Estados Unidos

Hacia el empleo "chatarra"

 

El sueño americano basado en un empleo estable y bien remunerado, que permitía acceder a un pasar satisfactorio y tranquilo, ya es historia. La realidad sumerge a los trabajadores en la "pesadilla global", que tiene en la inseguridad y la desmoralización, sus principales fantasmas. Atrapados entre el desempleo y la precariedad, erosionada su autoestima, los norteamericanos van perdiendo la confianza en el futuro y en el propio país.

El debate promovido en el marco de la reforma laboral en Argentina, colocó en la mesa de discusión el tema del empleo. De acuerdo a las argumentaciones vertidas por funcionarios del gobierno, las medidas aprobadas crearán nuevos puestos de trabajo o servirán para que a partir del crecimiento de la economía, los empresarios se sientan alentados en la creación de empleo. Aunque la reforma lo que en verdad incentiva es el despido y el empleo precario, se afirma por parte de sus progenitores que conducirá a generar empleo de calidad y por tiempo indeterminado.

En dicho escenario, representantes del gobierno hicieron mención al milagro ocupacional en los Estados Unidos, que el pasado año registró la menor tasa de desempleo en los últimos 29 años, aplicando algunas de las medidas que también han sabido seducir al gobierno "aliancista" y anteriormente habían conquistado la lealtad de Menem. Por esta razón nos vimos motivados a escribir el presente artículo, ahondando en los claros y muchos oscuros que presenta la "milagrosa" política de empleo estadounidense.

Estamos como nunca, celebra Clinton...

estamos como nunca, maldicen los trabajadores.

El presidente Clinton durante la campaña electoral para su reelección en 1996, repetía insistentemente: "la economía americana está tan bien como hace treinta años que no sucedía". Lo cierto es que las estadísticas estaban a su favor, durante su mandato se crearon 10 millones de puestos de trabajo, es decir, 210.000 por mes y la tasa de desempleo de 5,3%, era inferior a los demás países de la OCDE.

Clinton había disminuido el desempleo y además, podía jactarse del primer lugar en productividad que ostentaban los Estados Unidos. Sin lugar a dudas, en la carrera por ser cada vez más competitivo, el país lleva la delantera. No obstante, sus trabajadores se encuentran cada vez más rezagados, tomados por el gran "pelotón global" donde pedalean los desprotegidos, los de menores ingresos, los que aún trabajando no logran sobrellevar una vida decorosa. Pedaleando dentro de fronteras, pero cada vez más cerca de quedar fuera del sistema.

- ¡Qué bien!, dice alguien. Bill Clinton ha creado millones de nuevos trabajos.

- Si, contesta otro, yo tengo tres de esos trabajos y no llegan para dar de comer a mi familia.

 

Craig Miller era un obrero metalúrgico de la compañía de aviación TWA. Su empleo de US$ 15,65 por hora daba a su familia un ingreso de más de US$ 36.000 anuales. Con dos autos en el garaje y columpios para sus hijos en el patio, eran una sólida familia de clase media que vivía el sueño americano. Miller perdió su empleo en el verano de 1992. Ahora sirve hamburguesas en McDonald´s, maneja un bus escolar y ha empezado un pequeño negocio cambiando filtros de estufas. Llega a la casa a las 5 de la tarde. Después de una comida rápida, su mujer va a su trabajo vespertino en Toys R Us, reponiendo mercancía en los estantes mientras su esposo cuida a los niños en la casa. Ella también trabaja en McDonald´s un día a la semana. El ingreso total de estos empleos llega a US$ 18.000 anuales. Tienen un triste futuro. 

 

(del libro: Cuando las Transnacionales Gobiernan el Mundo)

"Una tasa de desempleo baja, poco significa" afirma el New York Time: "cuando un trabajador de una fábrica, ganando 15 dólares por hora es despedido, en el empleo siguiente apenas conseguirá la mitad".

