

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