delta & pine

Las Semillas de la Muerte

Basura tóxica en Paraguay

 

 

El principio del fin

 

 

Faltaba poco para el fin de noviembre de 1998. Aquel día había empezado en Rincon'í como cualquier otro del estío paraguayo. Desde muy temprano el sol anunciaba que al mediodía haría mucho calor, quizás cerca de 40 grados, temperatura que en pleno verano sería incluso superada. Ya a esa altura del año caían los aguaceros cotidianos, a veces dos o tres por día, que proporcionaban un alivio pasajero, pero que, apenas volvía a salir el sol, cargaban el aire siempre quieto con una densa y caliente humedad. Un clima propicio para diversos cultivos como mandioca, maíz y... el algodón, el rey de los productos agrícolas paraguayos y uno de los principales generadores de divisas para la economía del país.

 

La enorme mayoría de los pobladores de Rincon'í se dedica a cultivar la tierra en minifundios cuyo rendimiento es siempre insuficiente para sostener a una familia. Casi todos mantienen, además, huertas familiares de donde sale lo principal del consumo diario. Son pobres, como lo son los campesinos latinoamericanos.

 

Julio Chávez posee una pequeña parcela de algo más de una hectárea en Rincon'í, aunque él vive en Ybicuí, la ciudad más próxima. Quizás por eso aceptó el trato que le ofrecieron el representante de la Delta&Pine Paraguay Inc., el ciudadano estadounidense Eric Lorenz, y el funcionario de esa empresa, ingeniero agrónomo Nery Rivas.

 

Temprano en la mañana de ese día, pues, llegó a Rincon'í el primer camión cargado con bolsas de semillas de algodón producidas por la empresa estadounidense Delta&Pine Land Co., importadas a Paraguay por la Delta&Pine Paraguay Inc. Traía aproximadamente mil bolsas de 22 kilos cada una, y personal para descargarlas en el predio de Chávez. Las bolsas eran bajadas del camión y apiladas en distintos puntos del terreno; después eran abiertas y vaciadas formando promontorios de dos metros de alto que posteriormente eran esparcidos por todo el terreno. Las semillas tenían un fuerte color azul, y al fin de ese día y luego de que más camiones hubiesen bajado su extraña carga, el lugar parecía parte de un escenario de ciencia ficción. Los camioneros tenían la precaución de recoger los restos de las bolsas abiertas antes de retirarse.

 

Los vecinos, entre sorprendidos y curiosos, interrogaron a Chávez acerca del sentido de aquella operación. Chávez les contestó que se trataba de semilla de algodón vencida (sin poder germinativo) que estaba siendo "integrada" al suelo como abono.

 

Al día siguiente llegaron más camiones, y esta vez algunos pobladores del lugar colaboraron con la descarga a cambio de una magra paga. Varios hombres, mujeres y hasta niños trabajaron durante doce horas sin ninguna protección, sin que nadie les alertara sobre los riesgos que estaban corriendo. Ni siquiera pudieron enterarse de qué decían las advertencias impresas en las bolsas de origen: las etiquetas estaban en inglés.

 

La concentración de semillas comenzaba a ser importante. El lugar empezó a despedir un olor nauseabundo, pestilente. La infaltable lluvia hizo su aparición, y la húmeda fetidez invadió toda la zona. Los vecinos más cercanos ya se quejaban: el hedor les daba dolor de cabeza, y de noche era tan intenso que no lograban dormir.

 

Ana María Segovia nació en Ybycuí hace 30 años; ahora tiene dos hijas, María José, de seis años, y Esmilce Noelia, de cuatro. Siendo una adolescente se fue a Buenos Aires, Argentina, donde vivió con sus abuelos. Hace cinco años regresó al Paraguay. Trabaja durante la semana en Asunción, en un estudio notarial, y los fines de semana regresa a Rincon'í. Allí, con sus padres, viven sus hijas.

 

Al momento de entrevistarse con el autor, Ana María había dejado su trabajo en Asunción para dedicarse completamente a la lucha que inició su comunidad, una lucha de la cual ella es la principal portavoz.

