La desidia, la impunidad y el caudillismo que siguen
reinando en Paraguay, sobre todo en las zonas
rurales en donde impera la ley del más fuerte,
impiden la acción de la justicia por la muerte del
niño Silvino Talavera, ocurrida en 2003 por
envenenamiento con agrotóxicos. Los productores
alemanes Hernán Schlender y Alfredo Lauro
Laustenlager, condenados a dos años de cárcel por la
muerte del niño, continúan sin embargo en libertad.
Ahora también son sospechosos de haber ordenado el
asesinato del tío de Silvino, Serapio Villasboa.
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Desde que en enero de 2003, su hijo Silvino Talavera
encontrara la muerte a causa del envenenamiento con
agroquímicos utilizados en los cultivos de soja
transgénica, su madre Petrona Villasboa no tiene
paz. Cabizbaja, con un hablar pausado y sereno, esta
mujer de 50 años lleva colgado a su cuello el rostro
del Che Guevara, tal vez como un símbolo de
resistencia en su lucha personal, una lucha que
pareciera no tener fin por los continuos dramas que
acechan a su familia, desde que sepultaron a Silvino.
“Sé que ellos buscan (ndr: los productores sojeros que
causaron la muerte de su hijo) matarme, pero todavía
estoy viva y voy a seguir luchando para que se haga
justicia”, dice Petrona con su voz apacible y la
vista perdida en las flores dibujadas en el mantel
de la mesa. No se muestra arrepentida de su lucha,
la que inició el mismo día en que Silvino y sus
otros hijos, así como ella misma y su marido, Juan
Talavera, fueron gravemente intoxicados con los
agrotóxicos fumigados por los productores alemanes
Hernán Schlender y Alfredo Lauro Laustenlager,
quienes tienen varias hectáreas sembradas con soja
transgénica a unos 15 metros de su humilde casa.
Esta valiente mujer no se avergüenza al confesar que muchas
veces ha caído, que ha dudado en seguir adelante,
que ha pensado en claudicar, más aún luego de tener
que llorar hace apenas un mes la pérdida de otro
familiar, esta vez su hermano, Serapio Villasboa, de
38 años, quien luego de permanecer desaparecido por
varios días, el pasado 8 de mayo fue hallado muerto
de once puñaladas en un monte cercano a su casa.
Petrona está segura de que la muerte de su hermano porta un
claro mensaje: “La próxima podría ser yo”, pero si
antes dudaba en continuar, ahora no se echará para
atrás y denuncia a quienes están buscando dejar
impune esta nueva pérdida humana para la familia
Villasboa.
Dice estar segura que los dos sojeros alemanes Schlender y
Laustenlager, ya condenados por la justicia
paraguaya por haber causado la muerte de Silvino,
tienen mucho que ver con la desaparición y muerte de
Serapio, aunque existen indicios de que fueron otras
las personas que ejecutaron al labriego,
asestándoles 11 puñaladas por la espalda.
Ambos productores de origen alemán fueron sentenciados el año
pasado por el Tribunal de Encarnación (departamento
de Itapúa) a cumplir dos años de cárcel, sin
posibilidad de sustitución de pena, por la muerte
del niño campesino, aunque los mismos aún siguen
libres y sin cumplir la sentencia porque apelaron la
medida.
Una muerte por encargo
Serapio dejó una viuda y seis hijos pequeños. Vivía en el
distrito de Obligado, cerca de la localidad de
Pirapey, también en el departamento de Itapúa.
Desapareció el 29 de abril pasado y fue hallado
muerto nueve días después por algunos campesinos y
el comisario de la zona, Antonio Barriocanal,
quienes montaron un operativo para localizarlo.
Petrona señaló como sospechosos de la ejecución de su hermano
a Arsenio Sotelo y Patricio Paredes Cabañas (un
prófugo de la cárcel), quienes luego de ser
apresados para indagaciones fueron inmediatamente
puestos en libertad por la fiscal de la localidad de
Hohenau, Olga Wilma Araujo.
Paredes Cabañas cuenta también con el agravante de haber
irrumpido durante el último día del novenario rezado
por la muerte de Serapio (una costumbre aún vigente
en el campo paraguayo), amenazando con un puñal a
los miembros de la familia Villasboa y casi hiriendo
a otro de los hermanos de Petrona, Nicomedes, quien
también se encuentra amenazado de muerte por los
aliados de Schlender y Laustenlager.
Al mismo tiempo, el comisario Barriocanal realizó un
allanamiento de la casa de Arsenio Araujo, en donde
halló un pantalón manchado con sangre, por lo que
fue aprehendido por la Policía. Sin embargo, a pesar
de este indicio, la fiscal Araujo dejó en libertad
al sospechoso que ahora se encuentra prófugo y fuera
del alcance de las autoridades policiales. Por si
esto fuese poco, el comisario Barriocanal fue
destituido de su puesto que ahora es ocupado por el
Comisario General de la comisaría de Pirapey.
Pero lo más grave de todo, según el relato de Petrona, es que
uno de los condenados por la muerte de su hijo
Silvino, Alfredo Lauro Laustenlager, es miembro de
la Guardia Urbana de Pirapey, utilizando ese poder
para seguir amedrentando a la familia Talavera-Villasboa
y a todos a quienes se atrevan a cuestionar la
prepotencia y soberbia con que actúan estos
productores y sus secuaces quienes actúan como un
siniestro “Escuadrón de la Muerte”.
