Las metas de
incorporación de agrocombustibles fijadas
por la Unión Europea y
el Poder Ejecutivo alemán generan resistencias entre organizaciones de
cooperación y en la
misma coalición en el
gobierno.
En enero de este año la Unión Europea (UE) presentó
sus planes para la protección ambiental que incluye, entre otros aspectos, la
incorporación obligatoria de carburantes de origen agrícola a los combustibles
para vehículos. En el mismo sentido el gobierno alemán promueve el aumento de la
participación de los agrocombustibles desde el actual 5 por ciento al 10 por
ciento en 2010, y hasta 20 por ciento en 2020. Estos planes han generado
cuestionamientos desde diferentes tiendas.
Organizaciones de cooperación para el desarrollo, tanto
católicas como protestantes -Misereor, Pan para el Mundo,
Servicio Evangélico de Desarrollo-, critican los planes del gobierno como
“doblemente contraproducentes”, ya que el auge de los agrocombustibles
conspiraría contra la seguridad alimentaria y el combate de la pobreza. En el
caso de algunas de estas organizaciones, esta crítica viene acompañada del
rechazo a la admisión de organismos genéticamente modificados (OGM),
siguiendo el razonamiento de que en caso de dudas deba primar el principio de la
precaución.
Paralelamente la ministra federal de Cooperación Económica y
Desarrollo, Heidemarie Wieczorek-Zeul, se mostró “muy preocupada” por la
reasignación de tierras fértiles en los países en desarrollo a la producción
agrícola para agrocombustibles, y ante la eventualidad de que los planes
europeos y alemanes no se modificaran. El Ministerio reclama la introducción de
un sistema de monitoreo para estudiar si las consecuencias dañinas del fomento
de los agrocombustibles se justifican por sus beneficios en materia de
protección climática. Se trata de una posición contraria a la de otros
integrantes del gabinete de ministros, en cuya opinión las metas fijadas deben
ser implementadas sin cambios, una posición compartida, entre otros, por el
ministro de Medio Ambiente, Sigmar Gabriel.
Mientras tanto, la crítica de parte del grupo parlamentario
conservador se refiere a la implementación de las metas europeas y alemanas y
sus efectos sobre cientos de miles de coches, cuyo estado técnico no tolera los
carburantes híbridos.
En el debate que se está perfilando, sería deseable que el
tema de los agrocombustibles se discutiera desde la perspectiva de las
consecuencias de la profundización de un modelo económico global que opera en
función de la demanda de energía en los mercados de mayor consumo y crecimiento,
y no desde la preocupación por la adaptación de motores obsoletos, más allá de
la importancia de este asunto para quienes no están en condiciones de comprar un
coche cero kilómetro.
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