"Imagínese un mundo 
	sin privacidad. Un mundo en el que todas y cada una de sus compras se 
	supervisa y registra en una base de datos y cada una de sus pertenencias 
	está numerada. Dónde una persona, a varios estados de distancia, o tal vez 
	en otro país, tiene un registro de todo lo que usted ha comprado, de todo lo 
	que posee, de las prendas de vestir en su armario, de cada par de zapatos"(1)
	 
	
	Es el mundo RFID 
	(identificación por radiofrecuencia, por sus siglas en inglés). 
	Probablemente usted no haya oído hablar de tal cosa, pero es como una plaga 
	que se extiende por todas las industrias que tienen relación con la vida 
	cotidiana de cualquiera de nosotros. Se trata de pequeños chips electrónicos 
	cuya información se lee a distancia, y sustituyen, entre otras cosas, a los 
	códigos de barras para leer precios. Están en libros, máquinas de afeitar, 
	zapatos, prendas de ropa, medicamentos, comida empacada, por nombrar objetos 
	de uso doméstico. En su trabajo puede haber muchos más objetos que tienen 
	etiquetas RFID, como computadoras, impresoras, cajas de papel y otros 
	artículos de oficina. Existen tarjetas de crédito y de compra que usan este 
	sistema.
	
	La mayor diferencia de estos chips con el código de barras es que la 
	información se puede detectar a distancia, desde pocos metros hasta 
	kilómetros (dependiendo del tipo de chip), y se puede leer a través de su 
	ropa, de su billetera, cartera, mochila o maletín. Si la compra del objeto 
	etiquetado se hace con tarjeta, la etiqueta se "personaliza" y queda 
	identificada con el comprador. La generalización de este sistema provocará 
	un aumento de la exposición a radiofrecuencias, con impactos sobre la salud.
	
	Existen también versiones del sistema RFID para implantes en humanos, como 
	VeriChip. México fue el primer país donde se usó: en 2004 se le colocó un 
	chip diminuto (menor que un grano de arroz) a 18 agentes de la Procuraduría 
	General República (PGR), supuestamente para identificarlos cuando tienen 
	contacto con documentos confidenciales. El presidente de Colombia, Álvaro 
	Uribe, declaró que se le podrían implantar estos chips a los ciudadanos 
	colombianos que quisieran ir a trabajar a Estados Unidos, para que el 
	gobierno de ese país pudiera controlar dónde se encuentran.
	
	Se han denunciado fallas graves en la seguridad que pretenden tener estos 
	chips ya se han 
	clonado 
	incluso chips implantados en humanos, permitiendo a extraños el acceso a la 
	información . Se comprobó que la información de las tarjetas de crédito que 
	usan este sistema se pueden robar más fácilmente que las de banda magnética. 
	Esto no impide que la adopción de esta tecnología avance a pasos 
	agigantados, porque están en juego intereses muy fuertes, tanto comerciales 
	como gubernamentales.
	
	
	Las etiquetas RFID no son nuevas existen desde hace años  pero su uso era 
	limitado por su precio y tamaño. Con la miniaturización y la baja de precio, 
	empresas trasnacionales como Benetton y Gillette-Procter & Gamble comenzaron 
	a utilizarlos, incluso directamente en el producto que llega al consumidor. 
	Pero el punto de quiebre de esta industria vino cuando Wal-Mart exigió a sus 
	100 proveedores más grandes que para enero de 2005 debían implementar esta 
	tecnología a nivel de entregas a depósito (en tarimas o cajas), o ya no les 
	compraría sus productos. Varios otros grandes supermercados como Tesco y 
	Kroger, también la usan.
	
	Para las grandes empresas significa una automatización de los sistemas de 
	compras, distribución y ventas que elimina gran parte de los trabajadores 
	que antes controlaban estos procesos, al tiempo que les permite hacer 
	seguimiento de los consumidores, sus preferencias, zonas donde se 
	encuentran, etcétera, aumentando sus posibilidades de manipulación del 
	consumo. Actualmente la tecnología se está expandiendo y el objetivo de las 
	empresas es llegar a colocarlo en cada producto que lleva el consumidor, tal 
	como hizo Gillette con las máquinas de afeitar Mach3.
	
	En México, la distribuidora de farmacéuticos Maypo, segunda abastecedora de 
	medicamentos para el sector salud, está colocando chips RFID en cada 
	medicamento que vende para el Seguro Popular y otros programas de salud 
	pública.
	
	Además de sus aplicaciones comerciales, son significativas las aplicaciones 
	de RFID en vigilancia con fines políticos, policíacos, incluso represivos y 
	carcelarios. La proliferación de los sistemas de identificación RFID 
	(actualmente se discute o instrumenta su aplicación en pasaportes, billetes, 
	tarjetas de identificación, transportes, inmigrantes, detenidos, policías, 
	vigilantes, etcétera) conllevará un aumento de las distancias a las que se 
	pueden leer y de la cantidad de "estaciones" para su lectura. Una de las 
	aplicaciones que se venden en México inserta un chip entre la suela y el 
	taco de los zapatos en el proceso de fabricación, haciendo imposible ver el 
	chip a simple vista, pero permitiendo que quien pueda leer esta información 
	conozca el paradero de su dueño en cualquier lugar en que se encuentre.
	
	Este tipo de seguimiento ya es posible hacerlo a través de los teléfonos 
	celulares, que de hecho funcionan como GPS (sistema de posicionamiento 
	geográfico satelital). Como con los RFID, la mayoría de los usuarios no lo 
	sabe. Al igual que con otras nuevas tecnologías, su aceptación depende de 
	que la mayoría de la gente no sepa realmente lo que implican. Y esto, pese a 
	tanta vigilancia, cada vez es más difícil.
	
          
					
	
	
		
			
				
				
					
						
							
								
								
									
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										Silvia Ribeiro* 
										
										La Jornada 
										
										13 de diciembre de 2006  | 
										
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	1 - 
	Katherine Albrecht y Liz McIntyre en 
	Chips espías, 
	Grupo Nelson, 2006
	
	* 
	Investigadora del Grupo ETC
	
	Ilustración: Fotocomposición 
	Rel-UITA
	 
	
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