Recientemente, la flemática población londinense y 
					posteriormente la del mundo todo, se conmocionó al tomar 
					conocimiento de un supuesto plan terrorista que pretendía 
					hacer explotar en el aire aviones comerciales cuyo destino 
					era Estados Unidos. Según la Policía, se trataba de un grupo 
					de fanáticos dispuesto a disponer de la vida de centenares 
					de hombres, mujeres y niños inocentes, en función de sus 
					creencias políticas o religiosas. 
					
					 
					
					Esta 
					violación a los derechos humanos llevó a que la prensa 
					mundial se ocupara del caso durante días, también lo hizo -y 
					lo sigue haciendo- la famosa Scotland Yard. Por su parte, el 
					ministro del Interior británico, John Reid, se reunió con 
					seis de sus colegas europeos con la finalidad de debatir las 
					medidas a adoptar para enfrentar el terrorismo. Ninguna 
					posibilidad fue descartada, desde un mayor control de los 
					pasajeros a través de datos biométricos como la lectura 
					informática del iris o de las huellas digitales, hasta las 
					posibilidades que brinda la nanotecnología a través de un 
					novedoso transmisor molecular orgánico capaz de sentir y de 
					responder a su entorno químico.
					
					 
					
					Casi 
					simultáneamente, sucedía otro hecho canallesco vinculado con 
					la aviación comercial sin despertar la misma preocupación 
					mediática, ni merecer la misma atención policial y 
					gubernamental. A continuación un resumen de los execrables 
					hechos:
					
					 
					
					Northwest 
					Airlines (NA) es la cuarta compañía aérea de Estados Unidos 
					en tamaño y aproximadamente traslada 130 mil pasajeros en 
					1.200 vuelos diarios. Emplea decenas de miles de personas, 
					para tener una idea digamos que solamente los sobrecargos 
					llegan a 8.000, a los que hay que sumar los pilotos, 
					mecánicos, maleteros, empleados de rampa y de oficina. Por 
					lo tanto, puede estimarse en más de 20 mil las familias 
					vinculadas a esa fuente de trabajo.
					
					 
					
					En 
					septiembre del año pasado NA se declaró en quiebra, 
					justificándola con los aumentos experimentados en el precio 
					del petróleo. Según otras versiones, la quiebra tuvo como 
					objetivo derrotar la huelga que el Sindicato de mecánicos y 
					personal de limpieza (AMFA) había iniciado un mes antes. Sea 
					cual sea la causa, la declaración de quiebra colocó a la 
					compañía, según las leyes estadounidenses, bajo el amparo 
					legal de un juez de quiebras. 
					
					 
					
					Pero lo 
					cierto es que ya hacía años que la compañía venía 
					despidiendo funcionarios y aplicando reducciones salariales 
					y de beneficios a los que continuaban laborando. Actualmente 
					son más de un centenar los amenazados con la pérdida de su 
					trabajo. Frente a esta situación, NA decidió mostrar su 
					responsabilidad corporativa confeccionando una guía para que 
					sus empleados enfrenten el inminente desempleo con una 
					“actitud positiva”.
					
					 
					
					La guía 
					admite que “no es fácil vivir con menos, pero con un poco de 
					planificación y una actitud positiva” se podrán superar los 
					malos tiempos. Los técnicos en supervivencia de la compañía 
					incluyen en la guía 101 maneras de ahorrar gastos, entre 
					otros: “tome una ducha más corta”, “escriba cartas en lugar 
					de hablar por teléfono”, “nunca vaya de compras con hambre”, 
					“no sea tímido y saque de la basura aquello que le guste”.
					
					 
					
					Otras 
					sugerencias incluyen bajar la temperatura de la calefacción, 
					cambiar los focos por unos de menos vatios, rentar videos en 
					lugar de concurrir al cine, usar esponjas en lugar de 
					toallas de papel, comprar en tiendas de descuento o de ropa 
					usada, hacer su propio café –los autores de la guía 
					advierten que el café con panqué de la mañana cuesta cuatro 
					dólares, lo cual suma 80 dólares mensuales-, cortar uno 
					mismo el pelo a los hijos y cambiar el coche por uno más 
					barato. 
					
					 
					
					Pero 
					faltaba el último atentado a la dignidad de las personas: 
					cuando con todo derecho los trabajadores protestaron por el 
					contenido de la guía, los jerarcas de NA adujeron que la 
					gerencia no la había leído.
					
					 
					
					Hasta ahora 
					ni la gran prensa, ni ningún policía, juez o ministro, se ha 
					movilizado frente a este criminal acto de terrorismo.
    
							
					
						
							
								
								
									
										
											
												
												
													
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														En 
														Montevideo,
														Enildo Iglesias 
														
														
														
														© Rel-UITA 
                    
														
                    
														
														
                    
														
														
														
														
														 
														22 de agosto de 2006  | 
														
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					*Con información de La Jornada, de 
					México, y fuentes propias.
					 
					
					FOTO: www.wsws.org