El desenlace
Agosto, 2004
Y allí estaba Doña Salustiana dos años después, cuando
llegamos en grupo para celebrar la sentencia judicial
que, finalmente, después de casi seis años, les dio la
razón. Lo que sigue es parte del material periodístico
producido entonces.
Cuando
salió la sentencia
Casi seis años después de que fueran contaminados por
la empresa estadounidense Delta & Pine con miles de
kilos de agrotóxicos, los pobladores de Rincon’í hacen
en estos días una merecida pausa en su lucha para
festejar que, finalmente, la justicia paraguaya falló
a su favor en el juicio penal que iniciaran en
noviembre de 1998.
Con fecha 14 de julio de 2004 el juez Penal, de
Liquidación y Sentencia de Paraguarí, doctor Germán
Torres, resolvió: “Tener por probada la existencia del
hecho punible contra el medio ambiente y de
procesamiento ilícito de desechos, y la participación
del acusado Nery Guzmán Rivas en calidad de autor
directo y de Julio César Chávez en calidad de cómplice
en la perpetración del hecho”. El ingeniero agrónomo y
funcionario de confianza de la Delta & Pine Nery Rivas
fue condenado a dos años de prisión en calidad de
responsable directo, y Chávez, el propietario del
terreno donde se abandonó la basura tóxica, a 15 meses
de prisión. Ambas penas quedaron suspendidas “a prueba
durante tres años” según lo habilita la ley paraguaya
en situaciones especiales, lo que implica, en este
caso, una multa de aproximadamente 30 mil dólares
entre ambos, la prohibición de salir del país y
cambiar de domicilio sin autorización judicial y la
obligación de presentarse al juzgado cada cuatro
meses. Este régimen deberá ser estrictamente respetado
durante tres años por los condenados, y en caso
contrario podrán ser conducidos a la cárcel para que
cumplan la totalidad de la pena de prisión.
No menos importante es otra resolución incluida en la
sentencia del juez Torres por la cual permanecerá
abierto este proceso en relación con el estadounidense
Eric Lorenz, representante en Paraguay de la Delta &
Pine Company, quien huyó del país poco después del
crimen y que ahora es declarado formalmente “en
rebeldía” por la justicia paraguaya.
Por otra parte, el dictamen consideró que no hay
pruebas suficientes en el expediente que permitan
relacionar la muerte de Agustín Ruiz -fallecido un mes
después de la contaminación- con la presencia de las
semillas envenenadas en Rincon’í, desestimando la
posición de los fiscales que solicitaron la condena de
ambos acusados por “homicidio culposo”.
Finalmente, el juez Torres estimó necesario que se
integre una comisión bipartita entre los vecinos
afectados por la contaminación y representantes del
Ministerio de Salud Pública para que se administre de
forma conjunta el dinero proveniente de la multa que
tendrán que pagar los acusados y que deberá utilizarse
en lo que esa comisión determine.
Los condenados no hicieron uso del derecho a
apelación, y el plazo para hacerlo ya expiró, por lo
que la sentencia debe considerarse como definitiva.
Puede decirse, por lo tanto, que la victoria judicial
de los vecinos de Rincon’í ha sido total, contundente
y sin ambigüedades. Según algunos especialistas, esta
es inclusive la primera vez en América Latina que se
produce una condena penal por un delito ambiental
intencional, lo que coloca la lucha de estos vecinos
en un sitio ejemplar.
Ana María Segovia, portavoz del grupo de pobladores
afectados por la contaminación, ha sido su alma mater,
y también el símbolo de la resistencia, de la rebeldía
y del coraje de su comunidad, tres características muy
identificadas con la idiosincrasia paraguaya. Poco se
ha dicho sobre esto para no cebar a la fieras, pero
estos seis años no fueron de espera sino de lucha
constante contra las amenazas veladas o directas,
contra las manipulaciones que por momentos lograron
dividir a las víctimas, contra las dificultades y
limitaciones económicas que imponían frustraciones e
impotencia, contra abogados desleales que terminaron
trabajando para los adversarios y casi logran hacer
naufragar todo el juicio, afortunadamente sustituidos
a tiempo, y a veces contra las propias dudas y
debilidades que traían desazón e impotencia. Hubo
quienes entregaron su tiempo y su energía para
enfrentar estas adversidades, hubo quien puso su
dinero, quien acercó una mano solidaria, un abrazo
fraterno o una palabra de aliento, y fueron muchos y
muchas, pero hubo alguien que puso su vida entera a
disposición, comprometiéndose en esta lucha
completamente, como integrante de su comunidad, como
madre, como mujer y como persona, y esa es Ana María
Segovia.
“Es un día feliz –dice hoy Ana María- porque después
de tanto tiempo, de tanta lucha y sufrimiento hemos
llegado al objetivo que nos habíamos planteado junto
con mi comunidad: probar que fuimos víctimas de un
acto ilegal y que los responsables fueran castigados.
Hubiésemos deseado que las condenas fuesen más
severas, más en concordancia con el daño que hemos
sufrido y que seguramente continuaremos padeciendo, ya
que los efectos de la contaminación en nuestra salud y
la de nuestros hijos se verán también a largo plazo.
Pero igualmente estamos satisfechos porque creemos que
se hizo justicia, por lo menos con los acusados
paraguayos. Ahora habrá que pensar cómo haremos para
que el señor Lorenz enfrente sus responsabilidades, y
también comenzaremos a prepararnos para un próximo
juicio civil. En nombre de mi comunidad quiero
agradecer a todas las personas e instituciones que nos
apoyaron en esta lucha, y especialmente al Pai Oliva
que siempre nos alentó a continuar luchando, a la
prensa paraguaya que nos brindó espacios y atención
constantes, a los que no quieren ser nombrados y a la
secretaría regional de la UITA, sin la cual nunca
hubiésemos podido llegar hasta acá”.
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