Argentina

Sindicatos, salarios e inflación

 Está finalizando en Argentina la ronda de negociaciones colectivas del período 2003/06, que podríamos dividir en dos etapas. Durante la primera (2003/05), las Comisiones Negociadoras trataron la actualización de las escalas salariales y, en algunos casos, la renovación de los convenios colectivos de trabajo, en forma total o parcial. El segundo período de esta ronda negociadora se está desarrollando actualmente y, en general, se ha limitado al tema salarial. Ello en el marco de un proceso inflacionario controlado, pero preocupante.

 

El gobierno argentino colocó la cuestión del control de la inflación en el primer lugar de la agenda política. En lo que a este comentario interesa, el poder político adoptó un rol muy activo en el desarrollo de las actuales negociaciones salariales, hasta el punto de fijar unilateralmente el “techo” que deberían tener los incrementos en las remuneraciones, en el 19 por ciento.

 

En nuestro país no constituye una novedad que el gobierno de turno trate de limitar la autonomía de los actores sociales, fijándoles pautas, pisos, techos, bandas, etc.. Lo novedoso es que, en este caso, no hizo falta una ley o un decreto, sino que bastó una “sugerencia” gubernamental. Quizás una prueba clara del poder que hoy detenta nuestro Presidente. Lo cierto es que los actores sociales acataron la pauta, pero con una particularidad: el “techo” se convirtió en “techo y piso”. No se superaba el 19 por ciento de aumento de los salarios básicos convencionales, pero tampoco se aceptaba un porcentaje menor.

           

Esto ha producido efectos distorsionantes, porque se uniformó un incremento salarial, pero se aplicó a realidades en muchos casos muy diferentes, con algunos sindicatos con escalas actualizadas y otros con un atraso que no se compensaba con el 19 por ciento de incremento. Pero sobre lo que quiero reflexionar es en relación a la aceptación casi sumisa de esta relación incrementos salariales/inflación, que nos impuso el gobierno. Por qué me pregunto ¿hasta qué punto debe el movimiento obrero comprometerse con la cuestión de la inflación, cuando es un convidado de piedra en el diseño del plan o del modelo económico que se aplica?

El salario no es digno, si no permite satisfacer todas las necesidades humanas y las que plantea la vida en sociedad. No se trata sólo de salir de la línea de la indigencia o de la pobreza.

           

Espero que no se me malinterprete. No tengo la menor duda que los sindicatos deben actuar con responsabilidad y que tienen la obligación de dosificar sus demandas, según la realidad económica y las reales posibilidades del sector patronal. Pero la primera obligación que tiene es tratar de alcanzar un salario digno para sus representados. Y el salario no es digno, si no permite satisfacer todas las necesidades humanas y las que plantea la vida en sociedad. No se trata sólo de salir de la línea de la indigencia o de la pobreza.

           

El actuar responsable del sindicato, o sea con compromiso social, se ve relativizado cuando enfrente tengo una patronal refractaria a darme el derecho de información sobre la realidad empresaria, y cuando arriba tengo un Estado que se acuerda del movimiento obrero cuando hay que controlar las demandas de los trabajadores y trabajadoras, pero que lo ningunea cuando hay que discutir el plan económico y los criterios de reparto de cargas y beneficios.

           

Es por ello que quiero con estas reflexiones alertar sobre este intento de cargarnos sobre las espaldas la mochila de la inflación, cuando no se nos permite discutir todas las variables económicas, ni identificar a todos sus responsables.

           

Cuando se les pide a los trabajadores y trabajadoras que resignen legítimas aspiraciones, la moneda de cambio es reconocerles su derecho a conocer cuál es el destino de ese sacrificio y quiénes serán sus beneficiarios. Para que no se repita la vieja historia de que el resultado del esfuerzo de los trabajadores y trabajadoras sea apropiado por los sectores económicos dominantes. Pero para ello la clase trabajadora tiene que participar activamente en el diseño del modelo de país que anhelamos.

           

Hoy, esto parece una utopía.

Enrique Terny*

© Rel-UITA

6 de junio de 2006

 

 

 

 

* Secretario General del Sindicato Argentino de Trabajadores de la Industria Fideera (SATIF). Integrante del Comité Latinoamericano de la UITA.

 

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