Cortadores de caña de azúcar de Brasil

Los esclavos del etanol

 

 

Mucho se ha hablado en los últimos meses

sobre la “revolución energética” brasileña

 producida por el bioetanol, pero poco

 y nada se sabe sobre las condiciones

 laborales que sufren los cañeros: una hueste

 de emigrados provenientes de los estados

 más pobres, que muchas veces terminan

atrapados en redes de trabajo semiesclavo

 

 

 

La consolidación de Brasil como uno de los mayores productores mundiales de etanol (agrocombustible producido a partir de la caña de azúcar), así como la progresiva expansión de su industria sucroalcoholera, se apoyan en el trabajo de millares de cortadores de caña en condiciones laborales de semiesclavitud. Si bien no existen cifras oficiales por la “alta rotatividad” de la actividad -el cortador de caña de hoy se vuelve después cosechador de café- se estima que en todo Brasil existen cerca de un millón de cañeros trabajando en los distintos cañaverales*.

 

Al estado de São Paulo (que concentra cerca del 70 por ciento de la producción nacional de agrocombustibles) llegan anualmente cerca de 280 mil “nordestitos” provenientes de Minas Gerais, Maranhao y Piauí. Son los trabajadores ocultos tras “un mar de caña” que produce “un río de alcohol” -según definió el ex ministro de Agricultura Roberto Rodrigues-, que cortan a mano seis de cada diez toneladas de caña producida en el país. En 2006 la cosecha de caña en todo el territorio brasileño batió un récord histórico, llegando a 372,67 millones de toneladas producidas en cerca de seis millones de hectáreas. Pero “El modelo de relación laboral que ampara parte de ese éxito económico, puede estar matando gente”, concluían los inspectores del Ministerio Público del Trabajo (MPT) en el diario O Estado de São Paulo.

 

La última víctima

 

El cañero José Pereira Martins, de 51 años y oriundo de Aracuaí (Minas Gerais) falleció hace tres meses en un cañaveral paulista. Pereira pasó a engrosar la lista de 17 muertes registradas desde 2004 a la fecha por la Pastoral del Migrante, entidad de la Iglesia Católica que atiende a los nordestinos que llegan en busca de trabajo a San Pablo.

Los números de la explotación

 

Un trabajador que corta y apila un promedio de 12 toneladas de caña por día realiza las siguientes actividades durante su jornada laboral:

 

 Camina unos 8,8 quilómetros (desplazándose desde el lugar donde corta hasta el lugar donde apila).

 Da unos 366.300 golpes de facón, cuya intensidad depende de que la caña haya sido previamente quemada, lo que facilita el trabajo, o si está “cruda”, lo que la deja más resistente.

 Carga las 12 toneladas en atados de 15 quilos de peso cada uno.

Realiza unos 800 trayectos de 1,5 a 3 metros cada uno, cargando en los brazos los atados de 15 quilos de caña.

 Hace aproximadamente 36.630 flexiones de la pierna para golpear la caña, ya que ésta debe ser cortada al ras del suelo.

 

* Datos de un estudio realizado por Francisco Alvez, profesor adjunto del departamento de Ingeniería de producción de la Universidad Federal de Ceará.

 

Se sospecha que la causa de muerte habría sido la superexplotación laboral, un régimen de trabajo que ya comenzó a ser concebido como semiesclavo. “Es en la remuneración por producción que reside el problema”, concluye el fiscal público del MPT, Mario Antonio Gomes, responsable de una “megainvestigación” sobre negligencias en el sector, que en 2006 inspeccionó 74 establecimientos en el interior de San Pablo. “El modelo (de remuneración) puede ayudar a la competitividad económica del sector, pero definitivamente, no es una forma de garantizar calidad de vida a millares de boias frias (trabajadores rurales semiesclavos)”, agregó.

 

Los desempleados son reclutados por “gatos” (seudo empresarios que hacen de intermediarios entre la plantación y los trabajadores) con la esperanza de obtener la tranquilidad de un sueldo fijo y los beneficios de un trabajo registrado. La mayoría de los jornaleros son hombres de entre 18 y 35 años, desocupados o agricultores domésticos, que viajan durante varios días confinados en camiones o en autobuses alquilados -generalmente con dinero adelantado por el “gato”- para cumplir jornadas de entre ocho y doce horas y ganar entre 2,4 y 3 reales (entre 1,2 y 1,5 dólares americanos) por tonelada de caña cortada y apilada.

 

“Ellos vienen con la ropa que traen y nada más. Los niños sufren de mala nutrición y las mujeres están enfermas. Intentamos reducir el problema, pero es imposible hacerlo. La explotación es total”, manifestó la jefa del Departamento del Servicio Social de Palmares, Valeria Gardiano.

 

De acuerdo con estudios realizados, la productividad promedio de un cortador de caña se duplicó desde la década del 80, llegando actualmente a unas 12 toneladas por día. El mínimo al que deben llegar todos los días es a las 10 toneladas (de lo contrario son despedidos), lo que les permite recibir un salario mensual de 653 reales (337 dólares).

 

Además los cañeros para trabajar utilizan una indumentaria que aumenta su temperatura corporal: botas con puntas de acero, canilleras hasta las rodillas, pantalones de lino, camisa de manga larga con puños forrados de polyfom (espuma de poliuretano expandido) para proteger el brazo que sostiene el as de caña, guantes de cuero, un pañuelo en el rostro, y sombrero o gorro. Esta vestimenta les permite protegerse del polvo y hollín que desprende la quema de la caña previa al corte y de los cortes en la piel que producen sus hojas, pero a su vez les hace perder un promedio de ocho litros de agua diarios.

