Chile

La cruda y dolorosa realidad de los tercerizados en multitiendas

Subcontratación, de la mano con la inestabilidad laboral

La precaria situación laboral de los trabajadores externos que se desempeñan en las grandes casas comerciales abre la discusión sobre los códigos éticos de los empresarios y la necesidad de exigirles una conducta acorde con el proyecto de sociedad que discursean.

 

“Mi horario es de nueve a cinco y media de la tarde, aunque para lograr el sueldo mínimo debo seguir hasta el cierre que es cerca de las once de la noche. Por ejemplo, en Navidad cerraban la tienda a las diez y media, pero teníamos que esperar los camiones para descargarlos y terminábamos pasados las doce, no nos pagaban ese tiempo, o sea, estábamos trabajando gratis. Como Ripley no cancela esas horas extra a la empresa que me tiene contratado, mi jefe tampoco nos paga a nosotros. Los sábados también hay que quedarse porque trabajamos recién cuando se va todo el público. Por mi edad no me van a contratar en otro lado, por eso me tengo que quedar hasta la hora que me digan, no puedo arriesgarme y perder la pega”.

 

Impotencia que da paso a la resignación revelan estas palabras de un trabajador subcontratado que se desempeña en una de las tantas sucursales que la multitienda Ripley -ligada a la familia Calderón- tiene en el país. Hace más de ocho años que diariamente acude a una de las sucursales, pero nunca ha sido contratado por quien en la práctica es su patrón formal. Obviamente, esta persona pide que se respete su anonimato, ya que sabe que si se revela su nombre, la cuestionada ley que permite al patrón despedir al empleado que critique el lugar de trabajo, caerá con todo su peso.

 

“La empresa que me contrató no se hace cargo de la colación, ni tampoco Ripley. Se supone que nos están pagando la previsión, pero yo no he visto la cartola, no sé si estamos al día, y tampoco me ha llegado a la casa, incluso hay muchachos que ganan menos que yo, apenas sacan 60 mil pesos al mes”, agrega el empleado, de una de las compañías líderes en Chile.

 

Esta es la precaria realidad laboral con que deben vivir, en este caso, los cerca de 8 mil empleados de este holding, que se desempeñan todo el día bajo el mando de un jefe de Ripley, pero que están contratados por otra empresa.

 

De segunda clase

 

Según Hugo Rojas, dirigente de la Confederación Nacional de Trabajadores del Comercio, Producción y Servicios (Conatracops) y líder sindical de una de las empresa matrices de Ripley, esta inestabilidad se repite en todas las multitiendas. “A lo mejor en empresas como Ripley, Falabella, o Almacenes Paris sí se preocupan de pagar los salarios, pero el problema no es ese. El tema es que las personas subcontratadas son trabajadores de segunda clase, porque realizan las mismas funciones que los contratados, pero reciben un 30% menos de sueldo y no tienen los beneficios de quienes están sindicalizados, como aguinaldo, bono de colación, de locomoción y otras ventajas del contrato colectivo”.

 

Agregó que otra práctica común de las empresas tercerizadas es despedir en diciembre a los trabajadores y vincularlos nuevamente en febrero, o declararse en quiebra y constituir una sociedad nueva todos los años. El único objetivo de estos procedimientos “es que no exista continuidad del empleo, ya que cuando los despiden no les pagan indemnización porque no tienen un contrato con duración de más de un año”.

 

A juicio de Rojas, las amenazas de despido si se limita el uso de la subcontratación no tiene ningún sustento. “Cuando los empresarios dicen que si desaparece esta figura va a quedar, no es así, porque las compañías requieren a estos trabajadores. Por eso no los eliminan hoy día, entonces, el tema de fondo es abaratar costos”.

 

A pesar de las deplorables condiciones en que se deben desempeñar miles de trabajadores del comercio, la Inspección del Trabajo tiene “las manos atadas”, ya que no existe legislación que controle a quienes “arriendan” empleados. Al respecto, Rojas es concreto: “Esto es tierra de nadie, cualquiera crea una empresa, le cobro a una multitienda 200 mil pesos por trabajador y a ellos les pago el mínimo y empiezo a ganar plata”.

 

Dada la inexistencia de un marco legal, no ha de extrañar que existan conductas que falten a la ética de forma flagrante. “Hoy día existen jefes que tienen empresas de servicio, y que proveen empleados para la misma compañía en que trabajan. Por ejemplo, en Ripley un gerente de informática y un jefe de guardia tienen empresas de subcontratación y proveen de trabajadores a las tiendas. También está el caso de Falabella, donde ellos mismos crearon empresas de servicio, lo que es peor todavía. O sea, crear una empresa pensando de antemano en perjudicar a los trabajadores, eso sí que es truco”, sentenció el dirigente. LN

 

En definitiva, ¿cuál es la discusión de fondo?

 

La realidad de los trabajadores tercerizados da pie para un análisis más profundo de la conducta empresarial. La discusión sobre la precariedad de los subcontratados no se refiere a una promoción del “humanitarismo social o la caridad privada para procurar vedar las llagas, que ella misma ha creado” (en palabras del intelectual francés Jacques Sapir); el fondo es que simplemente guíen el accionar de sus negocios bajo conductas éticas adecuadas, acorde con el proyecto de sociedad.

 

Esta afirmación se sustenta en la opinión política transversal que ha emergido en el último tiempo: disminuir la brecha de desigualdad que existe en el país. En el contexto de la liberalización financiera, es claro que los empresarios no poseen ningún estímulo que les incita a la “lealtad”.

 

Siguiendo a Sapir, estos agentes disponen de una capacidad casi inmediata de “salida” dada la alta liquidación de las acciones en los mercados. Por esta razón, siempre tienen la puerta abierta para comportarse como “pasajeros clandestinos”, o sea, privatizar en provecho propio las ventajas de una “cooperación colectiva”, y hacer caer sobre los restantes jugadores las pérdidas o dificultades.

 

Empero, el discurso público de la cúpula empresarial chilena indica que esas no son sus intenciones. A pesar de los cuestionamientos que se puedan realizar, en el último Encuentro Nacional de la Empresa (Enade 2005) el acento estuvo en la desigualdad. La preocupación de los empresarios no da cuenta una situación moral, sino que de los problemas que puede generar la irrupción del descontento social.

 

Por esta razón, el debate se vincula directamente con la legitimidad de la acción de los empresarios como actores sociales. Obviamente, pueden cumplir el marco normativo, pero cabe distinguir en ellas “lo justo de lo legal”.

 

Como señala el ministro del Trabajo, Yerko Ljubetic, en la cultura empresarial del país “hay un énfasis excesivo en aspectos vinculados a la rentabilidad, en desmedro de las condiciones en las cuales se desenvuelven los trabajadores”.

 

Considera que los líderes empresariales “les queda mucha tarea por hacer dentro de su propio sector” para impulsar un cambio de esta cultura que se traduzca en un nuevo comportamiento de los empleadores y no sólo “en buenos discursos”.

 

Raíl Rivera

La Nación

9 de enero de 2006

 

  

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