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ESPECIAL    1º de Mayo                        1º de mayo en Uruguay

 

UNA CENTRAL CLASISTA

 E INDEPENDIENTE

 

Con absoluta independencia, el PIT-CNT
(Plenario Intersindical de Trabajadores - Convención
Nacional de Trabajadores) ha venido analizando
el mensaje que difundirá en el acto del 1º de mayo.

 

 

 

Juan Castillo, uno de los dirigentes de la  Central anunció ya, que habrá críticas al Gobierno, pero que también hay que tener valentía política para decir las cosas que están bien. Los sindicatos se proponen, además, compensar la crítica con  propuestas, destacó. El movimiento sindical uruguayo tiene una larga y prestigiosa trayectoria. A medida que la unidad se fue perfeccionando ha resultado fecundo el diálogo entre todas las tendencias y, sin perjuicio de las ideas y la opción partidaria de cada militante, la política de la Central se ha definido en asambleas y congresos democráticos y por encima de los partidos.

 

La propia creación de la central única fue un largo proceso que afirmó la conciencia general sobre las virtudes de la unidad. Su concreción, ha escrito Héctor Rodríguez, dirigente textil que tuvo un papel protagónico en la gestación de la Central, “constituía, para los sindicatos, una necesidad impostergable; en primer lugar por causas económicas y financieras; la crisis de coyuntura y de estructura que vivía el país enfrentaba a los sindicatos con problemas insolubles por gremios aislados”.

 

Con un definido sentido de clase, la central única ha sido y es un instrumento de lucha no sólo para los problemas concretos de los diversos sectores del trabajo, sino para plantear los puntos de vista de los trabajadores sobre los problemas nacionales. En ese sentido, ha sido un pilar, por ejemplo, en la lucha contra las “recetas” de organismos de apariencia internacional en los que predominan los intereses del imperio, como el Fondo Monetario Internacional. En las últimas décadas su acción fue permanente en defensa de las libertades y en la denuncia del neoliberalismo, orientación que, desde siempre, ha sido la política de los grandes empresarios.

 

El 27 de junio de 1973, cuando el presidente Bordaberry y los militares clausuraron el Parlamento, la réplica de los sindicatos fue inmediata. Se ocuparon los lugares de trabajo y los centros de estudio (la consigna, forjada a partir de una larga prédica era, desde antes del golpe de Estado, “obreros y estudiantes unidos y adelante”). Los militares procedieron  a desalojar por la fuerza los lugares de trabajo, pero, reiteradamente, los trabajadores volvían a ocuparlos. Bajo control de los sindicatos se mantuvieron los servicios esenciales, agua, luz, combustible y energía para los hospitales, etc. Durante “15 días que estremecieron al Uruguay” según el título de un libro de Aldo Rico que documenta cuidadosamente la lucha heroica de esos días, la huelga se mantuvo mientras se multiplicaban los allanamientos, la represión y se solicitaba en comunicados de las llamadas Fuerzas Conjuntas, que se encargaron de la represión, la captura de 52 dirigentes de la Central.

 

Cuando el 12 de julio las asambleas resolvieron volver al trabajo quedó claro que los sindicatos (ya ilegalizados) no abandonarían la lucha. Miles de presos, torturados, perseguidos que debieron pasar a la clandestinidad o el exilio, se fueron sumando a medida que caían sobre el país las sombras de una tiranía que duró once años e integró la llamada “Operación Cóndor” de la que formaron parte las dictaduras de la región y en la que desaparecieron numerosos detenidos; entre ellos valiosos dirigentes como Gerardo Gatti, León Duarte, o el periodista y maestro Julio Castro. El destino para los militantes se limitó, según denunció Carlos Quijano, al “encierro, el destierro o el entierro”.

 

La dictadura ilegalizó y buscó destruir al movimiento obrero. Pero a medida que pasaba el tiempo se comprobó que la larga siembra anterior había mantenido la lucha por la democracia desde los subterráneos de libertad. La acción clandestina, y la organización de los exiliados en veintinueve países fueron factores esenciales en las luchas por la recuperación de las libertades.

 

 

Una trayectoria honrosa -que forma parte de la historia del país-y la conducta limpia, austera, leal, de los dirigentes sindicales, encuentran hoy a los sindicatos unidos, prestigiados por su acción y en una línea de clara independencia de los partidos políticos. Parece obvio, aunque resulte inaceptable para la derecha, que la mayor parte de los militantes sindicales tengan definiciones de izquierda dentro de la gama de partidos y sectores que, paralelamente, han ido forjando la unidad política.

 

Como algún dirigente sindical ha dicho -obviamente a título personal- que “los trabajadores no estamos cerca del Gobierno, sino que nos sentimos parte del Gobierno” un diputado nacionalista ha tenido la audacia de calificar de “amarillo” al movimiento sindical, sosteniendo que “la vieja independencia del movimiento sindical ha desaparecido”. El agravio del diputado está desmentido por los hechos. La independencia del movimiento sindical se observa claramente, por ejemplo, en discrepancias con aspectos esenciales de la línea económica, en la oposición de la central de trabajadores al ALCA, a Tratado de Libre Comercio en la formulación planteada por Estados Unidos, en la inmensa manifestación contra la presencia del presidente Bush, o en los puntos de vista sobre temas que se están considerando, como la reforma del Estado.  La Central ha demostrado preocupación, además, por la inserción internacional del país y se ha manifestado claramente por la unidad latinoamericana, que actualmente aparece liderada por Venezuela, Cuba, Bolivia y Ecuador.

 

Los partidos de derecha han reclamado un Tratado de Libre Comercio como propone Estados Unidos y han criticado algunos avances, como la ley de fuero sindical, vieja aspiración de los trabajadores, que destacados laboralistas, como Héctor Hugo Barbagelata y Ermida Uriarte han defendido sosteniendo que sin fuero sindical no puede hablarse de libertad sindical.

 

La convocatoria de Consejos de Salarios para resolver los problemas y salarios de cada sector han sido otro factor de fortalecimiento de los sindicatos, que, además de sus reivindicaciones concretas plantean -con autoridad bien ganada- la investigación sobre el destino de los detenidos desaparecidos y la necesidad de verdad y justicia, para lo cual plantean la derogación de una ley de impunidad sancionada a la salida de la dictadura por  la mayoría de los legisladores de los partidos tradicionales, norma que ha trabado, en varios casos, la sanción de los torturadores.

 

Las propuestas de los sindicatos y la independencia con la que se enfocan democráticamente desde los mismos los problemas nacionales son algunos de los objetivos del acto de este 1º de Mayo.

En Montevideo, Guillermo Chifflet

© Rel-UITA

30 de abril de 2007

 

 

 

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