La
investigación médica
Motivado por el sacerdote
Jorge Palka,
el doctor Pablo Balmaceda, con ayuda de una bioquímica
que solicitó no ser identificada, trabajó en Rincon'í
extrayendo muestras de sangre y efectuando
interrogatorios clínicos a los contaminados.
Balmaceda se recibió en Polonia y hace 15 años que
regresó al Paraguay donde ejerce su profesión. Su
vocación social lo llevó a vincularse con varias
comunidades indígenas por intermedio de la Conferencia
Episcopal paraguaya. Desarrolló programas de salud en
esas colectividades, y en los últimos años, con el
apoyo de un grupo de personas, creó la organización no
gubernamental "Orígenes", que se dedica a la
asistencia sanitaria de grupos indígenas en el Chaco
paraguayo, la zona donde estas comunidades son más
pobres.
Balmaceda entró en contacto con varios laboratorios
médicos de Asunción solicitándoles sus servicios para
efectuar estudios de la sangre de los pobladores de
Rincon'í, estudios que resultaban de vital importancia
para saber si efectivamente estaban intoxicados y
poder actuar en consecuencia. Según relató Balmaceda,
ningún laboratorio quiso aceptar el trabajo, ni
siquiera cobrando por la tarea el precio habitual.
"Decían que se trataba de una empresa transnacional
demasiado poderosa y temían sufrir represalias",
afirmó el médico.
Intentó obtener la colaboración de los toxicólogos
asunceños, pero ninguno quiso comprometerse. Entonces
buscó bibliografía sobre intoxicaciones con pesticidas
fosforados y confeccionó él mismo un interrogatorio
que tomaba en cuenta los elementos fundamentales que
le permitirían identificar una intoxicación de ese
origen.
No todo el mundo se apartó de su lado; finalmente una
bioquímica aceptó efectuar los análisis en el
laboratorio donde trabajaba, aunque en condiciones de
semiclandestinidad: su nombre y el de la institución
no deberían trascender. La situación política motivaba
que estas personas temieran por su seguridad personal.
Como se verá más adelante, los poderosos personajes
que probablemente protegían tanto a los precursores
como a los responsables de estos delitos, eran los
herederos de décadas de autoritarismo impune, y apenas
un mes después, a fin de marzo de 1999, serían
acusados del homicidio del vicepresidente de la
República, Luis María Argaña.
Mientras el juez Ocampos dictaba una sentencia que
desconocía los derechos de sus compatriotas y se
rendía a los intereses de la transnacional Delta&Pine,
el doctor Balmaceda trabajaba en Rincon'í. El
meticuloso interrogatorio que había elaborado
contemplaba la detección de hábitos previos que
pudiesen oscurecer el diagnóstico. Entre el 4 y el 8
de febrero de 1999 logró estudiar y extraer muestras
de sangre, orina y saliva a 74 habitantes de Rincon'í.
Tomó muestras de la tierra y del agua de pozos más
bajos que el nivel del terreno contaminado y de otros
más altos. Elaboró un mapa de la distribución
geográfica de los sujetos analizados con relación a la
fuente tóxica, y estableció la dirección de los
vientos dominantes en la zona.
Las semillas llevaban dos meses allí, y aun entonces
Balmaceda debió exigirse al máximo para soportar el
olor fétido que invadía toda la región. Elaboró y
sistematizó sus datos integrando un prolijo dossier
que está en su poder y en el de otras personas e
instituciones fuera de Paraguay. En entrevista con el
autor, Balmaceda comentó los resultados de su
investigación.
"A principio de febrero
-relató- estuvimos allí haciendo los exámenes
clínicos. Elaboramos un cuestionario que cubría los
aspectos más importantes para la detección de una
intoxicación, teniendo en cuenta los factores
ambientales, comportamentales y ocupacionales previos
al desecho de las semillas que podrían haber influido
en el estado de cada individuo. Por ejemplo, el
alcoholismo, el tabaquismo o el uso de pesticidas en
las labores habituales de los campesinos.
Estudiamos 74 casos en una población posiblemente
afectada de 600 personas. Hicimos un examen clínico
con base en el cuestionario mencionado, y además
exámenes laboratoriales que constaron de hemogramas,
poniendo especial énfasis en el estudio de las enzimas
hepáticas y la colinesterasa, que es la más importante
a analizar en este tipo de intoxicación. Prelevamos
muestras de orina que también analizamos, y de mucosa
bucal para un futuro estudio de ADN
(código genético; n.d.a) de estas personas,
teniendo en cuenta que algunos de los productos
tóxicos de las semillas pueden alterarlo.
También tomamos muestras de la tierra y el agua.
En función de la sintomatología que pudimos constatar
directamente
-afirmó el médico-, concluimos que existió una
intoxicación. Y los análisis laboratoriales demuestran
que en el momento de nuestra intervención las personas
presentaban un estado tóxico; aunque los valores
enzimáticos no estuviesen muy marcados, sí estaban
fuera de los valores normales.
Los principales síntomas que ellos referían, entre
otros, eran náuseas, vómitos, debilidad, diarrea
(síntoma de intoxicación grave), vértigo (un síntoma
raro, excepcional y que no se confunde con ningún
otro), cefaleas. Los adultos relataron que las
criaturas estaban irritables. Personas que trabajan
habitualmente en el campo se quejaban de que no podían
cavar más de 30 centímetros sin sentirse agotados,
cuando normalmente lo hacían durante horas.
Entre el 30 y el 40 por ciento de la población del
lugar son niños.
Del análisis posterior del agua surgieron algunos
resultados. En los pozos probablemente contaminados,
además de los cambios de coloración y de olor, existía
una inhibición para el desarrollo de bacterias,
mientras que en otros que no consideramos contaminados
por su posición geográfica con relación al lugar del
vertimiento de las semillas, hay presencia de
bacterias."
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El agua de pozo contiene normalmente bacterias; la
mayoría de ellas son absolutamente inocuas para la
salud humana. La ausencia de bacterias en el agua
analizada se debería, principalmente, a la presencia
masiva del producto KodiaK, una bacteria modificada en
laboratorio para destruir otras bacterias.
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