Paraguay
Las semillas de la muerte
Una victoria judicial sin precedentes
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Casi
seis años después de que fueran contaminados por la empresa
estadounidense Delta & Pine con miles de kilos de
agrotóxicos, los campesinos de Rincon'í hacen en estos días
una merecida pausa en su lucha para festejar que,
finalmente, la justicia paraguaya falló a su favor en el
juicio penal que iniciaran en noviembre de 1998.
Con fecha 14 de julio el juez Penal, de Liquidación y
Sentencia de Paraguarí, doctor Germán Torres, resolvió:
“Tener por probada la existencia del hecho punible contra el
medio ambiente y de procesamiento ilícito de desechos, y la
participación del acusado Nery Guzmán Rivas en calidad de
autor directo y de Julio César Chávez en calidad de cómplice
en la perpetración del hecho”.
El ingeniero agrónomo y funcionario de confianza de la
Delta & Pine Nery Rivas fue condenado a dos años de
prisión en calidad de responsable directo, y Chávez, el
propietario del terreno donde se abandonó la basura tóxica,
a 15 meses de prisión. Ambas penas quedaron suspendidas “a
prueba durante tres años” según lo habilita la ley paraguaya
en situaciones especiales, lo que implica, en este caso, una
multa de aproximadamente 30 mil dólares entre ambos, la
prohibición de salir del país y cambiar de domicilio sin
autorización judicial y la obligación de presentarse al
juzgado cada cuatro meses. Este régimen deberá ser
estrictamente respetado durante tres años por los
condenados, y en caso contrario podrán ser conducidos a la
cárcel para que cumplan la totalidad de la pena de prisión.
No menos importante es otra resolución incluida en la
sentencia del juez Torres por la cual permanecerá abierto
este proceso en relación con el estadounidense Eric Lorenz,
representante en Paraguay de la Delta & Pine Company, quien
huyó del país poco después del crimen y que ahora es
declarado formalmente “en rebeldía” por la justicia
paraguaya.
Por otra parte, el dictamen consideró que no hay
pruebas suficientes en el expediente que permitan relacionar
la muerte de Agustín Ruiz –fallecido un mes después de la
contaminación– con la presencia de las semillas envenenadas
en Rincon'í, desestimando la posición de los fiscales que
solicitaron la condena de ambos acusados por “homicidio
culposo”.
Finalmente, el juez Torres estimó necesario que se
integre una comisión bipartita entre los vecinos afectados
por la contaminación y representantes del Ministerio de
Salud Pública para que se administre de forma conjunta el
dinero proveniente de la multa que tendrán que pagar los
acusados y que deberá utilizarse en lo que esa comisión
determine.
Los condenados no hicieron uso del derecho a
apelación, y el plazo para hacerlo ya expiró, por lo que la
sentencia debe considerarse como definitiva.
Puede decirse, por lo tanto, que la victoria judicial
de los vecinos de Rincon'í ha sido total, contundente y sin
ambigüedades. Según algunos especialistas, esta es inclusive
la primera vez en América Latina que se produce una condena
penal por un delito ambiental intencional, lo que coloca la
lucha de estos campesinos en un sitio ejemplar.
Ana María Segovia, portavoz del grupo de pobladores
afectados por la contaminación, ha sido su alma mater, y
también el símbolo de la resistencia, de la rebeldía y del
coraje de su comunidad, tres características muy
identificadas con la idiosincrasia paraguaya. Poco se ha
dicho sobre esto para no cebar a la fieras, pero estos seis
años no fueron de espera sino de lucha constante contra las
amenazas veladas o directas, contra las manipulaciones que
por momentos lograron dividir a las víctimas, contra las
dificultades y limitaciones económicas que imponían
frustraciones e impotencia, contra abogados desleales que
terminaron trabajando para los adversarios y casi logran
hacer naufragar todo el juicio, afortunadamente sustituidos
a tiempo, y a veces contra las propias dudas y debilidades
que traían desazón e impotencia. Hubo quienes entregaron su
tiempo y su energía para enfrentar estas adversidades, hubo
quien puso su dinero, quien acercó una mano solidaria, un
abrazo fraterno o una palabra de aliento, y fueron muchos y
muchas, pero hubo alguien que puso su vida entera a
disposición, comprometiéndose en esta lucha completamente,
como integrante de su comunidad, como madre, como mujer y
como persona, y esa es Ana María Segovia.
“Es un día feliz –dice hoy Ana María– porque después
de tanto tiempo, de tanta lucha y sufrimiento hemos llegado
al objetivo que nos habíamos planteado junto con mi
comunidad: probar que fuimos víctimas de un acto ilegal y
que los responsables fueran castigados. Hubiésemos deseado
que las condenas fuesen más severas, más en concordancia con
el daño que hemos sufrido y que seguramente continuaremos
padeciendo, ya que los efectos de la contaminación en
nuestra salud y la de nuestros hijos se verán también a
largo plazo. Pero igualmente estamos satisfechos porque
creemos que se hizo justicia, por lo menos con los acusados
paraguayos. Ahora habrá que pensar cómo haremos para que el
señor Lorenz enfrente sus responsabilidades, y también
comenzaremos a prepararnos para un próximo juicio civil. En
nombre de mi comunidad quiero agradecer a todas las personas
e instituciones que nos apoyaron en esta lucha, y
especialmente al Pai Oliva que siempre nos alentó a
continuar luchando, a la prensa paraguaya que nos brindó
espacios y atención constantes, a los que no quieren ser
nombrados y a la secretaría regional de la UITA, sin la cual
nunca hubiésemos podido llegar hasta acá”.
Carlos Amorín
Gerardo Iglesias
© Rel-UITA
26 de julio de 2004
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