 

"Cuando regresé a casa esa semana –relató Ana María–, encontré que estaban descargando las semillas. Mis padres me dijeron que las estaban bajando para abono. Esa noche jugamos voleibol en la casa de un vecino y todos comentamos que esa semilla tenía mucho olor. Al día siguiente fui a la casa del presidente de la Comisión Vecinal, Gregorio Rivas, quien me dijo que él no había sido informado sobre la descarga de semillas. Le trasmití que la gente empezaba a preocuparse. Llegamos a la conclusión de que haríamos una gestión en Ybycuí para, por lo menos, dejar en claro que nosotros no queríamos que nos siguieran tirando basura en nuestras calles.

 

El lunes regresé a Asunción, y ya ahí sentía síntomas extraños, como la garganta seca, irritada, y cansancio. En esa semana se constituyó una comisión a la que me integré de inmediato."

 

La rebeldía

 

Comprendiendo que deberían luchar arduamente para hacer respetar sus derechos, el 27 de noviembre de 1998 un grupo de pobladores constituyó la "Comisión de Defensa del Medio Ambiente y los Derechos Humanos de Rincon'í". En su "Acta Nº 1", expresan que sus objetivos son "denunciar a la empresa Delta&Pine y a los señores Eric Lorenz y Nery Rivas (respectivamente, propietario y funcionario de la Delta&Pine Paraguay, n.d.a), entre otros, por el delito de contaminación ambiental; exigir a las autoridades locales, departamentales y nacionales su inmediata intervención a los efectos de castigar a los responsables de tan abominable acto (…)".

 

"La primera gestión que hicimos –continuó Ana María Segovia– fue presentar una queja informal ante el juez de Paz de Ybycuí, Oscar Villalba, quien nos prometió que haría lo posible para que se trasladaran las semillas. El labró un acta que firmamos 19 pobladores."

 

Según Ana María, "unas 15 personas de la comunidad, incluidas mujeres y niños, trabajaron sobre todo esparciendo los montones de semillas en todo el terreno. Tengo el testimonio grabado de una de las mujeres que participó en esa tarea; dice que se sintió muy afectada desde los primeros días: su piel se dañó mucho y sentía malestares. Pero no quiso participar en nuestro movimiento porque fue muy presionada, incluso la amenazaron, y ella está en una situación dependiente de uno de los responsables de este desastre."

 

Pasaron los días, y más y más camiones descargaron miles de bolsas de semillas. Cuando constataron que en sus manos, brazos y torsos aparecían extrañas y dolorosas llagas, casi quemaduras, los pobladores que inicialmente habían trabajado se negaron a continuar bajando las semillas.

 

Pedro Alonso, por ejemplo, de 31 años, al principio estuvo contento porque bajar las bolsas era una "changuita" fácil, y aunque no le pagaban bien, el trabajo era a escasos metros de su casa y podían ayudar los más grandes de sus cinco hijos. Pero a los pocos días empezó a sentir que le quemaba la piel del pecho, justo donde había apoyado los centenares de bolsas de semillas que descargó. Meses después, Pedro seguía con la piel llagada y, además, empezaba a tener "lagunas mentales", fallos en la memoria. Uno de sus hijos sufría por las noches extraños dolores en las piernas que le impedían dormir.

 

Los malestares se generalizaron entre la población de Rincon'í; ya eran decenas quienes sufrían de cefalea, náuseas, diarrea, sensación de debilidad, insomnio, vértigo. A escasos 150 metros del predio de Chávez se encuentra la escuela pública Federico Bécker a la que concurrían 262 alumnos. Para llegar hasta ella los niños que habitan al Norte y al Este del local escolar disponen de un solo camino, y éste pasa exactamente frente al predio contaminado. Muchos padres dejaron de mandar a sus hijos a la escuela por eso, y por la proximidad entre el local y lo que todos identificaron como la fuente de las enfermedades: las semillas de la Delta&Pine.

