Todo por el pueblo

El no de los franceses y holandeses en los referendos de ratificación del Tratado Constitucional de la Unión Europea expresan una considerable desconfianza hacia la clase dirigente que gobierna la Unión Europea.

El Parlamento holandés hubiera aprobado por amplísima mayoría esa Constitución europea, que los ciudadanos han rechazado con el 60% de votos negativos y una alta participación, y también en Francia

se habría dado esa evidente diferencia entre representantes y representados. Otros países ni siquiera se han propuesto

convocar un referéndum para evitar sorpresas.


La primera conclusión del resultado de los referendos es la evidente separación, el escandaloso distanciamiento, entre ciudadanos y sus representantes. Como ha señalado el analista español, Josep Ramoneda, "los gobernantes europeos no han sabido hacer de puente entre la tecnoburocracia de Bruselas y la ciudadanía, entre otras cosas porque ellos forman parte de la misma".

Una vez más es necesario recordar que los depositarios de la soberanía y del poder político son los ciudadanos, y que los que se suelen ser denominados "políticos" de forma simplista e inadecuada no son ni más ni menos que los representantes de los ciudadanos, no los dueños de la finca.

Ante la victoria de los noes, el Reino Unido ha aplazado el referéndum sobre la Constitu-ción, y su ministro de Exterio-res, Jack Straw, lo ha justificado afirmando que "no sería sensato" poner fecha al referéndum británico con tantas "dudas" pendientes. "Si vamos a un proceso rápido de referendos, tendremos resulta-dos negativos" ha argumentado un portavoz del gobierno francés. Tal vez uno esté equivocado y la obligación de los ciudadanos sea contestar lo que los gobernantes desean y no hacerles saber lo que la mayoría ciudadana quiere, como se suele entender que es la democracia.

El coro de analistas y voceros más o menos próximos a los poderes de Europa se ha rasgado las vestiduras por los noes de Francia y Holanda, pero ¿por ventura un referéndum no es una consulta al pueblo soberano que decide lo que le dé la real gana? El primer ministro británico, Tony Blair, ha considerado que el doble no de franceses y holandeses debe suscitar un profundo debate en toda Europa sobre el futuro del modelo económico y social de Europa. El conservador Partido Popular Europeo (PPE), el mayor de la Eurocámara, apuesta por frenar el proceso de ratificación y abrir un periodo de reflexión. Período de reflexión y debate, sí, pero sin trampas ni exclusiones, ni tergiversaciones o maniobras de distracción por parte del poder político, económico o mediático.

El profesor universitario y escritor holandés, Paul Scheffer, ha puesto el dedo en la llaga al escribir que "el sí significaba poner en marcha demasiadas cosas demasiado deprisa, y con ello se autorizaba un plan que nunca se decidió con procedimientos democráticos". Ésa es la clave, junto con el hecho, como denuncia el propio Scheffer, de que se ha consultado sobre la aceptación de "una constitución de la UE que propiamente no es una constitución, sino una mezcla de tratado multilateral clásico y constitución". Lo que es una cierta trampa, mezclar churras con merinas. Ahora hay que rectificar y "elaborar con luz y taquígrafos una constitución de verdad que entusiasme a la gente", concluye Scheffer. El rechazo a la Constitución de la UE es el comienzo y no el final de la democratización de Europa, un punto de partida para la recuperación del protagonismo de los ciudadanos.

En realidad, los gobernantes europeos al convocar referendos han realizado un ejercicio de vanidad y de prepotencia, "en connivencia con un sistema mediático que ha demostrado una parcialidad increíble" (como ha denunciado la organización Attac-Francia), les ha salido mal. Y es que, cada vez más, quienes ejercen el poder consideran a los ciudadanos como cifras a manipular, no depositarios reales de la legitimidad del poder político a los que deben tener siempre en cuenta y rendir cuentas, que es lo que es la democracia. Al final, tiene razón el humorista español que firma sus cáusticos dibujos como El Roto, quien, en uno de sus sarcasmos, atribuye a alguien con aspecto de tener poder la siguiente orden: "Hay mucha desorientación. Haced encuestas para que las masas sepan lo que deben opinar".

Al final resulta que los valedores del despotismo ilustrado del siglo XVIII, los que defendían la forma de gobernar en la que todo era para el pueblo pero sin el pueblo, eran más honrados. No engañaban a nadie.
 

Xavier Caño
CCS. España

13 de junio de 2005

 

 

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