Cadbury Schweppes
se suma a la oleada de despidos
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La
prosperidad de las empresas en medio
de una
decadencia generalizada
Una sociedad guiada únicamente por la
mano del mercado no sólo es imperfecta, sino
también injusta.
(1)
En
la
fábrica mundial,
“el trabajo representa un
factor negativo, carísimo, inutilizable, perjudicial para las
ganancias. Nefasto”, asevera Viviane Forrester.
“La supresión de puestos de
trabajo, comenta la escritora francesa,
se vuelve una forma cada vez más
frecuente de gerenciamiento, una fuente prioritaria de reducción de
costos, un agente esencial de la ganancia”. Es así que
en nombre de la eficiencia y usando a la globalización como excusa,
los trabajadores se convierten en un insumo cada vez más
prescindible para las transnacionales.
Cadbury
Schweppes anunció recientemente que eliminará 5.500 empleos y
cerrará el 20 por ciento de sus fábricas, que suman 133 en el mundo.
Cadbury Schweppes –el tercer fabricante mundial de refrescos– compró
la compañía
Adams
por 4.200 millones de dólares a fines del año pasado y la unidad de
confitería de
Warner –
Lambert, pertenecientes ambas a la transnacional
norteamericana
Pfizer.
Ésta es la mayor farmacéutica del mundo. Actualmente se encuentra
concentrada en el desarrollo de nuevas medicinas, desde que, en
2002, compró
Pharmacia
en 60.000 millones de dólares.
Cuando se produjo la adquisición,
Adams
estaba
presente en 70 países y empleaba a 12.000 personas. En 2001
registraba una facturación de 1.900 millones de dólares en 2001.
Cadbury,
que ya había adquirido chicles
Danduy por 314
millones de euros, se convertirá en el segundo mayor fabricante de
chicles del planeta, después de
Wrigley. Para
acceder a esa posición,
Cadbury ha invertido en adquisiciones 8.300 millones
de dólares (4.900 millones de libras) en los últimos tres años.
La
reducción del 10 por ciento de la planilla, más el cierre del 20 por
ciento de sus fábricas, supondrá para
Cadbury
un ahorro
de 575,85 millones de euros hacia el año 2007. En este momento
histórico, caracterizado por el avasallamiento del colonialismo
empresarial, el anuncio de la transnacional de que suprime 5.500
puestos de trabajo seguramente hizo disparar el precio de sus
acciones. No olvidemos el caso de
IBM, que despidió
a 122 mil empleados entre 1991 y 1995 y redujo en un tercio los
salarios totales. ¿El resultado? En 1995 el precio de sus acciones y
dividendos batió todas las marcas anteriores.
“Las reducciones de tamaño
compensan a las acciones y a los directivos. Es muy sencillo, Wall
Street prefiere un dólar ahorrado en costes a un dólar de beneficio
extraordinario”
(2).
Mientras la transnacional refuerza y consolida su participación en
el mercado mundial y, por consiguiente sus beneficios, activa
políticas que tienen como objetivo una sustancial economía de mano
de obra a través de despidos masivos. De esta forma las principales
500 compañías del mundo, que emplean sólo al 0,05 del 1 por ciento
de la población global, controlan una cuarta parte de la producción
económica del mundo, y van por más, con menores costos en mano de
obra.
De
ahora al 2007
Cadbury,
en pro de su bienestar económico, dinamitará los proyectos de vida
de 5.500 familias, y casi 600 millones de euros en salarios pasarán
a engrosar las arcas de la transnacional y de los bolsillos de su
gente: los accionistas. Este proceso sistematizado de usurpación
desenmascara a las grandes compañías y ahueca su discurso sobre la
responsabilidad social,
que no es más que un artilugio
marketinero. Sin
embargo, como se asiste a un mundo donde se anteponen los derechos y
libertades de las transnacionales a los de los individuos y hay una
predisposición para leer estos fenómenos con cierto fatalismo,
Cadbury
dio a conocer su política de recortes como si se tratara de un
anuncio publicitario.
Por
otro lado, es evidente que esa situación de vaciamiento de mano de
obra comportará cambios significativos para aquellos que conserven
su empleo. Al tiempo que excluye del trabajo a miles de empleados,
Cadbury impondrá un régimen de
“trabajo sin fin” a
los que permanecen ocupados: se declarará la guerra a los
“tiempos muertos”; se
comprimirán tareas en una sola persona y todas serán sacrificadas en
un ambiente cargado de estrés y presiones. Mientras las condiciones
de trabajo se van degradando, se introyectará a cada trabajador y
trabajadora que “la empresa
es el eje que estructura su existencia”.
(3)
Como
comenta David C. Korten
(4),
“para la economía global, las personas no sólo son cada vez más
innecesarias, sino que ellas y sus exigencias de un sueldo digno son
una de las principales fuentes de ineficiencia económica. Las
empresas globales están actuando para deshacerse de esta carga no
deseada. Estamos creando un sistema donde cada vez hay menos lugar
para las personas”.
Gerardo Iglesias
©
Rel-UITA
16 de diciembre de 2003
(1)
Noreena Hertz. El Poder en la Sombra. Planeta Historia y Sociedad.
(2)
Global Trap: Globalización y el asalto a la democracia y la
prosperidad. Financial Times, 14.05.96
(3)
Miguel Mazzeo. Dioses Fracasados. Ediciones Macchi.
(4)
Cuando las Transnacionales gobiernan el Mundo. Editorial Cuatro
Vientos.
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