El planeta se apresta
a consolidar una nueva variante de matriz energética, y lo hace conducido por la
fuerza dominante: el capital. El modelo industrial de producción y consumo tiene
por base el uso intensivo de energía. Si el petróleo se acaba -dicen- sólo es
necesario encontrar sustitutos que permitan hacer más de lo mismo. Como dijo en
una alocución pública un inefable contralmirante de la Armada uruguaya y
despreciable dictador, Hugo Márquez: “Hemos dado un giro de 360 grados”. El
humor popular le atribuyó también a continuación una célebre frase que algunos
imputan al dictador español Francisco Franco, otros a Groucho Marx y aún otros a
Augusto Pinochet: “Estábamos al borde del abismo, pero hemos dado un paso
adelante”.
Coincidiendo con el supuesto fin del petróleo, se empieza a
admitir que el planeta se ha recalentado como consecuencia de su uso y abuso.
Por cierto, hay otras fuentes de gases de efecto invernadero, pero ninguna puede
soslayar la enorme tajada de responsabilidad de los combustibles fósiles en la
actual variación climática mundial. El promocionado cambio de matriz energética
viene jerarquizando en el imaginario social el uso de los llamados “biocombustibles”,
un término deliberadamente engañoso que pretende hacer caudal de conceptos
positivos como vida (bio) y energía, que utiliza el prefijo “bio” como apenas
disimulado sinónimo de “eco”, que alude reiteradamente a los combustibles o
energía “limpia”.
Por eso quienes estamos habituados a desconfiar del lenguaje
malicioso de las transnacionales nos esforzamos por agregar claridad a los
términos, porque así también se nos revelan los verdaderos conceptos.
Agrocombustibles es, pues, una definición mucho más próxima a la realidad, ya
que hasta ahora se han mencionado esencialmente dos productos provenientes de la
agricultura: el etanol -sobre todo de la caña de azúcar y el maíz- y el agrodiesel, cuya obtención es posible a partir de diversas oleaginosas.
Pero esta relación directa con el agro, el campo, la tierra,
con ser determinante, no es la única razón por la cual conviene destituir de la
categoría “bio” a los agrocombustibles. El modelo en vías de consolidación para
la producción en volumen industrial de etanol y agrodiesel tiene por base la
canalización del ciclo productivo hacia grandes complejos fabriles, y exige
alimentar las destilerías y plantas de prensado y refinado con descomunales
cantidades de materia prima.
Esto se hará priorizando la
rentabilidad, según la lógica capitalista, y por tanto implantando vastas
extensiones de monocultivos. Una visión verde hacia todos los horizontes, verde
dólar, desierto verde.
El
anillo de Moebius
Otro giro de 360 grados. Porque el
monocultivo es la quintaesencia del modelo industrial enclavado en el campo,
insaciable derrochador de insumos artificiales como semillas transgénicas,
fertilizantes, agrotóxicos, maquinaria cada vez más sofisticada y cara, y
-¡suprema paradoja!- gran consumidor de combustibles.
Como en el anillo de Moebius, la hormiga de las transnacionales -cada vez
más fusionadas y concentradas- es la única pasajera de su propia eternidad.
Los monocultivos son un desierto verde porque
suprimen la vida, que siempre es diversidad, biodiversidad; porque en la
práctica obliga a la servidumbre de la tierra y de las personas, las pocas que
permanecen en el campo después de su expansión endémica.
El desierto verde establece un régimen
de concentración de la tenencia de la tierra -en propiedad o en uso- nunca
registrado en la historia de la humanidad, y quienes en ella permanecen lo hacen
al costo de transformarse en meros operarios, agroperarios, obreros del
campofábrica.
Afuera de sus terruños, de sus cicatrices y querencias, de su
historia y su cultura, de sus saberes, de sus vidas, los expulsados del campo
continuarán engrosando los albañales humanos creados por el “fracaso” del modelo
industrial urbano que, hace ya tiempo, mostró el lado inmundo de su festín
privado.
Nadie puede engañarse. A lo sumo, quienes toman las
decisiones cerrarán los ojos y sellarán sus oídos, pero en esto no hay
sorpresas. Los monocultivos avanzan
con la complicidad -cuando no el franco entusiasmo- de los gobiernos de la
región.
El modelo en vías
de consolidación para la producción en volumen industrial de etanol
y agrodiesel exige la implantación de vastas extensiones de
monocultivos |
Mientras tanto, los diseñadores del futuro ni siquiera
piensan en estas cosas, ocupados como están en imaginar lo imposible para
venderlo lo más caro posible. Algunas muestras gratis extraídas de un amplio
catálogo:
Cada año el estado de Illinois, el corazón maicero de
Estados Unidos, alberga al Farm Progress Show, algo así como una
feria de curiosidades agroindustriales donde nadie se sorprendería si apareciera
la mítica “mujer barbuda” o el pegajoso Hombre Araña. Según un informe
periodístico1, algunas de las principales novedades exhibidas en ese marco
por las trasnacionales de las semillas estuvieron referidas al mayor
aprovechamiento de los cultivos destinados a la producción de combustibles.
Así, por ejemplo, “Syngenta ya tiene lista una (nueva) tecnología.