 

“Si se mira la boca de un cañero se ve que el paladar, las encías, los dientes, la garganta, está todo negro, igual a los de los trabajadores de las minas de carbón. Imagine el estado de esos pulmones”, relató a Brecha Roberto Nereu, médico que atiende hace más de una década a los cortadores de caña de una usina paulista.

 

Crecimiento con pies de barro

 

El año pasado la industria de la caña de azúcar fue en Brasil el segundo producto agrícola más exportado, arrojando una ganancia de 8.000 millones de dólares, y promete este año facturar unos 40.300 millones de reales (20.800 millones de dólres). Pero este crecimiento sostenido de todas formas no ha repercutido en una mejora de las condiciones laborales entre sus trabajadores**. Si bien en los años ochenta, después de un ciclo de movilizaciones sindicales y huelgas, los cañeros conquistaron un piso salarial de 2,5 salarios mínimos, hoy éste varía de uno a dos salarios mínimos en función de los acuerdos colectivos. El sustento de la “revolución energética brasileña” anunciado por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva parece estar anclado entonces en la explotación de los trabajadores. No en vano, los sindicalistas y trabajadores advierten que la vida útil de un cortador de caña es de 15 años. “Después de ese tiempo, si está vivo, es inválido. Prácticamente no existe quien se jubile como cortador de caña”, manifestó a la prensa un inspector del Ministerio de Trabajo. El corte de caña a machete provoca serias lesiones por esfuerzo repetitivo, y el exceso de trabajo causa el síndrome denominado birola, que provoca mareos, desmayos, calambres y convulsiones.

 

“El problema es que ellos ya llegan (de sus lugares de origen) en condiciones físicas impropias para soportar el trabajo, desnutridos, con cardiopatías y otras secuelas provocadas por el mal de Chagas, no vienen inmunizados contra sarampión, tuberculosis... entonces, no aguantan”, agregó Nereu.

 

Su situación laboral es tan mala, que después de las inspecciones realizadas por la fiscalía del Ministerio de Trabajo, los “beneficios” obtenidos fueron el derecho a gozar de “una sombra” mientras almuerzan, a beber agua fresca, a contar con baños y duchas en los alojamientos y a ser trasladados en autobús hasta los cañaverales, explicó a Brecha la hermana Inés, de la Pastoral del Migrante.

 

Sus condiciones de alojamiento dejan también mucho que desear. Según informa el diario Jornal da Região (de São José do Rio Preto, San Pablo), las viviendas de los cañeros visitadas “son alojamientos donde hay un baño cada 40 hombres, cuartos donde seis hombres se comprimen en malolientes nueve metros cuadrados, cocinas sucias y techos de lona en un antiguo corral adaptado”. En los “pequeños cuartos de piso de tierra” algunos trabajadores duermen sobre un paño grueso colocado sobre la parrilla de la cama, mientras que otros lo hacen directamente en el piso.

 

El coordinador de la Pastoral del Migrante, Jadir Ribeiro, resumió su situación en forma muy gráfica: “Ellos viven como animales”. Y además denunció que las plantaciones “se eximen cada vez más de la responsabilidad por lo que sucede con los cortadores de caña”, utilizando a los “gatos” como intermediarios, lo que hace que la situación de esos trabajadores “se asemeje cada vez más al tráfico humano”. Y para colmo de males los “gatos” imponen a los cañeros lo que se llama “inmovilización de la fuerza de trabajo” para asegurarse que paguen las deudas contraídas (dinero adelantado para viajar, o por comprar víveres). El pago de la deuda o el “no salir debiendo” forma parte de los códigos que imperan en los grupos sociales a los que pertenece el trabajador rural. Una cuestión de honor que, según estudios, explica en parte, su disposición a soportar la esclavitud. También este código de honorabilidad es responsable de las “fugas” de los trabajadores, no solamente de los lugares de trabajo sino de sus propios hogares, a los que muchas veces nunca vuelven. La sensación de haber fracasado en su rol de “macho proveedor” resulta demasiado penosa para sus esquemas de masculinidad.

 

Tomado de Brecha

Convenio Brecha / Rel-UITA

22 de junio de 2007

 

 

*Acre, Rondonia, Amazonas, Pará, Tocantins, Maranhao, Piauí, Ceará, Río Grande del Norte, Paraiba, Pernambuco, Alagoas, Sergipe, Bahia, Minas Gerais, Espíritu Santo, Rio de Janeiro, San Pablo, Paraná, Santa Catarina, Río Grande del Sur, Mato Grosso, Mato Grosso del Sur, Goiás.

 

**La mecanización del corte de caña se viene expandiendo en el sector, lo que podría traer aparejado un alivio al cañero, pero de todas formas esta tecnología sólo puede usarse en terrenos planos y con plantaciones que no crecen en forma enmarañada.

 

NdE: Artículo original Ana Pomi, Brecha, 22-6-2007

 

   artículo relacionado

4-4-2007
Los agrocombustibles en el tapete (II)
Reunión Global de Trabajadores de Palma Africana  |  Rel-UITA

 

 

Volver a Portada

 

  UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905