España
El Día Internacional de la mujer se debería celebrar todos
los días. En la mayoría de los países ya se reconoce la
igualdad entre mujeres y hombres ante la ley, pero no en el
trato. Para luchar contra la discriminación de género hay
que permitir que las mujeres recuperen sus señas de
identidad: la ternura, la sensibilidad y la capacidad de
emoción. Las mujeres queremos ser nosotras mismas. Mujeres,
sin más.
“Las mujeres son un sexo decorativo”, afirmaba Oscar
Wilde en el siglo XIX. Y esa sigue siendo la opinión
de muchas personas en el siglo XXI. El movimiento feminista
luchó para conseguir la igualdad entre géneros y porque se
reconocieran los derechos de las mujeres. Lo consiguieron.
Hoy, en la mayoría de los países, las mujeres y los hombres
somos iguales ante la ley. Las mujeres pueden votar, pueden
abrir una cuenta bancaria, conducir o vivir libremente su
sexualidad. Sin embargo, aún nos sentimos engañadas. Lo
femenino siempre se ha relacionado con la sensibilidad, la
ternura, la capacidad de emoción… Valores que no hemos
conseguido equiparar a la fuerza, a la seguridad o a la
valentía que representa el hombre.
Durante la II Guerra Mundial, las mujeres accedieron al
mundo del trabajo, mientras los hombres dejaban sus empleos
para ir al frente. Las mujeres fueron quienes en Europa
y Estados Unidos mantuvieron las fábricas
abiertas. Cuando los hombres volvieron, recuperaron sus
trabajos. Pero algo había cambiado. Las mujeres no querían
ser un mero elemento decorativo del hogar o una “fábrica” de
tener hijos. Las mujeres estudiaron, fueron a la Universidad
y trabajaron. Consiguieron su independencia. Durante las dos
últimas décadas del siglo XX, las mujeres comenzaron a
llegar a puestos de mando, pero copiando los estereotipos
masculinos. Eran mujeres duras, sin piedad, sin familia y
sin remordimientos. Vestían trajes masculinos y corbatas y
llevaban el pelo a lo garçon. La mujer del siglo XXI se ha
cansado de imitar al hombre y quiere ser mujer, sin más.
Muchos sociólogos creen que este siglo será el siglo de las
mujeres. Las aulas de las Universidades de todo el mundo
están llenas de mujeres. En muchas áreas de conocimiento,
las estudiantes suponen más del 80% de los alumnos. Mujeres
formadas que serán las elites y los directivos del futuro.
Ségolène Royal o Hillary Clinton
representan esta nueva forma de vivir y ser mujer, frente a
otras dirigentes como Margaret Thatcher o
Golda Myer. Las mujeres de hoy quieren
reconocimiento social, sin olvidar quiénes son: madres,
esposas, hijas, profesionales… pero, sobre todo, mujeres.
La mitad de la población mundial es mujer, sin embargo,
“ninguna sociedad trata a sus mujeres tan bien como a sus
hombres”, denuncia la ONU. Dos tercios de los
analfabetos de todo el planeta son mujeres, más de medio
millón mueren cada año durante el embarazo o el parto y dos
tercios de las niñas no son escolarizadas. Las mujeres
aportan dos terceras partes de las horas de trabajo, pero
reciben un tercio de los ingresos y tan sólo poseen el 10%
de los recursos mundiales.
Las mujeres queremos ser independientes y poder ser nosotras
mismas, sin ser menospreciadas o tratadas de manera
paternalista por nuestros compañeros, jefes o parejas.
Queremos ser madres y poder ocuparnos de nuestras familias,
sin sentirnos culpables ante nuestra responsabilidad
profesional. Queremos ser abogadas, arquitectas,
periodistas, enfermeras o ingenieras industriales. Queremos
ser buenas profesionales y ser recompensadas de la misma
manera que un hombre en nuestros puestos de trabajo. Y,
aunque algunas de estas cosas se han conseguido, aún nos
sentimos engañadas. “Con esto de trabajar y de sentirnos
independientes, nos han engañado. Ahora trabajamos fuera y
dentro de casa”, se quejan algunas mujeres. Y es que la
igualdad de género está aún lejos. Y esta pasa porque
consigamos que los hombres, nuestros hombres, dejen de tener
“miedo” a ese lado femenino que nos acerca al mundo de los
sentimientos y la ternura, pero que no es exclusivo de la
mujer.
Los tiempos cambian. Nuestras abuelas nunca vieron a un
hombre poner la mesa o bañar a los niños. Hoy nuestros
hermanos cocinan y juegan en el parque con sus hijos. Y,
así, poco a poco encontraremos el camino para ser mujeres,
sin más.
Ana Muñoz
CCS
España
5 de marzo de 2007
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