Su 
                    mesa de trabajo está atiborrada de papeles y documentos que 
                    siempre está leyendo con avidez. Neusa es responsable de la 
                    secretaría de la mujer de la central Fuerza Sindical y 
                    vicepresidenta del comité latinoamericano de la UITA. Jefa 
                    de hogar y sindicalista, sabe muy bien lo que cuesta ganarse 
                    un lugar en una sociedad hecha a medida y gusto de los 
                    hombres. Con ella hablamos sobre la realidad de la mujer en 
                    Brasil.
                    
                     
                    
                    
                    
                    -¿Cuáles son los problemas laborales más sentidos por la 
                    trabajadora brasilera?
                    
                     
                    
                    -La trabajadora de Brasil enfrenta problemáticas que 
                    son comunes a las mujeres de todo el mundo. El último 
                    informe de la OIT es contundente al respecto: el 60 por 
                    ciento de los 550 millones de trabajadores pobres en el 
                    mundo, que sobreviven con menos de 1 dólar por día, son 
                    mujeres. En América Latina el peso del desempleo es 
                    sobrellevado sobre todo por las mujeres. En 2003, 10,1 por 
                    ciento de las mujeres de la región estaban desempleadas, 
                    contra 6,7 por ciento de los hombres. La discriminación de 
                    género, reflejo de una sociedad capitalista y machista, se 
                    da también en el ámbito laboral, donde a iguales capacidades 
                    profesionales las mujeres ganamos 20 por ciento menos que 
                    los hombres. 
                    
                     
                    
                    ¿Por qué ocurren estas cosas? Las mujeres son más 
                    vulnerables a la pobreza, porque son discriminadas y 
                    segregadas a la hora de acceder a los ámbitos educacionales; 
                    porque presentan menos oportunidades laborales y cuando 
                    logran un empleo se les paga menos, porque la lógica 
                    empresarial en el proceso de inserción de la mujer obedece a 
                    un tema de racionalidad económica en términos de salarios, 
                    beneficios y cargas sociales. Esta situación explica por qué 
                    cuando un empleador debe elegir entre despedir a un hombre o 
                    una mujer se decide por la mujer: somos mano de obra barata 
                    y ello hace que sea más barato desprenderse de nosotras.
                    
                    
                     
                    
                    Somos también más vulnerables porque en algunos países 
                    de nuestra región las mujeres rurales carecen de 
                    documentación. Esta situación inmoral, que fuera denunciada 
                    por las compañeras del Centro Flora Tristán del Perú, 
                    constituye un obstáculo mayúsculo para que las mujeres 
                    puedan acceder a la tierra, a créditos y puedan ejercer sus 
                    derechos ciudadanos. Las mujeres en esta situación no tienen 
                    identidad, y en buena medida ello contribuye a que la 
                    pobreza en muchos de nuestros países tenga rostro femenino y 
                    rural. 
                    
                     
                    
                    Volviendo al caso de Brasil, si bien ha crecido la 
                    participación femenina en el mercado de trabajo (42 por 
                    ciento de los trabajadores son mujeres), se registran 
                    situaciones muy desfavorables. A nivel sindical estamos 
                    trabajando para lograr la equiparación salarial, en el 
                    mejoramiento de las condiciones de trabajo y analizando los 
                    resultados de la investigación realizada por el DIESSE “La 
                    mujer jefa de hogar y la inserción femenina en el mercado de 
                    trabajo”. Este diagnóstico nos permite, por un lado, conocer 
                    la situación de las mujeres, y por otro, las demandas que 
                    ellas plantean. Es una herramienta de gran valor para el 
                    diseño de acciones sindicales y de políticas públicas.
                    
                     
                    
                    Según este informe, las brasileñas jefas de hogar han 
                    aumentado exponencialmente. En 1992, 19,3 por ciento de los 
                    hogares del país tenían a una mujer a su frente; en 2002 
                    pasaron al 25,5, lo que representa un incremento de 32,1 por 
                    ciento en diez años. Este fenómeno está instalado en nuestra 
                    realidad y cotidianeidad urbana. En el medio rural, el 86,9 
                    por ciento de los hogares tienen a un hombre a su frente, de 
                    acuerdo a datos de 2002. 
                    
                     
                    
                    Otra situación que deberá ser analizada en 
                    profundidad, es que del total de mujeres jefas de familia 
                    87,3 por ciento no tienen cónyuge. Cuando son hombres los 
                    que encabezan los hogares, esa proporción ronda el 11 por 
                    ciento. Además, pese a no contar con un compañero, las 
                    mujeres jefas de hogar tienen en promedio 40 años. Como lo 
                    señala el informe, “más viejas y con bajos niveles de 
                    escolaridad, las mujeres jefas de hogares ven reducida su 
                    participación en el mercado de trabajo”. 
                    
                     
                    
                    
                    
                    -Evidentemente cuando esa mujer encuentra un trabajo su 
                    situación la presiona para conservarlo a como dé lugar.
                    
                     
                    
                    -Claro. Si ello sucede con mujeres jóvenes que sólo 
                    sufren la presión de la alta tasa de desempleo, lo que será 
                    para la mujer jefa de hogar. Van a desear conservar su 
                    trabajo aunque sus condiciones sanitarias sean malas, aunque 
                    ganen menos que un hombre haciendo ambos la misma tarea, 
                    etcétera. Por otra parte, la incorporación de la retribución 
                    en especies, el vale alimentación por ejemplo, que 
                    constituye para las empresas un mecanismo de “fidelización” 
                    de sus empleados y de reducción del ausentismo laboral, 
                    supone una presión extra para la mujer jefa de familia. El 
                    informe apunta que casi la mitad de los hogares más pobres, 
                    que representan el 25 por ciento del total, tienen a una 
                    mujer como jefa. Por ello deben desarrollarse políticas 
                    públicas claras que contribuyan a la búsqueda de 
                    alternativas para mejorar la calidad de vida de esas mujeres 
                    y su entorno familiar. 
                    
                     
                    
                    
                    
                    -Me quedé pensando en esa imagen de la trabajadora que por 
                    cuidar el empleo pierde la salud, y en las miles de mujeres 
                    que sufren de Lesiones por Esfuerzo Repetitivo (LER).
                    
                     
                    
                    -Bueno, si una mujer jefa de hogar logra un empleo en 
                    la industria de la alimentación -que en muchos casos, como 
                    dice la UITA, son fábricas de LER, ya que en ellas hay 
                    nichos de trabajo femenino cuya característica principal son 
                    las labores repetitivas- seguro termina enferma. Esa mujer 
                    sufrirá tensiones extra sobre su tiempo, su capacidad física 
                    y emocional, sobre su calidad de vida. Trabajar pensando, 
                    por ejemplo, en qué puede pasar con sus hijos, visto la 
                    situación de inseguridad que padecen las extremadamente 
                    violentas grandes urbes del Brasil, y llegar luego a su casa 
                    sabiendo que allí no dispone de espacio ni de tiempo para 
                    recuperar fuerzas, no es fácil.
                    
                    
                     
                    
                    
                     
                    
                    
                    
                    Gerardo Iglesias
                    
                    
                    © Rel-UITA
                    
                    
                    30 de marzo de 2004