 

Algunos vecinos enfermos se presentaron en el Centro de Salud de Ybycuí, exhibiendo sus llagas, describiendo sus síntomas y refiriéndose a las semillas desechadas como la fuente de sus malestares. El personal médico y técnico no atendió correctamente la situación y atribuyó los mareos, las náuseas y las diarreas a alergias y otras causas de origen indefinido. ¿Habría pasado lo mismo si los afectados no hubiesen sido campesinos pobres y la responsable la Delta&Pine?

 

Mientras tanto, los camiones continuaban dejando en el lugar su carga venenosa.

 

La Comisión se activó de inmediato y realizó diversas gestiones ante las autoridades locales sin obtener prácticamente ningún resultado concreto, hasta que el 9 de diciembre de 1998 sus representantes regresaron al Juzgado de Paz de Ybycuí. Exigido por la delegación de los vecinos, el juez Oscar Villalba instruyó un sumario y decretó una "prohibición de alterar, ocultar, modificar y arrojar más desperdicios en el inmueble en cuestión", derivando el caso al Juzgado de 1ª Instancia en lo Criminal de Paraguarí, la capital departamental.

 

Descarga venenosa

 

Según un informe que sería conocido posteriormente del Technology Sciences Group Inc., con sede en San Francisco, California, Estados Unidos, junto con las 30 mil bolsas de semillas la Delta&Pine había desechado en Rincon'í casi 4 mil kilos de pesticidas –algunos de ellos organofosforados–, fungicidas y una cantidad inconmensurable de Bacillus subtilis, una bacteria manipulada en laboratorio para ser, a su vez, bactericida y fungicida y cuyo nombre comercial es Kodiak. Estos productos se integran industrialmente a la semilla para protegerla de distintas enfermedades.

 

A partir de los datos aportados por el instituto consultor estadounidense fue posible establecer un desglose de la calidad y la cantidad de sustancias activas desechadas: 

  • 2.725 kg de Orthene, cuya base es el insecticida fosforado Acefato;

  • 15 kg de Lorsban, cuya base es el insecticida fosforado Clorpirifos;

  • 190 kg de Apron, cuya base es el fungicida sistémico Metalaxyl;

  • 760 kg de RTU.Baytan-Thiram, cuya base son los fungicidas Triadimenol y TMDT;

  • Kodiak, producto biológico resultante de la manipulación de la cepa Bacillus subtilis A13, que da origen a la cepa GB03, que es la base del Kodiak. En un gramo de Kodiak hay 55 mil millones de esporas viables, y cada semilla está envuelta en este producto.

  • Colorante azul, una anilina industrial.

Quiere decir que casi cuatro toneladas de productos químicos y biológicos fueron vertidos en Rincon'í. La relación entre el deterioro brusco y generalizado de la salud de sus pobladores y la presencia de estos desechos surge con dramática claridad. Los efectos tóxicos de varios de ellos están internacionalmente identificados y documentados desde hace tiempo.

 

Pero para actuar con rapidez y buena voluntad, hubiese bastado que cualquiera de las autoridades competentes en este caso leyera (o hiciera traducir, pues estaban en inglés) las etiquetas en las bolsas de semillas. Una de esas etiquetas está impresa sobre el embalaje; la segunda, correspondiente a las advertencias sobre el Orthene, está adherida. Si alguien las hubiese simplemente leído (¿realmente nadie lo hizo?) habría obtenido información suficiente para comprender qué estaba sucediendo en Rincon'í y Santa Angela.

 

Uno de los pobladores más afectados de Rincon'í era Agustín Ruiz Aranda, cuya vivienda se encuentra a 1.600 metros del terreno contaminado. Agustín aceptó integrarse a la Comisión apenas se lo plantearon. Tenía 30 años, casado con María Ana Cantero, de 29. Ambos criaban una hilera de cuatro hijos: Héctor, de ocho años; Belén, de seis; Lorena, de cuatro; y Concepción de dos. Habían perdido una niña a los tres meses de nacida.

