Con Juan Castillo

Un empresariado reaccionario

 

El secretario general del Pit-Cnt analizó los desafíos que plantea la sindicalización de los trabajadores/as de los supermercados, y anunció que este año los dirigentes sindicales estarán en las puertas de las grandes superficies comerciales difundiendo los derechos laborales.

 

-El Pit-Cnt ha manifestado que este año hará un esfuerzo extraordinario para lograr entrar en los supermercados.

 

-Sabemos que en los últimos diez años el hipermercadismo es una fórmula comercial que viene ganando espacio, destruyendo el comercio minorista. Los hipermercados no sólo concentran capital y productos, sino también trabajadores. La organización gremial de referencia para nosotros en este sector es la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y de la Industria (FUECI), que ha realizado varias experiencias de organización, algunas coronadas con éxito, aunque no sin mucho esfuerzo, por ejemplo en alguna sucursal Devoto. Esto ha pasado por trabajar sindicalmente fuera del lugar de labor, en el barrio donde viven los empleados o en la parada del ómnibus. Lo primero es ir abriendo la cabeza de una población que es joven y en casi todos los casos está haciendo su primera experiencia laboral. Porque allí adentro pasan cosas extraordinarias. Se reclutan personas casi exclusivamente entre los 16 y los 25 años, se exige el ciclo básico terminado, conocimientos en computación, para algunos puestos formación básica en administración de empresas o economía. Sin embargo las condiciones laborales son extremas; es muy raro que alguien supere allí los 2.800 pesos, la mayor parte de los empleados gana mucho menos, bordeando el salario mínimo nacional. Si son muchachitas se les exige, además, buena presencia, y ellas tienen que gastar buena parte de su salario en comprar maquillaje. Las cosas que viven nuestras mujercitas en esos lugares son propias de principios del siglo pasado, porque apenas en algunos supermercados logran tener media hora de descanso, y si no cualquiera puede ver la tensión y el cansancio con que trabajan, por ejemplo, las cajeras, manejando mucho dinero, atiende al cliente, mira por un visor, cuida una alarma, trabajan sin quebranto de caja. Para ellas todo es a pérdida. Si se equivocaron en un cambio o algún cliente se aligeró, lo que falte se lo descuentan del sueldo. Es casi imposible que a fin del mes no tengan algún descuento por una suma que no dio, y eso nunca se sabe si fue responsabilidad de ellas o de quien retiró el dinero o de un teclado defectuoso. Inclusive teniendo en cuenta todo lo que le sucede al organismo de las mujeres, es raro que puedan ir más de dos veces al baño en las ocho horas porque les controlan absolutamente todos los movimientos. En el caso de los varones se exigen casi las mismas condiciones para hacer cualquier tipo de trabajo, desde atender público a descargar camiones, pasar un lampazo o llenar góndolas. Son muchas exigencias, mucha presión y muy bajo salario. Aunque todo esto no ocurriera así, el movimiento sindical tiene necesidad de organizar a esa cantidad de trabajadores, lo que pasa es que estas condiciones agravan la situación, así como la campaña de terror, de miedo, que se desata contra los trabajadores.

 

-¿Cómo son esas campañas?

 

-Muchas veces esa persecución está alentada por la incomprensión de quienes integramos la sociedad hacia las movilizaciones, los paros, que nos crean incomodidades. Cuando los sindicalistas no trabajamos bien con el usuario a veces caemos mal con nuestra lucha, y en este caso concreto hasta hemos caído mal con los propios trabajadores. Quiere decir que tenemos que atender esos tres frentes: el enemigo, el usuario, el trabajador.

 

En los supermercados nos han derribado sindicatos enteros de un saque, porque la mayoría del empresariado uruguayo no sólo es ortodoxo en sus ideas, sino reaccionario en su práctica, especialmente el de esta rama. Para ellos hablar de sindicalismo es pecado, no les gusta, odian las organizaciones sindicales. Recordemos el caso de aquella compañera militante sindical del Devoto de la Costa de Oro que habló en el Primero de Mayo de 2002, quien poco después fue despedida. Cuando se hizo público intervino hasta el presidente de la República, pero la empresa prefirió ofrecerle a la compañera un despido incentivado antes que ceder, y la presión sobre ella fue tanta que tuvo que aceptar. No hay herramientas legales adecuadas para obligar al empresariado a que cumpla los códigos laborales. Estos empresarios tienen que entender que aquí no están en la Luna o en el siglo XIX.

 

-¿En qué consistirá el trabajo que se plantean hacer este año?

