Argentina

El costo humano del modelo sojero

 

Norma Giarraca es docente de sociología del Instituto Gino Germani de Buenos Aires, Argentina. Se especializa en el estudio de protestas sociales. En un artículo publicado en la revista Seedling explica el proceso de implantación del modelo sojero en el noroeste argentino durante la década de 1990

 

 

En los primeros años de la década de 1990, durante el gobierno del presidente Ménem, la estructura social de nuestro sector agrícola pasó por una profunda transformación. Se desarmó el aparato institucional que había permitido la coexistencia de terratenientes, productores medianos, familias campesinas y comunidades indígenas (éstas últimas, ya fuertemente desintegradas, aunque continuaban en sus tierras en el Norte y en algunas zonas del Sur). La agricultura fue abierta al mercado mundial en un momento en que los precios de los productos primarios bajaron. Este proceso provocó una fuerte crisis, durante la cual el gobierno no prestó asistencia. Muchos productores no se recuperaron. El resultado fue lo que llamamos el modelo sojero. El término no se refiere solamente al predominio de un cultivo, la soja, sino a la lógica subyacente de la expansión agrícola. Esta lógica –la lógica de los agronegocios– está enfocada casi por completo hacia los mercados externos.

A lo largo de las últimas décadas la plantación de soja argentina se ha extendido vertiginosamente, incorporando tierras cultivables, pampas y bosques. Desde 1970 a 2007 la cosecha de soja creció de 27.000 toneladas anuales a 43 millones de toneladas

 

Difiere de la lógica de períodos anteriores de la agroindustria, que se orientaba también hacia los precios domésticos y la producción de alimentos para el país. Si bien siempre habían existido tensiones entre ambos –la producción para el mercado externo y para el mercado interno– los dos habían coexistido. En realidad, los industriales necesitaban el sector agrícola para la producción de alimentos para los trabajadores. Sin embargo, el nuevo modelo destruyó esta coexistencia, todo se orientó hacia la exportación, con consecuencias serias: la desaparición de otros cultivos, la reducción del número de tambos y el avance de la soja hacia las zonas ganaderas de las pampas, es decir tierras no aptas para la agricultura de cultivos.

 

Debemos resaltar el hecho que las relaciones entre los terratenientes, los productores medianos y las familias campesinas entraron en crisis, una crisis total. No sólo se trataba de que los terratenientes ganaran el predominio; una parte de los propietarios tradicionales se opuso también al nuevo modelo. Sin embargo, otro sector del mismo grupo se asoció con los nuevos inversores, el llamado “pool” de inversores del exterior, quienes invirtieron en la soja, pero también con los agrónomos que trabajaban para ellos, introduciendo cultivos genéticamente modificados. Este grupo comenzó a apropiarse de las tierras de los productores medios en las pampas. Se servían de los mismos mecanismos que se habían usado en otras partes del mundo, incluyendo los Estados Unidos y Canadá, para apropiarse de las tierras de los productores medianos: primero, préstamos abundantes y después, una crisis de la deuda. Se otorgaron préstamos exorbitantes a los productores, superiores al valor de sus tierras, y luego se ejecutaron los deudores, obligando a los productores a vender todo.

 

Hubo resistencias. Un movimiento importante, el Movimiento de Mujeres Agropecuarias de Lucha logró evitar que más de 500 a 600 familias perdieran sus tierras, pero no fue más que una gota en el océano: Miles fueron expulsados. Quienes perdieron sus tierras fueron los descendientes de los migrantes que habían llegado a Argentina a principios del siglo XX. La presidenta del movimiento de mujeres trabajaba tierras que ella y su marido heredaron de su suegro francés, quien había llegado a principios del siglo y luego había adquirido 90 hectáreas de tierra.

¿Quién controla el negocio de la soja?

-Comercio global:

 

Bunge, ADM, Cargill, Dreyfus. Tres compañías controlan 80 por ciento del mercado europeo de prensado. Cinco compañías controlan 60 por ciento de la producción de Brasil.

 

-Semilla de soja:

 

Monsanto y DuPont.

Monsanto controla 25 por ciento del mercado global.

 

Fuentes: ETC Group, WWF, UK Food Group, Cargill.

 

Pero los productores de soja no se contentaron con la incorporación de esas tierras. Al aumentar el precio de la soja avanzaron hacia tierras marginales del Norte, más allá de las tierras fértiles de las pampas. ¿Quién vivía en el Norte? Campesinos que habían vivido en la región por más de 20 años, donde plantaron básicamente cultivos para comida, pero también algunos cultivos agroindustriales como algodón, caña de azúcar y yerba mate. ¿Quién más? Comunidades indígenas que reclamaron el derecho definitivo sobre sus tierras. Esas tierras se caracterizaron por altos niveles de biodiversidad, quizá los más altos del país. Sin embargo la expansión del modelo destruyó todo. Y por primera vez apareció la violencia institucionalizada contra las familias campesinas. Como en su mayoría no tenían títulos de propiedad el gobierno provincial decidió que las tierras pertenecían al Estado; así lo podía vender a quienes vinieron de afuera. Luego de su forestación esas tierras nunca más podrán ser usadas para la agricultura de cultivos. A pesar de que las áreas forestadas parezcan verdes, en realidad se convertirán en desiertos verdes, ya que los ecosistemas y corrientes hídricos sufrirán daños serios, por lo que, debido a la falta de agua, las comunidades locales y familias campesinas serán arrinconadas en áreas cada vez más reducidas y finalmente expulsadas de sus tierras. Como consecuencia de la demanda de madera y restos de madera de parte de las destilerías los precios de la leña aumentará, causando enormes penurias a las familias del Sur de Chile, ya que la leña es la fuente principal de energía. Los inversores llegaron y contrataron guardas privadas de seguridad para expulsar los campesinos. El movimiento indígena fue tratado de la misma forma. Los productores de soja llegaron acompañados de guardias de seguridad, la policía provincial e incluso algunos funcionarios judiciales (el sistema judicial argentino es una vergüenza, sobre todo en Salta y Santiago del Estero). Deshicieron las comunidades, destrozaron sus tierras sagradas, sus cementerios y sus escuelas. Algunos antropólogos argentinos están planteando la pregunta, si no correspondería usar el término “etnocidio” para describir lo que aconteció, especialmente a las comunidades no organizadas como los  wuichis y los guaraníes, ambos grupos pequeños de 40 familias aproximadamente.

 

Nuevamente hubo resistencia. Surgieron algunos movimientos campesinos e indígenas fuertes, como por ejemplo el Movimiento Campesino e Indígena de Argentina y el Movimiento Campesino de Santiago del Estero – MOCASE.

 

Rel-UITA

              17 de septiembre de  2007

 

 

 

Artículo original y destacados publicados (en inglés) en la revista Seedling, julio de 2007

Traducción: Rel-UITA

Foto: cronicarural.com.ar

 Volver a Portada

 

  UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905