 

Cuando los camiones tiraron las semillas, María Ana Cantero estaba embarazada de cuatro meses. Agustín trabajaba ocasionalmente en los terrenos de sus vecinos, cuando había algo que hacer.

 

Una fuerte infección en la garganta le había hecho pasar muy mal la Navidad, pero afortunadamente la había superado. A pesar de que el día anterior había tenido abundantes sudores y dolores estomacales sin razón aparente, y de que se sentía bastante fatigado, el domingo 27 de diciembre de 1998 estuvo trabajando toda la mañana, carpiendo en el terreno de la familia Segovia. Antes de ir a su casa a almorzar bebió un par de copas, sin exagerar, porque tenía la intención de continuar trabajando durante la tarde. Pero cuando su esposa lo vio llegar se dio cuenta de que nuevamente estaba enfermo. A Agustín le dolía el estómago, pero igual almorzó ligeramente. Los dolores estomacales comenzaron a ser cada minuto más fuertes, y empezó a eructar.

 

Los eructos eran casi constantes, y despedían el hedor de las semillas. La casa entera se llenó de ese olor, liberado por las entrañas hirvientes de Agustín. Sudaba copiosamente y en la noche empezó a sufrir una diarrea incontenible. No tenían ni una moneda con que comprar medicamentos y, además, las lluvias de los últimos días habían tornado impracticable el camino de tierra hasta Ybycuí. Esa noche empezó otro temporal que duraría un par de días. María Ana apeló a las tradicionales infusiones de yuyos1 para tratar de ayudar a su esposo. Al siguiente mediodía Agustín ya no lograba hablar; su mente parecía totalmente extraviada, confundida. Balbuceaba sonidos incomprensibles. Había pedido que quitaran el colchón y colocaran su cuerpo directamente sobre la parrilla de la cama para no estropearlo. Su organismo se secaba de hora en hora sin poder retener ni una gota del agua que a duras penas lograban hacerle ingerir. La noticia recorrió el poblado de casa en casa: ¡Agustín se muere!

 

Agustín murió sacudido por violentos espasmos y temblores poco antes de la medianoche del 28 de diciembre de 1998. Toda su casa estaba impregnada con el olor que despedían las aguas que perdía: el de las semillas de la Delta&Pine. Un olor que, a partir de esa noche, los habitantes de Rincon'í comenzaron a asociar con la muerte.

 

Casi cinco meses después del deceso de Agustín, el destino quiso que fueran dos personas vinculadas al autor –Pedro Salcedo y Gerardo Iglesias, que volverán a aparecer en esta historia– quienes, en una camioneta prestada transportaron de urgencia a María Ana Cantero hasta el hospital de la Cruz Roja, en Asunción, donde 24 horas después daría a luz a un varón.

 

Era su quinto hijo, pero María Ana estaba muy nerviosa. Temía que el niño que nacería hubiese enfermado en su vientre, que no fuera "normal". Durante ese azaroso viaje relató las circunstancias de la muerte de Agustín, y Salcedo e Iglesias lo grabaron. "Su carne parecía un trapo mojado, incomprensiblemente flexible y pegada a los huesos." Recordó que "Agustín asistía a todas las reuniones de la Comisión, que eran cuatro o cinco por semana. La última a la que fue se hizo en casa de Doña Lucrecia, que vive a 50 metros de las semillas. Siempre que iba a las reuniones volvía con dolor de cabeza y mal del estómago, pero desde aquel día, además empezó a tener sudores. Definitivamente, a partir de esa reunión fue empeorando y ya no se recuperó."

 

María Ana aseguró que hasta ese día en que viajaba a parir a Asunción, 15 de mayo de 1999, seis meses después de que volcaran las semillas, cuando el viento sopla desde ese lugar aún se siente un fuerte olor. "Los míos, como muchos de los niños de la zona, sufren de ampollas en la piel, en la cabeza y dentro de la boca. No se les curan con nada. Ellos se rascan y se las rompen, entonces se les infectan. Siempre anduvieron en el campo, jugaban bajo la lluvia y en el barro, y nunca habían tenido estos problemas. Ahora están pálidos, no quieren comer, se quejan de dolores de estómago."

