Suplemento especial: DESIGUALDAD Y HAMBRE

EDITORIAL

Los discursos no alimentan (II)

Inmigrantes, hambre y sed

En nuestra anterior entrega, al comentar la última reunión de la FAO, derivamos hacia las inmigraciones y la cumbre de la UE en Sevilla. Como ambos temas -hambre e inmigraciones- se correlacionan, volvemos sobre los mismos.

Las inmigraciones

Europa, ahora decidida a cerrar sus fronteras, tiene su propia y larga historia sobre inmigraciones. Tomando a España como ejemplo, durante los siglos XVI y XVII, en un mundo con menos habitantes que el actual, entre 200 y 300 mil hombres y mujeres inmigraron a las colonias americanas. A partir de 1880, luego de las guerras de la independencia en América -cuando la población mundial era de aproximadamente mil millones- casi tres millones de españoles emigraron a ese continente, mientras otro medio millón optaba por Argelia. Más tarde, durante las décadas de los 60 y 70 del siglo pasado, los emigrantes españoles optaron por otros países europeos (Alemania, Francia, Suiza) y sus remesas permitieron (sin que este fuera su propósito) la prolongación del régimen de Franco, nadie, salvo unas pocas organizaciones sindicales entre las cuales figuraba la UITA, se preocupó por el tema.

Las inmigraciones son casi tan antiguas como la presencia del hombre sobre la tierra, lo que ha variado a través de los siglos son las causas que las provocan. Hasta fines de la época feudal existía una economía básicamente agrícola, donde la posibilidad de expandir la producción y el alimento estaba estrechamente ligada al aumento de la superficie en explotación. Cuando estas sociedades o grupos migraban, era porque el bajo nivel de organización social y de desarrollo técnico no les permitían sobrevivir en el antiguo ambiente. Vale decir que el bajo desarrollo de las fuerzas productivas era lo que provocaba la migración de la población excedentaria. Con el sistema capitalista las causas de la migración se modificaron: ahora las personas migran persiguiendo al capital en busca de trabajo. De manera que, al contrario de lo que sucedía en las sociedades precapitalistas, donde el bajo desarrollo de las fuerzas productivas era la causa de la migración, en el capitalismo la causa -dejando de lado las guerras- es el alto desarrollo de las fuerzas productivas.1

La forma de producción capitalista inaugura, por primera vez en la historia de la humanidad, un sistema de producción cuyo objetivo no es la satisfacción de las necesidades, sino la obtención de una ganancia dineraria. Ganancia que se logra a través de la competencia en el mercado, donde unos ganan y otros pierden. No existe forma alguna en este sistema de que todos ganen simultáneamente.

Este objetivo de la ganancia por encima de todo genera diversos contrasentidos, veamos tres ejemplos:

1.  Es conocido que trabajo proviene del latín tripalium, especie de cepo o instrumento de tortura. Generaciones enteras anhelaron librarse del yugo del trabajo produciendo más riquezas con menos esfuerzo. Hoy, que hemos llegado a esa situación, no sabemos qué hacer.

2.  Invertir dinero para generar más dinero lleva a la especulación financiera, que ni siquiera tiene necesidad de producir ningún bien para obtener ganancias.

3.      Tomando en cuenta que desde hace 40 años 70 científicos latinoamericanos emigran cada día a Europa y EE.UU., resulta que nuestros países están subvencionando el desarrollo de los países ricos. Lo que los ciudadanos latinoamericanos aportan a través de sus impuestos para la formación de estos profesionales, hasta ahora tal subsidio ronda la nada despreciable suma de 30.000 millones de dólares.2

Una muestra de cómo se promociona esta fuga de cerebros la encontramos en un comunicado de la Embajada del Reino Unido en Colombia: "Las personas talentosas con experiencia, habilidades y aptitudes excepcionales podrán solicitar su traslado al Reino Unido para buscar trabajo". Cuando el Ministro de Ciudadanía e Inmigración, Lord Rooker, anunció el Highly Skilled Migrant Programe (Programa de Migrantes Altamente Calificados), no indicó si los burócratas encargados del mismo deberán tener las mismas calificaciones que se les exige a los postulantes.

Hoy, la Unión Europea (UE) que tiene 378 millones de habitantes, cuenta con 18 millones de extranjeros radicados legalmente y tres millones de ilegales, cifra esta que se incrementa en 500 mil cada año. Pero resulta que la UE necesita inmigrantes. La ONU estima que dentro de 50 años, Europa necesitará "importar" 44 millones de personas si pretende mantener su crecimiento económico y asegurar su sistema de pensiones. Admitimos que esos tres millones de inmigrantes ilegales, que sobreviven al margen del sistema, constituyen un problema, pero numéricamente no tan grave como los 165 millones de europeos (20% de la población del continente) que según la Organización Mundial de la Salud sobreviven con dos dólares diarios. Suponiendo que los tres millones de ilegales están incluidos en los cálculos de la OMS y que fueran repatriados, de todas formas quedarían 162 millones de europeos -cifra que igual que la de los ilegales aumenta cada día- condenados a la marginación.

Los datos anteriores resultan más que suficientes para demostrar que el problema de la inmigración es consecuencia de la profundización del sistema capitalista y, por lo tanto, político. Es posible que algún lector me acuse de utilizar un argumento demasiado rebuscado para llegar a esta conclusión, por lo tanto enfocaré el tema desde otro punto de vista: No es la pobreza la causante de las inmigraciones -y otros problemas como el hambre, el deterioro ambiental, etc.- sino la acumulación de la riqueza. El 6% de la población mundial posee el 59% de la riqueza total del planeta y 98% de ese 6% de la población vive en los países más ricos. Ergo: se trata de un problema político creado por la sociedad, que la propia sociedad puede y debe corregir. Siendo este el verdadero desafío, las medidas policíacas, o ideológicas como la xenofobia, aportarán mayores males y ninguna solución.

El hambre

En la última reunión de la FAO, en lugar de enfocar el problema del hambre en el mundo desde un punto de vista político y ante la imposibilidad -por ahora- de enfocarlo desde una perspectiva policial como las inmigraciones, se optó por la misma solución técnica de seis años atrás: obtener 24 mil millones de dólares para reducir cincuenta por ciento el número de hambrientos en el mundo. Si algún día la FAO dispone de esa suma, como el número de hambrientos aumenta constantemente, la misma ya no será suficiente. Es que -no nos cansaremos de repetirlo- hay leyes intrínsecas al capitalismo que guían su comportamiento y generan sus propias consecuencias. Con soluciones técnicas como las propuestas por la FAO se podrá, en el mejor de los casos mejorar algo la situación, pero no solucionarla, porque el problema no es técnico, es social.

Es evidente que por más que la FAO se esfuerce, bajo el actual sistema las medidas técnicas no solucionan el problema del hambre, mientras tanto se generan nuevos padecimientos. El Banco Mundial estima que actualmente 1.000 millones de personas en el mundo ya no tienen agua para beber y que serán 3.000 millones -la mitad de la actual población mundial- los que en el año 2020 vivirán en países con escasez de agua. En el mundo de hoy ya son más los sedientos que los hambrientos. Mientras en un solo país -Brasil- las transnacionales que controlan el negocio del agua captan US$ 450 millones al año, ¿se apostará a reducir el número de los actuales sedientos a la mitad con otros 24 mil millones de dólares?

Autor:

Enildo Iglesias

© Rel-UITA

 NOTAS


1-  Ver Guillermo Foladori, Los límites del desarrollo sustentable, página 192 y siguientes

2-  Datos de la Academia de Ciencias de América Latina.

10.07.02

 

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