Gerardo Iglesias,
secretario regional para América Latina de la
UITA, manifestó su preocupación ante el avance del
cultivo de palma africana en varios países de la región.
“Cada hectárea de palma que se destine a la producción
de agrocombustibles restará una hectárea para la
producción de alimentos”, señaló Iglesias.
“Durante su reciente visita a varios países de la región
–continuó–,
George W. Bush,
presidente de Estados Unidos,
expresó su apoyo a la producción de etanol, lo que fue interpretado por
algunos analistas como un viraje en su política sobre la
cuestión ambiental. ¡Nada más alejado de la realidad!
Bush desembarcó ahora de la misma forma en que lo
hiciera su padre en la Cumbre de Tierra en Rio de
Janeiro en 1992, donde manifestó: ‘Nuestro modo de vida
no puede ser objeto de negociaciones’”, recordó el
secretario latinoamericano, y agregó que “El 31 de enero
de 2006 George W Bush manifestó que ‘Estados
Unidos
debe actuar ahora para reducir la dependencia de fuentes
extranjeras de energía. Hacer que el país siga siendo
competitivo requiere energía de bajo costo: Estados
Unidos es adicto al petróleo, que a menudo es
importado de regiones inestables del mundo…’”.
“Según el diseño del Norte –denunció Iglesias– nuestro
territorio se convertirá en un gran surtidor de
combustible barato para su población ‘auto-dependiente’;
son 250 millones de vehículos en Estados Unidos.
El futuro, según las nuevas políticas del imperio,
acrecentará la extensión de los desiertos verdes,
profundizará el modelo de una agricultura sin
agricultores y será el tiro de gracia al derecho a la
soberanía alimentaria de nuestros pueblos”, finalizó.
Por su parte,
Hemasari Dharmabuni,
de UITA Indonesia, abordó las consecuencias
sociales y ambientales que comporta la plantación
industrial de la palma aceitera. “El uso intensivo de
agrotóxicos, especialmente el Paraquat o
Gramoxone –puntualizó Hemasari–, producido
por la transnacional Syngenta, está afectando la
salud de miles de trabajadoras y trabajadores”.
Hemasari
citó un informe elaborado por la Red de Acción contra
los Pesticidas (PAN, por sus siglas en
inglés), en el cual una trabajadora de Malasia
relata que “Cuando
empecé a manipular los agrotóxicos experimenté dolores
de cabeza.... Particularmente, cuando usaba Gramoxone
mi nariz sangraba. Solía experimentar severos dolores en
el costado izquierdo de mi estomago”.
La
dirigente de Indonesia alertó, además, que “Esta
situación es aún más grave si tenemos en cuenta que el
número de trabajadores migrantes conforma una amplia
mayoría en Malasia”.