Argentina

Con Silvia Villaverde*, premio

“Rosa de Plata a la Mujer Trabajadora”

Igualdad en los órganos de decisión

El esfuerzo y la capacidad demostradas por esta trabajadora entrerriana de 46 años a través de su activa militancia, la han llevado a cargos sindicales de relevancia mundial. Cuarta de cinco hermanas mujeres y madre de dos hijas, el pasado 8 de marzo y con motivo de conmemorarse el Día Internacional de la Mujer, la Asociación del Personal Legislativo de la República Argentina le otorgó el premio “Rosa de Plata a la Mujer Trabajadora”. Silvia explicó al SIREL el significado de esa distinción, relató los sacrificios y éxitos en su vida, y también los desafíos pendientes.

 

 

-¿Cómo estaba conformada la familia que te vio nacer?

-Además de mis padres, cuando nací ya tenía tres hermanas; después vino la quinta mujer. Mi actual familia se conforma con mis dos hijas: Amanda, de 28 años, y Noelia de 16.

 

-¿Qué estudios cursaste?

-Empecé primaria en la Escuela Nº 74 de Sosa y la terminé en la Escuela Sarmiento, en Paraná. Y el secundario lo hice una parte en el Comercial de Paraná y otra en el Comercial 1, de Martínez.

 

-¿Tienes antecedentes familiares de militancia sindical o política?

-Solamente mi papá, que en sus últimos años había incursionado un poco en política. Después que nos crió a todas y quedó con más tiempo para hacer algunas cosas que le gustaban, militó en el peronismo.

 

-¿Cuál fue tu primer trabajo?

-Empecé a los 20 años vendiendo caramelos para Bonafide, una empresa que se especializa en cafés. Era un local en la calle Independencia y Tacuarí, que ya no existe, donde además del café se vendían chocolates y caramelos. Allí trabajé tres meses. Después seguí en Pumper, una empresa de servicio rápido, y seguí ahí siempre. Recuerdo que me fui un par de meses de la empresa por algunas cosas en las que no concordábamos con los empleadores. Poco después me enviaron un telegrama en el que me planteaban que considerara volver a trabajar con ellos. Lo consideré, y volví.

Mi meta, mi desafío, es no llegar a jubilarme sin ver cumplido el tema de la igualdad en los lugares de decisión, en los lugares de poder. Porque si bien hay legislación al respecto, sigue siendo muy difícil ver a las compañeras, particularmente en los sindicatos, acceder a los lugares de decisión. Falta mucha preparación para llegar y debe producirse un cambio social en el cual los compañeros entiendan que la sociedad tiene que ver también con nosotras, las mujeres.

 

-¿Cuándo y por qué comenzó tu militancia sindical?

-Cuando volví a trabajar a la empresa el país todavía vivía en dictadura militar. Al producirse la apertura democrática, el Sindicato de Pasteleros nos convocó a una reunión en la Pizzería Roma a la que asistió mucha gente. Nos explicaron el rol del sindicato y cuál debía ser el nuestro dentro de esta nueva etapa que se abría en el país, en la cual cada lugar de trabajo debía tener un representante sindical. Eran todas cosas nuevas para nosotros porque veníamos de la nada. En ese momento trabajaba para Pumper en el local de Diagonal Norte y Florida, y éramos muchas mujeres en la empresa. Cuando el sindicato convocó a elecciones, las compañeras me eligieron. Yo quería estudiar otras cosas por lo que me quedaba poco tiempo para la militancia; me negué a aceptar porque no quería ser irresponsable. Había otra postulante, pero las compañeras me atraparon de buena manera. Terminé de estudiar ese año y empecé a participar en el sindicato.

 

Teníamos problemas. El sindicato nos había propuesto a los delegados y delagadas de la rama del servicio rápido que elaboráramos nuestro propio convenio colectivo, hasta ese momento inexistente. Y se formó una comisión que elaboró de puño y letra el primer convenio colectivo de servicio rápido, con el asesoramiento de los compañeros del sindicato.

 

-¿Qué características reunías para que tus compañeras y compañeros te hayan elegido?

-Conversaba con ellas muchos temas referidos a cómo debía ser el trabajo. Hablábamos, obviamente de las condiciones laborales, pero además del trato que los superiores nos daban, de que ellos se creían superiores en todos los aspectos. Había desigualdad; las compañeras más añosas eran tratadas de otra manera que las que en ese momento éramos más jóvenes. Había una falta de respeto total hacia la calificación profesional. Eran muchas cosas que nos empezaron a parecer que no estaban bien, y todo eso yo lo conversaba con las compañeras. Creo que eso incidió para que me eligieran.

 

-¿Qué formación y capacitación sindical has adquirido a partir de involucrarte activamente en la militancia gremial?