El recetario global

En 1993, el influyente periódico The Economist aconsejaba a Europa que respondiera como los Estados Unidos, reduciendo los beneficios sociales; bajando los sueldos mínimos "de los trabajadores jóvenes"; disminuyendo los aportes del empleador al

seguro social, y eliminando las "estrictas reglas de protección laboral" que desaniman a las empresas a dar empleo, ya que "dificultan o impiden el despido de trabajadores una vez que están en la planilla". Por su parte, Business Week no se quedaba atrás, manifestando que Europa debe "combatir insistentemente los salarios altos y reducir los impuestos a las empresas", así como, combatir "la inamovilidad de los trabajadores, los lujosos programas sociales y las jornadas laborales cortas".

Con toda esta información, las compañeras y compañeros argentinos podrían practicar el juego de contabilizar las semejanzas, entre las recetas brindadas por The Economist y Business Week y las argumentaciones del actual y anterior gobierno. De seguro que hay más de siete.

Lo que está claro, es que en nombre de la competitividad hay que terminar con cuanta rigidez laboral, fiscal, burocrática, judicial y ambiental se encuentre en el camino. El "dogma neoliberal" dispara contra el Estado, sindicatos, convenios colectivos, contra el trabajo, que representa un factor negativo, carísimo, perjudicial y contra todo aquel que todavía no ha declarado su impotencia y resignación.

 

Cuando el conglomerado agroindustrial ConAgra, divulgó en 1996 que despediría cerca de 6.500 funcionarios y cerraría 29 fábricas, la noticia elevó las acciones de la empresa de tal manera que su valor en la bolsa subió 500 millones de dólares.

Cuando en 1993 Du Pont anunció que a mediados de 1994 despediría a 4.500 empleados de su industria química en los Estados Unidos, el precio de sus acciones se disparó a US$ 1,75. (del libro: Cuando las Transnacionales Gobiernan el Mundo).

Mientras el sueldo promedio por hora para los trabajadores de producción que no tenían cargos de supervisión, cayó de US$ 11,37 en 1973 a US$ 10,34 en 1991, el promedio de horas anuales aumentó de 1.683 en 1973 a 1.781 horas en 1990. El número de horas de trabajo anuales en los Estados Unidos no ha parado de aumentar, habiendo saltado de 1.883 horas en 1980, para 1.942 en 1994, y 1996 horas anuales en 1997. Según datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los norteamericanos trabajan en la actualidad casi 2.000 horas por año.

 

Nada ni nadie debe restringir los beneficios empresariales, porque a través de la inversión de esos beneficios, estriba la posibilidad de crear nuevos puestos de trabajo. Te quito y te doy. Como dice Eduardo Galeano: "primero colocan la polio, luego te venden la silla de ruedas". Creer que la prosperidad de las empresas equivaldría al de la sociedad y que el crecimiento económico creará puestos de trabajo, raya la estupidez. La competitividad es el nuevo valor, por encima del empleo y del bienestar.

El nuevo empleo

El aggiornamento empresarial, implicó un profundo proceso de reestructura, de simplificaciones, fusiones, alianzas estratégicas, disminución de costos y aprovechamiento al máximo de las ventajas que comporta la combinación de las nuevas "técnicas de gestión con una maquinaria cada vez más sofisticada, que permite producir más, empleando menos recursos y menos mano de obra".

La reestructuración empresarial, en términos de ocupación laboral, no sólo impulsó una drástica disminución de los empleos, su objetivo está empeñado en degradar al máximo los que restan. Paralelamente a la producción just-in-time, los empresarios también inventaron el empleado just-in-time, que es llamado cuando hay un servicio para hacer. Esta situación ha llevado que en la actualidad, el mayor empleador en los Estados Unidos ya no es la General Motors, AT&T o la IBM, es la empresa Manpower. La principal de las 7.000 agencias en los Estados Unidos, que en 1997 contaba con 600.000 trabajadores temporales en sus listas.

