El Gobierno calcula que pueden ser más, ya que la última 
                    estadística se llevó a cabo en 1998, antes de que Argentina 
                    atravesara su peor crisis económica, a finales de 2001.
                    
                     
                    
                    "Las cifras disponibles no reflejan toda la magnitud del 
                    problema, debido a la invisibilidad de labores, como el 
                    trabajo doméstico, y de formas intolerables, como la 
                    explotación sexual", asegura la directora local de la 
                    Organización Internacional del Trabajo (OIT), Ana Lía 
                    Piñeyrúa, en declaraciones al diario argentino "Clarín".
                    
                     
                    
                    Las tareas que llevan a cabo los menores son diversas e 
                    incluyen entre otras hornear ladrillos, atar verdura en los 
                    mercados de abasto, coser y lustrar zapatos, recoger los 
                    frutos de la tierra, fabricar ropa, limpiar autos y casas, e 
                    incluso revolver la basura en busca de materiales que se 
                    puedan comercializar.
                    
                     
                    
                    "Argentina dejó de ser un país de prevención del trabajo 
                    infantil, porque la pobreza lo convirtió en un país en 
                    riesgo", asegura María del Pilar Rey Méndez, a cargo de la 
                    campaña oficial contra el empleo de niños.
                    
                     
                    
                    El Gobierno argentino y los de los otros tres países 
                    miembros del Mercosur (Brasil, Paraguay y Uruguay) lanzaron 
                    recientemente un plan de concienciación para combatir este 
                    flagelo con el lema "Trabajar es cosa de grandes. No al 
                    trabajo infantil".
                    
                     
                    
                    Además, la administración de Néstor Kirchner anunció que se 
                    enseñarán los derechos laborales en los colegios de 
                    Educación Secundaria y firmó un convenio con la UNICEF para 
                    controlar el uso de fondos para la infancia.
                    
                     
                    
                    Argentina firmó en 1997 su adhesión al Programa 
                    Internacional de Erradicación del Trabajo Infantil, pero aún 
                    no se ha sancionado en el país ninguna ley específica sobre 
                    trabajo infantil.
                    
                     
                    
                    "Conmueve constatar a diario situaciones de explotación de 
                    los menores de 14 años, como venta callejera, limpieza de 
                    parabrisas, comercio ambulante, recolección de frutas o de 
                    algodón en diversas zonas del país", advierte por su parte 
                    la senadora nacional Marcela Lescano, en un proyecto donde 
                    reclama una "campaña de esclarecimiento" sobre el problema 
                    infantil.
                    
                     
                    
                    La legisladora solicita que se ponga en marcha este plan 
                    "con énfasis en las obligaciones que deben tener los 
                    empleadores al momento de ofrecer o contratar empleo".
                    
                     
                    
                    Según la UNICEF, para saber cómo será Argentina en 20 años 
                    "tan sólo hace falta ver las condiciones en las que se 
                    encuentran hoy sus niños, niñas y adolescentes".
                    
                     
                    
                    Los menores que trabajan están más expuestos a morir, a 
                    quedar desnutridos, a sufrir invalidez, a repetir cursos 
                    escolares o a no aprender nunca a leer y ni a escribir, 
                    según la OIT.