-Tuve una formación muy importante a través de los Círculos de Estudio de la UITA. Me invitaron en varias oportunidades y fui aprendiendo allí muchas cosas de la vida sindical. También con el Centro de Estudios Laborales de Buenos Aires, donde hacían cursos de formación, quizás no específica de dirigentes pero sí en relación con el mundo de trabajo, los procesos de producción, trato y todas esas cosas. Y después participé con la Fundación Friedrich Ebert que, junto con la UITA, habían formado en los primeros años 90 el Foro Conosur de las Mujeres. Ahí fue donde empecé decididamente con el tema específico de las mujeres.

 

-¿Cuántas horas diarias promedio le dedicás al trabajo sindical?

-Contando la hora en que salgo de mi casa, son más o menos unas 13 horas diarias.

 

-¿Qué proyectos para la mujer vienen trabajando este año?

-Estamos desarrollando una campaña fuerte contra la violencia laboral, un lanzamiento que hicimos el año pasado en el que estuvieron presentes nuestro secretario regional de la UITA, Gerardo Iglesias, y nuestro secretario general, Luis Hlebowicz. Es un tema en el que ellos están muy involucrados y convencidos de que debemos ir más a fondo. Próximamente tendremos una reunión de evaluación de la campaña. Y además seguimos trabajando con la UITA y con la Confederación de Asociaciones Sindicales de Industrias Alimenticias (CASIA) la formación sindical de mujeres a nivel regional. En los próximos meses tendremos el 4to. Encuentro Regional, que está referido a la formación de las mujeres.

 

-¿Qué desafíos personales como mujer y representante sindical nacional e internacional tenés por delante?

-Si bien hemos modificado la legislación estatutaria referida al cupo femenino tanto a nivel nacional como internacional, mi meta, mi desafío, es no llegar a jubilarme sin ver cumplido el tema de la igualdad en los lugares de decisión, en los lugares de poder. Porque si bien hay legislación al respecto, sigue siendo muy difícil ver a las compañeras, particularmente en los sindicatos, acceder a los lugares de decisión. Falta mucha preparación para llegar y debe producirse un cambio social en el cual los compañeros entiendan que la sociedad tiene que ver también con nosotras, las mujeres.

 

-¿Qué significado y qué importancia le atribuyes al premio “Rosa de Plata a la Mujer Trabajadora” que te otorgara el pasado 8 de marzo en el Senado de la Nación la Asociación del Personal Legislativo de la República Argentina?

-Significa que hay mucha gente viendo, evaluando y valorando lo que uno hace. Uno en realidad no le da la magnitud que tiene. Quizás la campaña contra las Lesiones por Esfuerzos Repetitivos (LER) que hicimos junto con la UITA y la CASIA, fue un logro que se tuvo en cuenta. Una que lo hizo no percibe la magnitud de la incorporación de ese tema al listado de las enfermedades profesionales.

 

La importancia que le doy a nivel personal es que todos mis años de sacrificio y de pérdidas personales –porque la vida sindical no solamente es la oficina y la militancia– sirvieron de algo. En muchos momentos se relegan cosas de la vida personal por la organización sindical. Cuando recibí la “Rosa...” sentí que los tragos amargos y todo lo que uno pasó, de alguna forma quedó justificado. Valió la pena el tiempo que a veces no le dediqué a mis hijas como hubiera deseado. Por eso el premio se lo dediqué a ellas.

 

-¿Con quiénes querés compartir esta distinción, este reconocimiento?

-Como dije, con mis hijas; con la gente que decidió que la distinción fuera para mí; con mi Sindicato de Pasteleros, porque ellos han sido los que me han apoyado fuertemente en todas las cosas que he emprendido; con las compañeras trabajadoras de Pasteleros, no sólo con nuestras afiliadas sino con todas las compañeras que son nuestras secretarias, las que atienden el teléfono, las que hacen el bosquejo de los programas, con todas esas compañeras que trabajan detrás de nosotras para que el día del curso, del seminario, de la charla, estemos diez puntos. Esas son las trabajadoras que hacen en silencio y no se ven, a ellas también se lo dedico; a todas las compañeras de la Confederación, a todas las afiliadas de la UITA latinoamericana y a todas las compañeras de la UITA del mundo, porque ellas me llevaron al lugar donde estoy.

 

© Rel-UITA

17 de marzo de 2006

 

* Secretaria del Sindicato de Trabajadores Pasteleros, Confiteros, Heladeros, Pizzeros y Alfajoreros (STPCPHYA), responsable de la Zona Sur (Avellaneda) del STPCPHYA, integrante del Comité Latinoamericano de la UITA y presidenta del Comité Mundial de Mujeres de la UITA.

 

 

Fotografías: Natacha Caimí Iglesias

 

 

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