 

El cinismo oficial

 

Pocos días después el intendente de la ciudad de Ybicuí, Jorge Jiménez, invitó a la Comisión de Rincon'í para que asistiera a una reunión que se llevaría a cabo al día siguiente en la sede de la Gobernación, en la ciudad de Paraguarí, a la que concurriría el gobernador Julio César Fanego, aseguró. Los integrantes de la Comisión le solicitaron al intendente que trasladara a alguno de ellos en su auto hasta aquella ciudad, ya que no disponían de fondos para costear los pasajes en ómnibus, pero Giménez no fue solidario ni siquiera para eso.

 

Al otro día, cuatro representantes de la Comisión de Rincon'í se hicieron presentes en la Gobernación. Al llegar, la secretaria Marisa Chávez (¡oh, casualidad!, hermana del propietario del predio de Rincon'í donde se descargaron las semillas), les informó que el gobernador no se encontraba, pero que podían hablar con… ¡la secretaria de Medio Ambiente, Flor Fretes! La conversación con Fretes, obviamente, poco agregó a la que habían tenido la víspera, y los pobladores, que habían viajado creyendo que, finalmente, hablarían con el "dueño del circo", regresaron decepcionados a Ybycuí.

 

Apenas dos horas después, sin embargo, tuvo lugar una reunión en la misma sede de la Gobernación, coordinada por la misma ingeniera Fretes. Asistían además de ella: el abogado Gustavo González Planás, representando al director de la empresa Delta&Pine Paraguay Inc.; el ingeniero agrónomo Cirilo Centurión, técnico de la misma empresa; el abogado Carlos María Santacruz, presidente de la Junta Departamental; el señor Armín Diez Pérez, secretario general de la Gobernación; la profesora Josefina Lovera de Arce, secretaria de Educación de la Gobernación; el ingeniero Luis Gómez, director de la DEAG en Ybycuí; el señor Nasario Espínola, asesor del Ministerio de Agricultura y Ganadería; y el señor Carlos Oviedo, calificado como "representante de la prensa oral y escrita".

 

El informe de ese encuentro, firmado por Flor Fretes, revela que varios de los presentes tuvieron un doble discurso criminal: mientras el 13 de enero de 1999 negaron ante los vecinos de Rincon'í que los desechos tóxicos depositados en esa comunidad representaran algún peligro para la salud humana, y lo firmaron, un día después, el 14 de ese mes, lo admitían como un hecho evidente, pero en una reunión privada.

 

Mientras tanto, la Delta&Pine volvía a atentar contra las personas y el ambiente. El 15 de enero de 1999, cuatro camiones cargados con el mismo tipo de semillas desechadas en Rincon'í ingresaron a la localidad de Santa Angela, ubicada a pocos kilómetros de Rincon'í, deshaciéndose de su carga en un campo propiedad de Hugo Duarte, ¡nada menos que el secretario del Juzgado de Paz de Ybycuí! Aproximadamente unas mil bolsas (2,5 toneladas de semillas) fueron abandonadas allí, a menos de 300 metros de un arroyo en el que muchas de las lugareñas lavan la ropa de sus familias y ellas mismas suelen bañarse después de la fatigosa tarea. Esta vez los pobladores estaban alertados por la resonancia que estaba teniendo el caso de Rincon'í, y su reacción impidió que entraran más camiones a la localidad. Los camioneros y sus ayudantes tuvieron que trabajar deprisa y bajo la presión de la protesta de los vecinos, por lo que no tuvieron tiempo de retirar los restos de las bolsas despanzurradas que quedaron en el lugar como prueba irrefutable del origen de la basura tóxica.

 

Dos días después cayó una intensa lluvia, y el agua corrió hasta el arroyo.

 

 

1 Hierbas medicinales.

 

 

 

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