Se trata de un producto (maíz) que saldrá al
mercado en 2008 y que viene2
con la enzima alfa-amilasa disponible, con lo cual las empresas se ahorran el
agregado de esa enzima en el proceso de fermentación del grano para producir
etanol”. Este maíz ya ni siquiera será alimentario, sino directamente alcoholero.
Más aún: el informe asegura que “Curt Kessler,
vendedor de cultivos a campo de la compañía (en el referido Farm Progress
Show) explicó que ‘Esto ahorra el costo de producir etanol’. Kessler
fue todavía más optimista sobre el impacto de la tecnología. Según señaló, los
fabricantes de etanol podrían terminar pagándoles un premio a los productores
del cereal que incorporasen ese adelanto”. ¿Alguien tiene alguna duda de que será mucho más rentable
producir este maíz con enzima incluida en lugar del comestible? ¿Cómo harán los
debilitados gobiernos locales -suponiendo que alguno lo desee- para destorcer el
anillo de Moebius de las transnacionales semilleras?
Dow AgroSciences
no se quedó atrás -dice el mismo informe-, y por su parte exhibió “un híbrido
que, si bien en un principio fue desarrollado para cerdos y pollos por su alta
energía, es evaluado para biocombustible. Se trata del Supercede HE High
Energy, que tiene en promedio un 50 por ciento más de aceite y un 50 por
ciento más de energía metabolizable”.
Sacándole etanol a las piedras
Esto mismo está ocurriendo con la caña de
azúcar, y en Brasil ya están prácticamente terminados los ensayos con cañas
transgénicas no comestibles con mayor rendimiento alcoholero3.
La investigación, financiada en un 85 por ciento por el Estado brasileño, ha
sido desarrollada por empresas como el Grupo Votorantim, pero también por
universidades y cooperativas de grandes plantadores.
No es una casualidad que el Grupo Votorantim, uno de
los conglomerados económicos más antiguos, multifacéticos y poderosos de
Brasil, esté involucrado en la investigación de cultivos transgénicos con
propósito alcoholero. Una de sus principales ramas es la producción de papel, o
sea de pasta de celulosa, “interfase” entre el árbol y el papel. Ya son muchos
los convencidos de que la embestida de las plantas de celulosa en la región del
Mercosur, tiene su origen más que nada en la visión del promisorio futuro
que esta pasta ofrece para la producción de etanol.
Según un informe del Movimiento Mundial por los Bosques
Tropicales (WRM, por sus siglas en inglés)4, el Departamento de Energía de Estados Unidos ha
concedido subvenciones para la investigación en el abaratamiento y optimización
de la producción de etanol celulósico por 385 millones de dólares a seis
proyectos distintos.
Son cada vez más
numerosas las voces de alerta sobre la ineficiencia de los
agrocombustibles para frenar el calentamiento global, y por ende
detener y revertir el proceso de cambio climático |
Según el informe de WRM, “El etanol celulósico pasa a
ser una nueva mercancía en torno a la cual se reúnen poderosos grupos de
diversos sectores que van armando un intrincado laberinto de interconexiones,
fusiones, alianzas: empresas de biotecnología como Diversa Corp,
Genencor (Estados Unidos), Novozymes Inc. (Dinamarca),
comparten intereses con las empresas automovilísticas Ascoma (Estados
Unidos), o Volkswagen, y con las petroleras Chevron y BP.
En esas investigaciones cuentan con el apoyo de centros de pesquisa como
Craig Venter de Estados Unidos, Scion y AgResearch de
Nueva Zelanda, SweTree Technologies de Suecia. Por su
parte, ArborGen -conformada por las empresas papeleras International
Paper y Mead Westvaco junto a la empresa de biotecnología Genesis-
evalúa la viabilidad de comercializar agrocombustibles a partir de celulosa”.
Otra fiesta privada.
Una
falsa alternativa
Para completar el panorama, son cada vez más numerosas las
voces de alerta sobre la ineficiencia de los agrocombustibles así concebidos
para frenar el calentamiento global y, por ende, para detener y revertir el
proceso de cambio climático ya engranado. Hartmut Michel, por ejemplo,
premio Nobel de Química en 1988, declaró a El País de Madrid5 que “con los biocombustibles no se ahorran emisiones de
dióxido de carbono”, y que la promoción de esa alternativa a nivel internacional
“está fomentando la pérdida de selva tropical en Indonesia, Malasia,
algunas zonas de África y en Brasil. Los biocombustibles son una
idea muy atractiva -agregó-, el término ‘bio’ vende mucho. Pero no soy el único
que critica los biocombustibles, basta hacer los cálculos”, advirtió.
En el mismo sentido, un estudio publicado en la revista
Science6 da cuenta de que sus autores se plantearon comparar las
emisiones de gas carbónico (responsable del efecto invernadero) ahorradas por
los cultivos de los agrocombustibles con las evitadas mediante otros usos del
suelo. Como conclusión, los científicos establecieron que desde el punto de
vista del balance ecológico, antes que producir agrocombustibles “Sería
más conveniente concentrarse sobre la eficacia energética de los combustibles
fósiles, conservar los bosques y sabanas, restaurar los bosques naturales y las
praderas en las tierras que no son necesarias para producir alimentos”.
La producción de agrocombustibles mediante monocultivos y
plantas transgénicas es, sin ningún lugar a dudas, un giro de 360 grados y, al
borde del abismo, un gran y suicida paso al frente.
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