El incendio
intencional de decenas de miles de hectáreas en
el delta del Paraná continuó impactando sobre
Buenos Aires y el sur del Uruguay. La nube de
humo afecta desde hace diez días a 15 millones
de personas y produjo diez muertos en las rutas.
Una alta jerarca del Ministerio de Medio
Ambiente del Uruguay, denunció que el fuego está
produciendo la liberación masiva de dioxinas, la
sustancia más cancerígena conocida por la
ciencia.
La Argentina,
por ahora, calla.
Al mismo tiempo que la responsable de la Dirección Nacional
de Medio Ambiente (DINAMA), Alicia
Torres, declaraba a agencias internacionales
y medios de prensa argentinos que “el humo de
estos pastizales quemados ha producido una
emisión contaminante de dioxinas y furanos diez
veces superior a la que produciría Uruguay en un
año por la misma operativa”, según el diario
uruguayo El País, el Área de Comunicaciones del
Ministerio de Medio Ambiente, del cual depende
la DINAMA, difundía un comunicado
asegurando que los valores máximos hallados en
las mediciones de concentración de partículas
realizadas en el humo “nunca superaron los
estándares de calidad de aire”.
Torres,
inclusive, fue aún más lejos, y afirmó a la
agencia AP que la cantidad de dioxinas y furanos
emitidos por los incendios superan “lo dispuesto
en el convenio de Estocolmo” sobre medio
ambiente y contaminación, según lo recogió
también El País.
Caos y confusión
informativa
La confusión es grande, y a ella se induce a la población
cuando se emiten mensajes aparentemente
contradictorios sobre un tema tan importante
como la masiva emisión a la atmósfera de
dioxinas y furanos en cantidades superiores a
las admitidas internacionalmente, si se le cree
a Torres. Y si esto ocurre en un tiempo
breve, concentrado, es correcto inferir que la
población de Buenos Aires y del sur
uruguayo estuvo -aún lo está, porque los
incendios continúan-, expuestos a dosis enormes
y muy peligrosas de dioxinas y furanos.
Conviene recordar que las dioxinas y los furanos “son unas
familias de compuestos químicos que se originan
en procesos de combustión y químicos en
presencia de cloro, bromo o flúor más otros
compuestos orgánicos. En los procesos térmicos
estos compuestos se generan entre los 250ºC y
400ºC, viéndose facilitada su síntesis por la
presencia de determinados metales como cobre,
cinc, aluminio, hierro, y algunas materias
carbonosas como las cenizas volantes y las
partículas.
De los datos epidemiológicos disponibles se desprende que
pueden ser los compuestos más tóxicos
estudiados. Diversos estudios las han señalado
como causantes de cáncer, alteraciones
neurológicas, hepáticas, inmunológicas,
disfunciones hormonales, esterilidad,
endometriosis y alteraciones cutáneas entre
otros”1.
Se puede agregar que, una vez dentro de un organismo vivo,
estas sustancias no se degradan, no se
metabolizan, sino que son bioacumulables. Esto
es que permanecen dentro del cuerpo,
especialmente en los tejidos grasos. Su
estabilidad molecular es tan grande que se ha
comprobado que pasan a los lactantes en la grasa
de la leche materna. Y la lista de daños
potenciales podría seguir2.
¿Estamos ante
una catástrofe ambiental?
La gravedad de la situación hace necesaria la insistencia:
La directora de la DINAMA uruguaya afirma que
desde hace diez días cerca de 15 millones de
personas -con grados distintos de intensidad que
pueden ir de “bastante a enormemente”- está
expuesta a una contaminación atmosférica con
dioxinas y furanos en cantidades superiores a
las definidas internacionalmente como las
máximas tolerables por la salud humana.
El comunicado del Área de Comunicaciones del MVOTMA,
sin embargo, cree conveniente “tranquilizar” a
la opinión pública, evitar “el pánico”, y
difunde una versión para abombar, entumecer,
desinformar a la población, al decir que las
mediciones “nunca superaron los estándares de
calidad de aire”. Es obvio que alguien miente, y
que esa mentira, sea de una o del otro, tiene
objetivos políticos.
O bien Torres aprovecha la bolada y endilga a “los
argentinos” la autoría de la mayor catástrofe
ambiental y sanitaria conocida hasta ahora en la
región, y cuyas consecuencias se verán en los
años próximos, o el Ministerio de Medio Ambiente
tomó la responsabilidad de mentirle a la
población, de ocultarle la información a la que
tiene derecho, de decidir manipular información
vital sobre la salud de todos.
También es posible que nadie mienta -a sabiendas-, en cuyo
caso queda demostrado que el MVOTMA,
particularmente su Dirección Ambiental,
responsable del contralor de una gran cantidad
de industrias y actividades productivas, de los
impactos ambientales de los emprendimientos ya
emplazados y de todos los proyectados, en
realidad no tiene la talla para la tarea que tiene
entre manos.
Mostrar las
pruebas
Es de esperar que la afirmación de Alicia Torres pueda
ser demostrable a partir de los monitoreos de
aire que, dijo, se efectuaron durante estos
días. Allí deberían estar las dioxinas y los
furanos traídos por la nube de humo desde
Argentina. Aunque es posible que ello no se
pueda hacer, porque
hasta hace poco
tiempo la DINAMA no tenía el equipamiento
necesario para detectar la presencia de
dioxinas, y tampoco técnicos entrenados para
efectuar esos análisis.
Algunas versiones afirman que la planta de celulosa
finlandesa Botnia, cuya implantación
sobre el río Uruguay alienta un conflicto
fronterizo que lleva dos años y que mantiene
enfrentados a los dos países ante la Corte de
La Haya, introdujo al país nuevos equipos
para el control ambiental. Pero voces críticas
aseguran que, de todas formas, el equipamiento
finlandés no es el adecuado para la detección de
las dioxinas en el ambiente.
Este episodio, inevitablemente, tiende a llenar todo de humo.
Pero parece imprescindible que las autoridades
argentinas releven la denuncia de Alicia
Torres y la confirmen o la desmientan.
También con pruebas.