 

La tendencia hacia el trabajo eventual, forma parte de una estrategia a largo plazo por parte de las direcciones de empresas, con el objetivo de recortar salarios y evitar el pago de subsidios del tipo de coberturas sanitarias, pensiones, bajas laborales por enfermedad y vacaciones pagadas. En su conjunto, este tipo de costos representa cerca de un 45% de la totalidad de los pagos efectuados por la empresa a sus empleados a tiempo completo con contrato indefinido. 

 

(del libro: El Fin del Trabajo)

Entre 1982 y 1990, el empleo temporal en los Estados Unidos, creció diez veces más rápido que la totalidad del empleo. Los trabajadores temporales, con bajo contrato y a tiempo parcial, representaban en 1996 más del 25% de la masa laboral de los Estados Unidos y la tendencia es que ese porcentaje continúe creciendo. Richard Belous, vicepresidente y responsable económico de la National Planning Association, predijo que más del 35% de los trabajadores estadounidenses serán eventuales hacia el año 2000. Belous compara el trabajo eventual con una aventura de una sola noche y advierte: "no es la mejor forma de construir una relación de por vida".

"Los millones de trabajadores americanos cuyo trabajo se puede usar y tirar al instante", perciben como promedio entre 20 y 40% menos que los trabajadores a tiempo completo.

Los jóvenes los más afectados, y si es mujer, negra o latina la situación empeora

De acuerdo con el Departamento del Trabajo de los Estados Unidos, la tasa de desempleo en 1999 era de 4,2% de la Población Económicamente Activa, unos 5,9 millones de personas. En promedio, 1 de cada 25 trabajadores norteamericanos estaba sin empleo. El mayor índice de desempleo, 13,5% se registra entre los jóvenes de 16 a 25 años.

Esta situación llevó a la AFL-CIO a realizar una encuesta el pasado año, donde se indagaba si los nuevos empleos ofrecían seguro de salud, aportes jubilatorios, pago de horas extras y si el encuestado consideraba que su salario era justo. La AFL-CIO contrató al instituto independiente de investigación Peter D. Hart Research Associates. El objetivo era probar la existencia de malas condiciones de trabajo y promover una campaña de sindicalización entre los jóvenes.

El resultado divulgado en el mes de setiembre de 1999, constató que entre los trabajadores de 18 a 34 años, apenas 45% tenían seguro de salud provisto por el empleador y solamente 43% de los empleadores cumplían con la contribución a la seguridad social. Cabe señalar que sin un seguro de salud, el ciudadano norteamericano solamente puede ser atendido en el sector de emergencia en los hospitales.

 

Bajos niveles salariales, un ritmo frenético en el puesto de trabajo, un rápido crecimiento del trabajo eventual y a tiempo parcial, un incremento a largo plazo del desempleo por causa de la tecnología, una cada vez mayor diferencia en los ingresos entre los que tienen y los que no tienen y la dramática reducción de la clase media, son algunos de los elementos que provocan estrés sin precedentes a la clase trabajadora estadounidense.

 

  (del libro: El Fin del Trabajo)

Las estadísticas señalaban que las cosas todavía eran peores para los jóvenes trabajadores negros: solamente 36% de éstos tenían seguro de salud y 32% percibían aportes jubilatorios. De cada dos nuevos empleos ofrecidos a jóvenes entre 20 a 24 años, uno era conseguido por un hombre blanco. Otro es disputado por mujeres y por hombres negros y latinos. La mitad de los jóvenes entrevistados manifestó que en los nuevos empleos creados en los Estados Unidos se paga poco.

I love to living in America...

Entre repartir los salarios o repartir el tiempo de trabajo, está claro que los Estados Unidos se han inclinado hacía la primera alternativa. Se ha creado un importante número de puestos de trabajo, donde ahora dos personas reciben el salario que antes percibía una sola. Rebaja salarial, desprotección social, reducción de las condiciones de seguridad, nula capacidad de negociación colectiva, duración inestable, son entre otras, las características del nuevo empleo estadounidense, cuya metamorfosis ya no es un fenómeno coyuntural, sino una auténtica institución del sistema, necesaria para su supervivencia.

Autor: Gerardo Iglesias

Secretario Regional Adjunto de la UITA

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