L I B R O :
Nanotecnologías en la Alimentación y Agricultura

 

 

 

Guillermo Foladori y Noela Invernizzi
(Coordinadores)

 

Prólogo de Enildo Iglesias

 

Georgia Miller
Rye Senejen
Guillermo Foladori
Noela Invernizzi
Edgar Záyago Lau

 

 

 

Prólogo

 

 

La ecuación es sencilla:

quien tiene dinero, come y vive;

quien no lo tiene, se queda inválido o muere.

Jean Ziegler

 

 

La aparición de esta publicación coincide con el estallido de la llamada crisis alimentaria que hoy aflige al mundo. Como bien lo señalan varios analistas, dicha crisis tiene causas coyunturales (los agrocombustibles, el aumento del consumo de carne y la especulación financiera con materias primas -especialmente alimentos- responsable de 30 por ciento del aumento en los precios) y causas estructurales que deliberadamente se ignoran.

 

Los precios de los alimentos básicos -incluyendo los tres principales: maíz, arroz y trigo- se triplicaron en los últimos 20 meses. Contrariando las tan alabadas reglas del mercado, tal cosa ocurre pese a que la oferta supera largamente la demanda. Desde 1961 la producción mundial de cereales se triplicó, mientras que la población planetaria se duplicó. En conjunto, los países de América Latina y Caribe producen 30 por ciento más de lo que necesitan para alimentar adecuadamente a toda su población. Pese a ello, el espectro del hambre amenaza a por lo menos 50 países, y cada cuatro segundos muere una persona de hambre, mientras todo indica que en los próximos doce meses 800 mil personas pasarán a la condición de hambrientas. La triste paradoja radica en que la mayoría de ellas vive en el campo y está vinculada a la agricultura. Según el Banco Mundial, 3.000 millones de personas viven en áreas rurales de países subdesarrollados,1 y de ellas, 2.500 millones están vinculadas a la agricultura.

 

Quienes se benefician de esta situación son las grandes compañías transnacionales (CTNs) vinculadas a la agroindustria y a la alimentación. En 2007 Dreyfus incrementó sus beneficios 77 por ciento, Monsanto 44 por ciento y Cargill 36 por ciento. Lo mismo se repite con el fabricante de maquinaria agrícola Deere & Co y con las procesadoras de alimentos como la suiza Nestlé, la francesa Danone y la anglo-holandesa Unilever. Todas ellas guardan silencio frente a la crisis. En verdad, no es sorprendente, en tanto fueron ellas las creadoras del modelo agroalimentario hegemónico que hoy muestra signos de agotamiento.

 

Para comprender en toda su magnitud los peligros de las “nanotecnologías en la alimentación y la agricultura” es menester tener en cuenta los antecedentes, y con ellos las causas estructurales que provocaron la actual crisis, así como sus actores principales. Para ello debemos referirnos a tres revoluciones.

 

La primera de ellas es la llamada revolución verde, que comenzó a mediados del siglo pasado rompiendo con la agricultura tradicional que fue sustituida por un modelo de agricultura “industrial” con base en el riego, la mecanización, las semillas híbridas, los fertilizantes químicos y la masiva utilización de agrotóxicos. Se trata de un modelo sustentado en la matriz petróleo que arrojó como saldo los monocultivos extensivos -tal como lo exige la agricultura de exportación- en los cuales la progresiva pérdida de fertilidad de la tierra se palió con dosis cada vez mayores de abonos químicos, y el aumento de las plagas -también producto de los monocultivos- con el uso intensivo e irresponsable de agrotóxicos, en su mayoría creados como armas químicas en la Segunda Guerra Mundial. Mientras las CTNE defendían este modelo con argumentos que se resumían en la alternativa “revolución verde o hambre”, para los trabajadores agrícolas la alternativa era -y es- morir envenenados o morir de hambre. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), de 335 mil accidentes laborales mortales que se producen cada año, 170 mil ocurren en la agricultura y más de 220 mil personas mueren anualmente (25 cada hora) a causa de los agrotóxicos. Mientras esto ocurre, la alternativa que nos planteaban las CTNs mostró ser falsa, pues el número de hambrientos en el mundo continúa aumentando.