 

-Nosotros no estamos acá sólo para constatar esta realidad que describo, el papel del dirigente sindical, del movimiento sindical, es cambiar esa realidad mediante la acción. No podemos esperar que jóvenes trabajadores con escasa experiencia y atemorizados por sus patrones nos llamen a los gritos para que vayamos a organizarlos. Tenemos que ir nosotros, los militantes y dirigentes sindicales. No nos va a hacer mal dejar de asistir a alguna reunión para aplicar algo de la práctica que nos legaron nuestros viejos dirigentes que se paraban en las puertas de las fábricas y fajándose cuando era necesario con quien fuese necesario. Eso tenemos que hacerlo nosotros, y no mandar a la gente a que se estrelle contra el muro, porque a mí no me pueden echar de la puerta del supermercado, y por allí circula muchísima gente en las horas pico. Tenemos que ir a distribuir volantes, con parlantes, para que el trabajador vaya tomando conciencia de que está rodeado, que lo estamos protegiendo, que entienda cuáles son sus derechos. En esto se basará la campaña que, claro, no está dirigida sólo a los supermercados, sino a los grandes centros de concentración de gente.

 

-¿Hay alguna empresa más represora que las otras?

 

-Diría que están todas en el mismo nivel, aunque alguna se hace una propaganda de más progresista, en la práctica, para adentro, son todas reaccionarias. Hay como una consigna asumida por el empresariado uruguayo en este ramo y es no permitir los sindicatos. Nuestra tarea es revertir esto.

 

-¿Cómo es la experiencia internacional al respecto?

 

-No varía demasiado aunque en los países donde el sindicalismo está bien desarrollado y es respetado se cuidan más antes de reprimir, o buscan formas menos frontales. En algunas trasnacionales como Géant y Carrefour hay organizaciones sindicales con convenios colectivos firmados. Pero nosotros estamos luchando en general para que estos instrumentos sean respetados, y al mismo tiempo debemos afiliar más trabajadores. Es un poco como el huevo y la gallina, porque es importante la negociación colectiva, la ley laboral, pero si no puedo proteger al delegado o al militante, entonces tengo marco pero no mecanismos adecuados en la práctica. Si los afiliados a los sindicatos no son amparados verdaderamente en su libertad sindical, entonces van a la paliza, no cambiará nada. Los jóvenes trabajadores quieren ver cosas concretas, logros, ventajas, porque ya no estamos en la época de la salida de la dictadura cuando lo que importaba eran los valores, la conciencia, aunque también había conquistas. El movimiento sindical está muy golpeado y hemos cometido algunos errores. Tenemos que mirar esto de frente.

 

-¿Cuál será la táctica concreta para llevar a la práctica esos planes?

 

-Lo que nunca hizo el movimiento sindical a pesar de que parecería estar en la tapa del libro, este año sí lo hicimos. Adoptamos un plan del año, un plan de acción centrado en dos ejes: el empleo y el salario, objetivos que casi se definen solos por el desempleo brutal que padecemos y la pérdida de ingresos de los trabajadores. Por primera vez definimos campañas de largo aliento, con excepción de la referida a los derechos humanos que ha tenido permanencia y coherencia. El movimiento sindical no cambiará su discurso en este tema, gane quien gane las elecciones. Seguiremos reclamando verdad y justicia porque sin eso no se puede sentar las bases de una nueva sociedad. En ese marco desarrollaremos una campaña nacional de afiliación que se llamará "José Pepe D'Elía" y, como ya dije, los supermercados y shoppings son objetivos claros. Durante varios días los militantes y dirigentes sindicales nos apostaremos en la zona a las horas de entrada y salida de los trabajadores, informando sobre sus derechos. Usaremos audio, volantes, trabajaremos en el entorno de las comarcas de trabajo, en sitios seguros para el trabajador. Y finalmente iremos los dirigentes, ficha de afiliación en mano, a invitarlos a sumarse. Esto les dará más garantías, inclusive incluiremos un texto detrás de la ficha explicando qué tipo de contrato está haciendo al afiliarse a un sindicato. Con eso alimentaremos un banco de datos de forma de saber quiénes son los afiliados y de inmediato derivarlos a la organización de su rama de actividad, nivel que deseamos fortalecer y dejarnos de tanto sindicatito chico. Ya existe una experiencia como es la Mesa de la Alimentación, en la cual 11 sindicatos vinculados a todo lo que come la población están debatiendo acerca de la formación de una gran federación de la alimentación.

 

Avisaremos 24 horas antes al Ministerio de Trabajo dónde nos emplazaremos al día siguiente, y si sucede algún incidente se sabrá que es una provocación del empresariado que quiere impedirnos el ejercicio de nuestros derechos. Van a tener que empezar a entender que es parte de la democracia que los trabajadores gocen de sus derechos. ¿Con quién creen los empresarios que es más fácil discutir? ¿Con 170 trabajadores en una asamblea o con dos o tres dirigentes sindicales representativos de esa asamblea? No hay dudas al respecto. Es mejor tener un sindicato bien constituido, con representantes democráticamente elegidos. Les asegurará más eficiencia en ese local, un mayor involucramiento porque permitirá que el trabajador se sienta un engranaje de esa empresa y no va estar tirando para atrás. Inclusive no me imagino mejor propaganda para una empresa que poder decir públicamente que respeta las organizaciones sindicales y sus trabajadores gozan de sus derechos, y por lo tanto hay una plena armonía. En un lugar como Uruguay no habría mejor carta de presentación. Pero por ahora hacen la opción contraria. 

 

Carlos Amorín

Coedición Brecha / Rel-UITA

19 de marzo de 2004

 

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