“Ellos (ndr: los sojeros alemanes) me dijeron claramente que
no existe la ley. Para ellos la ley es su bolsillo”,
comentó con preocupación Petrona.
A consecuencia de este y otros incidentes, la madre de
Silvino solicitó a la Fiscalía General del Estado
que la fiscal Olga Wilma Araujo sea apartada del
caso, por la desidia e ineptitud demostrada al dejar
a los supuestos culpables libres. Además, la mujer
acusa a la fiscal Araujo de amparar a los
sospechosos de la muerte de su hermano por que
forman parte de la temible Guardia Urbana, una nueva
modalidad de control a los ciudadanos comunes por
sus propios pares, creada por el Ministerio del
Interior como una “innovación” para hacer frente a
su propia desidia e incapacidad por combatir con
éxito la violencia e inseguridad reinantes en la
sociedad paraguaya.
Petrona, amenazada y perseguida
Petrona relató que desde que su hijo murió debe
soportar las constantes amenazas y persecuciones de
todo tipo de parte de Schlender y Laustenlager.
Comentó que tanto ella como su marido Juan y sus
nueve hijos sufren la persecución constante de los
verdugos de Silvino. Como ejemplo, mencionó las
extrañas muertes de sus animales domésticos,
aquellos que les sirven a la familia para
comerciarlos en el mercado local y solventar con
esas ganancias el tratamiento de sus hijos afectados
por las secuelas de la intoxicación masiva de la que
fueron victimas en 2003.
Además, comentó que los alemanes les cerraron el
camino que les conduce directamente a la ruta
principal, por lo que deben utilizar otro sendero
opcional, mucho más largo para poder llegar hasta el
pueblo. Y lo peor de todo para ella es que sus hijos
no pueden asistir al catecismo para recibir la
primera comunión, debido a que la esposa de uno de
los alemanes condenados, Zuni Villar de Schlender,
se desempeña como catequista de la iglesia local e
impide que los niños tomen las clases y vayan a
misa.
A
pesar de todos estos atropellos, Petrona sigue con
su lucha por lograr que sus hijos se recuperen
totalmente de los trastornos de salud causados por
el envenenamiento con la mezcla de potentes
agrotóxicos utilizados por los sojeros en la
fumigación de sus campos de soja, que está ubicado a
sólo unos 15 metros de la humilde vivienda de los
Talavera-Villasboa.
En
busca de justicia
A
pesar de todos los avatares que sufre Petrona, ella
no está sola en su lucha, pues tanto la organización
de la cual forma parte, la Coordinadora de Mujeres
Rurales e Indígenas (CONAMURI) como el Movimiento
Campesino Paraguayo (MCP), del que era miembro su
hermano Serapio, le están prestando apoyo para
impulsar la investigación y el esclarecimiento de la
muerte de éste, así como para lograr la ratificación
de la condena otorgada a los alemanes por haber
causado la muerte de Silvino.
Petrona junto con el secretario general del MCP,
Belarmino Balbuena, y la dirigente de CONAMURI,
Maggi Balbuena, realizaron una denuncia ante la
Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de
Senadores por el asesinato de Serapio a manos de la
Guardia Urbana. El presidente de esta Comisión, el
senador por el partido País Solidario, José Nicolás
Morínigo, prometió visitar la zona e investigar el
hecho.
Al
mismo tiempo, la CONAMURI inició una campaña de
recolección de fondos para solventar la causa
judicial que aun está pendiente por el caso de
Silvino, así como la investigación de la muerte de
Serapio Villasboa y el tratamiento de los hijos
enfermos de Petrona.
Una
comitiva de la Agencia de Cooperación de la Iglesia
Católica Alemana Misereor también visitó la casa de
esta valiente mujer campesina, en la localidad de
Edelira, a unos 100 kilómetros de la ciudad de
Encarnación, para interiorizarse sobre las
constantes persecuciones y amenazas de las que es
objeto la familia Talavera-Villasboa.
Al
respecto, Maggi Balbuena, dirigente de CONAMURI,
expresó que teme que el caso de Silvino quede
nuevamente en la impunidad, puesto que a un año de
haber sido dictada la condena los dos productores
alemanes aún siguen libres a la espera del resultado
de la apelación.
Balbuena expresó que CONAMURI volverá a denunciar la
lentitud con que actúa la Corte Suprema de Justicia
para dictaminar en el proceso de apelación de la
sentencia, aunque reconoce que con la difícil
situación económica que afecta a la familia
Talavera-Villasboa, y la falta de fondos suficientes
de las organizaciones campesinas que la están
apoyando, es muy difícil imprimir más celeridad al
caso.
“No
podemos permitir que el asesinato de Silvino quede
impune. Debemos lograr que estos productores
inescrupulosos, que no sintieron el más mínimo
remordimiento al rociar a un niño con veneno, como
si la vida del pequeño no valiera nada, cumplan su
condena”, expresó Maggi con vehemencia.
Debido a que la lucha de la valiente Petrona aún
puede ser muy larga y costosa, Maggi aboga por que
más organizaciones campesinas y de derechos humanos
fraternas de todo el mundo se sumen a la causa de
esta mujer campesina por alcanzar la justicia
definitiva por la muerte de su hijo Silvino y
aclarar el asesinato de su hermano Serapio.
Petrona se mantiene altiva ante la adversidad, pues
esta convencida de que sólo así podrá vencer de una
buena vez la impunidad y la desidia de las que son
victimas constantes los campesinos paraguayos.
En Asunción,
Rosalía
Ciciolli
©
Rel-UITA
16 de julio de 2006 |
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