 

Mientras la primera revolución todavía sigue su curso, a mediados de los años 80 del siglo pasado se inició una segunda revolución mediante los organismos genéticamente modificados (OGM) también llamados transgénicos.2 Al inicio del tercer milenio, los cultivos que emplean semillas de genoma manipulado ya cubren millones de hectáreas. La biotecnología puede ser aplicada en una gran variedad de campos, no obstante su desarrollo más fuerte ocurrió en la agricultura, particularmente en las semillas. Entre los principales inversores en transgénicos nos encontraremos con las mismas CTNs que controlan la industria agroquímica y la de los fármacos, las mismas que en la década de los 70 comenzaron a dominar el sector de las semillas. Hubo -y todavía se mantiene- una fuerte resistencia de la sociedad civil, sindicatos incluidos,3 a los transgénicos y, como veremos más adelante, las CTNs sacaron su propia experiencia de ello. Lo cierto es que ninguna de las promesas formuladas por las compañías con los transgénicos se cumplió, en cambio sus ganancias aumentaron considerablemente al ser propietarias del nuevo paquete tecnológico que, inexorablemente, los productores están obligados a adquirir. Es tanta su voracidad, que la estadounidense Delta & Pine llegó a patentar el gen “Terminator”, que incorporado a las semillas produce plantas estériles de manera que el agricultor deba adquirir semillas en cada siembra. Las mismas compañías que antes nos decían agrotóxicos o hambre, pasaron a decirnos biotecnología o hambre, al mismo tiempo que la soja transgénica genera apenas dos jornales por cada mil hectáreas.

 

Actualmente, sin previo aviso, tenemos encima una tercera revolución: la nanotecnología. Mientras la ingeniería genética manipula genes, la nanotecnología modifica la materia a escala molecular y atómica y, entre otras cosas, en lugar de las plantas genéticamente manipuladas pasaremos a plantas molecularmente alteradas. Como esta tecnología se encuentra en manos de las mismas CTNs, redundará en el aumento del poder y del patrimonio de estas colosales empresas. Además, como han aprendido de sus errores anteriores, ahora no proponen a la nanotecnología como alternativa al hambre y la aplican casi en silencio. Las principales promesas que formulan refieren al campo de la medicina sin que hasta la fecha se haya concretado ninguna, en cambio es grande el avance en la introducción de nanotecnología en los artículos de consumo masivo, tal el caso de los alimentos.

 

De ahí la importancia de la presente publicación. Además de su esclarecedor contenido, es una demostración de que también la sociedad civil y sus organizaciones han acumulado experiencia. Este trabajo cuenta con el auspicio de dos universidades (Universidad de la República, Uruguay, y la Universidad Autónoma de Zacatecas, México); tres organizaciones no gubernamentales (la Casa Bertolt Brecht, Uruguay; la Fundación Umverteilen, Alemania, y la Red Latinoamericana de Nanotecnología y Sociedad) así como decenas de organizaciones sindicales de trabajadores representadas por la Secretaría Latinoamericana de la Unión Internacional de Trabajadores de la Alimentación, Agrícola, Hoteles, Restaurantes, Tabaco y Afines (Rel-UITA). Mientras las CTNs y otros sectores interesados mantienen la información y la discusión sobre nanotecnología en ámbitos cerrados, reducidos y especializados, las instituciones y organizaciones antes mencionadas se juntan para democratizar la discusión con la participación, entre otros, de los trabajadores organizados y los estudiantes de extensión universitaria. Finalmente, los logotipos de las organizaciones auspiciantes que figuran en la contratapa encierran un esperanzador mensaje, porque los cambios sociales que podrían seguir a una reflexión crítica sobre tecnología, sociedad y poder, requieren de fuerzas sociales organizadas en los ámbitos nacional, regional e internacional, coordinando sus acciones a partir de intereses compartidos para, desde allí, extender la conciencia hacia otros grupos sociales y culturales. En ese camino estamos, convencidos que las semillas que el capital niega las posee y siembra la sociedad organizada.

 

 

Enildo Iglesias

Mayo 2008

 

 

1   En esos 3.000 millones se incluyen las tres cuartas partes
de los más pobres del mundo.

 

2   La ingeniería genética es una técnica que consiste en aislar segmentos del ADN (el material genético) de un ser vivo,
ya sea virus, bacteria, vegetal, animal e incluso humano,
para introducirlos en el material hereditario de otro ser.

 

3   Entre 1999 y 2000, luego de una campaña de divulgación,
la UITA junto a algunos sindicatos brasileños logró que el
estado de Rio Grande do Sul fuera declarado “territorio libre
de transgénicos”. Monsanto consiguió derrotarnos facilitando
el ingreso de semillas de soja transgénica de su variedad RR (resistente a su herbicida Roundup) de contrabando desde Argentina. Los agricultores “gaúchos” llamaban a esta semilla “soja Maradona”.

 

 

 

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