13/09/01

Maquilas en Guatemala

Terrorismo empresarial SI,

libertad sindical NO

  

Casi un 80 por ciento de la población guatemalteca vive en situación de pobreza y 60 por ciento en condiciones de pobreza extrema. Un “ejército” de jóvenes hostigados por la miseria se encuentra a disposición para trabajar en lo que sea. Mano de obra abundante y barata en un país donde la tasa de sindicalización no sobrepasa el 3 por ciento de la masa laboral. Todo ello es sinónimo de tierra fértil para las maquilas y el abuso, valga la redundancia. Las Zonas Francas están exoneradas del pago de impuestos, y también de toda ética, en una sociedad en la cual la competitividad se ha transformado en un valor supremo. Como si fueran las máquinas con las cuales trabajan, las personas se hacinan en enormes bodegas, y son explotadas y degradadas salvajemente. Cuando la gente se rebela y se organiza los patrones sacan otro as de la manga: las maquilas también están exoneradas de democracia, y en ellas no existe el Estado, por eso arremeten impunemente con prácticas terroristas y macabras que hacen recordar los tiempos en que Guatemala era una gran carnicería.

El 9 de julio la Federación Sindical de Trabajadores de la Alimentación Agro Industria y Similares de Guatemala (FESTRAS), miembro de UITA, notificó al Ministerio de Trabajo y Previsión Social, que los trabajadores de las empresas CIMATEXTILES S.A. e INDUSTRIA TEXTIL CHOISHIN S.A, se estaban organizando sindicalmente. La ley guatemalteca ampara la organización del sindicato a partir del momento en el que se anuncia formalmente su existencia, y ningún trabajador puede ser despedido sin una expresa autorización del Juez de Trabajo. Meses de sacrificio, de contactos secretos, de idas y venidas, de agotadoras jornadas de planificación evaluando cada paso habían finalmente dado sus resultados: FESTRAS lograba formar sindicatos dentro de la boca del lobo.

Sin embargo, la alegría duró muy poco. Apenas dos días después, el 11 de julio, la trabajadora LESVIA LOPEZ fue perseguida por personas que viajaban en un carro con vidrios polarizados, una práctica de amedrentamiento que recuerda a la Guatemala de los escuadrones de la muerte, que reaviva un pasado poblado por el terror y la intolerancia. Dentro de las plantas la situación no fue más agradable: uno a uno, todo el personal fue llevado a las oficinas de la empresa donde se les obligó a desistir del sindicato y firmar documentos que no pudieron leer.

El viernes 14, la trabajadora OLGA GREGORIO fue llevada a la oficina donde la interrogaron durante una hora y media y la presionaron para que renunciara al sindicato. A otros trabajadores los fueron a buscar a sus casas, y a los ausentes les dejaron el mensaje en la puerta: “NO SE PRESENTE AL TRABAJO, NO SABE QUE LE VA A PASAR”. Dentro de la empresa, el encargado de personal pasa lista a los trabajadores y mientras los mira fijamente pasa el pulgar por su cuello.

El 4 de setiembre a las 14.30 hs., el asesor jurídico de FESTRAS, SERGIO MIRANDA, recibió una llamada telefónica en su casa: “¿Dónde querés aparecer tirado? ...queremos que te vayas del país”. Prácticamente a la misma hora, otra llamada, ahora al local de FESTRAS: “Dígale a ENRIQUE TORRES que vino a cavar su tumba aquí en Guatemala”, sentenció una voz anónima. El día 5, alrededor de las 11.00 hs. se recibió en FESTRAS otra llamada en los siguientes términos: “Pregúntele al licenciado Torres, dónde quiere que dejemos su cadáver”. Cinco minutos más tarde llamaron preguntando: “¿Ya le dio el mensaje al licenciado?”.  Torres participó activamente en el resurgimiento del Sindicato de Trabajadores de Embotelladora Guatemalteca S.A. (STEGSA - COCA-COLA), en 1975. El 11 de febrero de 1977 atentaron contra su vida y la de su esposa, Martha Torres, también asesora del STEGSA y de la Central Nacional de Trabajadores (CNT).1 En noviembre de 1978 el matrimonio Torres partió al exilio para salvar sus vidas. Veinte años después Enrique Torres regresó a Guatemala, donde parece que muy poco ha cambiado desde su partida.

CIMATEXTILES y CHOSIN producen ropa para la firma estadounidense LIZ CLAIBORNE. Ambas fábricas suman aproximadamente 1.000 trabajadores, de los cuales un 70% son mujeres. Sus dueños son coreanos, colectividad que ostenta el 44 por ciento del total del capital invertido en las maquilas en Guatemala, seguida por capitales locales que representan un 43 por ciento, y en tercer lugar se encuentra el capital estadounidense con un 9 por ciento.2

Las maquilas continúan siendo un reducto impenetrable, una tierra sin ley. Las Zonas Francas, paraísos fiscales, son un verdadero infierno para miles de trabajadores y trabajadoras. Pergeñadas por el ex presidente de Estados Unidos Ronald Reagan, las maquilas debían “servir para combatir en Centroamérica la radicalización política existente”.3 Hoy, terminado el período de lucha armada, mientras cosen montañas de camisas en las zonas francas los jóvenes aprenden que empleo y padecimiento son caras de una misma moneda. Allí son entrenados en las reglas que imponen las transnacionales, un código para un mundo sin ética.

Gerardo Iglesias


  1. Tiempo de sudor y lucha. Miguel Angel Albizures.

  2. Los capitales en la maquila en Centroamérica. Lic. Javier Rivas Castillo. EL NUEVO DIARIO.

  3. Perras muertas de hambre. La Lupa. Semanario Brecha. Jorge A. Bañales.

 

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