América Latina

La violencia sexual contra las mujeres permanece impune en zonas de conflicto

 

En Perú, a las mujeres les resulta más sencillo denunciar la violencia ejercida contra sus maridos, padres y sus hijos que la cometida contra ellas.

 

En Colombia, la mujer víctima de la violencia sexual rara vez la denuncia. Pero incluso cuando reúne fuerza para hacerlo y persiste, es poco probable que el caso se investigue de forma completa e imparcial.

 

El informe “Impunidad: Pongámosle fin” retrata esta desprotección que viven estas mujeres víctimas de la violencia sexual en países que viven en conflicto o en época post conflicto como son Perú, Guatemala y Colombia.

 

Este documento ha sido elaborado por la ONG de cooperación internacional Consejería en Proyectos y publicado en España por Solidaridad Internacional.

 

Recoge datos de informes nacionales y testimonios recogidos por otras ONG en el terreno que describen los patrones de violencia ejercidos, reflexionan sobre los efectos de ésta y analizan los instrumentos jurídicos que existen en este sentido.

 

A su suerte

 

En el caso de Colombia, aunque las leyes se han reformado, “en la práctica no ha habido casi ningún cambio sustancial”. Las mujeres que se atreven a denunciar a la justicia, se encuentran con obstáculos sustentados en la ideología o en el miedo hacia la política criminal o a las represalias de los paramilitares.

 

Allí las víctimas son frecuentemente sometidas a interrogatorios “abusivos y humillantes”, sin apoyo legal ni emocional.

 

En las leyes peruanas hay muchas carencias en este aspecto. Por ejemplo, sólo las víctimas de la violación sexual pueden percibir reparaciones. No se consideran otras formas de violencia sexual, tales como los embarazos o abortos forzados y las uniones forzadas. Además, tampoco se consideran víctimas a las mujeres que pertenecieron a algún movimiento subversivo.

 

Por otra parte, a veces se añaden obstáculos sociales y culturales adicionales a la atención de estas mujeres. Así, las que viven en zonas como Huancavelica en Perú son constantemente agredidas por otras por el hecho de denunciar sus casos.

 

Desde Guatemala se informa de que, en los juicios contra los acusados, las declaraciones contienen “fallos en la interpretación al no ser capaz el intérprete de captar las expresiones de las mujeres dada la diversidad de dialectos que existen”.

 

Invisibles

 

Estos son sólo algunos ejemplos de las dificultades que tienen las mujeres para denunciar ante la justicia la violencia sexual que sufren. Mientras, según el informe, “la violencia contra las mujeres continúa bastante invisibilizada debido a que la gran mayoría pertenece a pueblos indígenas o afro descendientes, y vive en situación de pobreza o pobreza extrema”.

 

La violencia sexual es un crimen de difícil contabilización cometido casi exclusivamente contra las mujeres. Los autores de estos abusos pueden pertenecer tanto a ejércitos gubernamentales –en la mayoría de los casos– como a guerrillas.

 

Esta práctica –utilizada como arma de intimidación– no se reduce a la violación, sino que también se utiliza la mutilación genital, el castigo ejemplar, el control de la vida sexual, la imposición de normas de conducta, la esclavitud sexual, la anticoncepción y el aborto forzados.

 

Según el documento, el vivir en permanente riesgo de ser atacada, tiene efectos sobre la identidad: “Implica reforzar una mirada de víctima y correr el riesgo de quedar estancadas en dicho rol, construyendo una identidad desde la fragilidad y la vulnerabilidad”.

 

Espacio para la esperanza

 

Sin embargo, a partir de este drama también han surgido experiencias positivas. Una de las consecuencias es la creación de organizaciones para las mujeres y la defensa de sus derechos en Perú, Guatemala y Colombia, “a pesar del miedo y del terror”.

 

Las forman mujeres indígenas que abandonan su papel tradicional para cumplir un rol activo y participativo.

 

Sin embargo, aunque juegan un papel central en el activismo, sus demandas frecuentemente se suelen formular en defensa de alguien más: “Las mujeres denuncian en nombre de los hijos o sus esposos desaparecidos, sin identificarse ellas como principales víctimas”.

 

Así, el informe señala que resulta fundamental trabajar para garantizar la participación de las mujeres en los programas sociales públicos y de ONG e incluye un capítulo dedicado específicamente a retos en la lucha contra la violencia y la impunidad, sugiriendo iniciativas de formación de jueces y fiscales, establecimiento de protocolos en hospitales e institutos forenses o programas de salud mental y autoestima destinados a las víctimas.

 

 

Olga Berrios *

Agencia de Información Solidaria

1 de marzo de 2006

 

* Periodista de Canal Solidario One World.

 

 

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