Imposibilitado físicamente a causa de una hernia
que le deforma el abdomen, este hombre de
50 años dijo a los medios de comunicación no tener
dinero "ni para comer" y "estar deshecho" como consecuencia
de "trabajar en los montes toda la vida". Y calificó las
condiciones laborales en las forestales como una "verdadera
carnicería humana".
Díaz fue persuadido para que levantara la huelga de
hambre. Hoy permanece internado en el hospital de Mercedes,
donde será intervenido quirúrgicamente. Entrevistado en ese
nosocomio por Rel-UITA,
expresó que espera que se cumplan las gestiones que las
autoridades políticas del departamento le prometieron
realizar a lo efectos de contar con un sustento económico
que le permita mantenerse hasta su restablecimiento y su
regreso al monte.
Las denuncias que realizó Díaz, y la extrema medida
que adoptó, sensibilizaron a sectores importantes de la
población y a diversas instituciones locales (Junta
Departamental, la central sindical Plenario Intersindical de
Trabajadores, entre otros), que se solidarizaron con él y
con los asalariados forestales impedidos de "formar un
sindicato que defienda sus derechos debido a la persecución
patronal", dijo a
Rel-UITA un dirigente de los trabajadores de
la ciudad.
Pero el caso de Díaz tuvo efectos que trascendieron la
penosa situación de los asalariados rurales. A cinco meses
de las elecciones nacionales uruguayas, por lo menos en los
departamentos de Soriano y su vecino Río Negro actuó como un
reactivo más al debate entre dos modelos de país: uno
impuesto y otro propuesto.
El modelo propuesto habla de un país autosutentable
que satisfaga las necesidades básicas de una población en la
que de cada dos niños que nacen uno está condenado a vivir
por debajo de la línea de pobreza.
Este Uruguay autosustentable, es defendido, no sin
contradicciones y matices, por la actual oposición agrupada
en la coalición de izquierda Frente Amplio, que según todas
las encuestas tiene amplias posibilidades de triunfar en las
elecciones presidenciales y parlamentarias de octubre de
este año.
Mientras tanto, el modelo impuesto es el que la
derecha ha venido aplicando desde el poder. Ese modelo
apuesta a un desarrollo agroexportador que se distingue por
una constante y creciente extranjerización de los recursos
naturales, comenzando por la tierra.
Según publicó el diario El País del 23 de mayo,
durante el último año y medio se realizaron en Uruguay 250
operaciones de compra de tierras, por un valor de 400
millones de dólares. El 75 por ciento de los campos fueron
adquiridos por extranjeros.
Simultáneamente a este proceso de enajenación de la
tierra, el área de producción de soja transgénica saltó de
10 mil a 260 mil hectáreas cultivadas, gracias a la
irrupción de empresarios sojeros, sobre todo argentinos.
Las principales razones que encuentran los inversores
argentinos para desembarcar en Uruguay son dos: una, que
casi no quedan tierras en Argentina para plantar soja (y
cuando las hay son demasiado caras), y, segunda, que en su
país deben destinar un 23 por ciento de lo recaudado por
exportaciones al Estado, mientras que aquí pagan apenas un 2
o 3 por ciento.
Esta coyuntura explica una cierta reactivación de la
economía uruguaya, pero que ha quedado limitada a ciertos
sectores y no ha llegado a los sectores mayoritarios de la
población.
De acuerdo a cifras oficiales recientemente
divulgadas, en estos últimos 5 años el número de pobres en
Uruguay pasó de 406.700 a 849.500, mientras la cantidad de
indigentes se multiplicó en 2,5 por ciento. A esos datos se
debe agregar que el 20 por ciento de la población con
trabajo está subempleada y casi el 40 por ciento no tiene
cobertura de seguridad social.
La producción nacional acorralada
Es en el norte del territorio donde se concentra la
principal actividad forestal del Uruguay. Y es en el
departamento de Río Negro, limítrofe con Soriano, donde la
empresa española
ENCE y la finlandesa
BOTNIA
instalarían dos plantas de producción de celulosa, cuya
materia prima sería abastecida por los montes de la zona.
Los opositores a estos emprendimientos sostienen que las
industrias papeleras liquidarían el proyecto de "país
natural" con perspectivas turísticas que el propio gobierno
dice defender y contaminarían el medio ambiente de forma
irreversible.
Horacio Zefferino, un veterinario especialista en
temas forestales y vicepresidente del Frente Amplio de
Soriano, dijo a Rel-UITA
que los dueños de esas dos firmas extranjeras son también
propietarios de los bosques de la zona a través de
EUFORES y
FORESTAL ORIENTAL,
subsidiarias de ENCE
y BOTNIA
respectivamente.
De concretarse los emprendimientos proyectados, la
planta de la firma española produciría al año unas 400 mil
toneladas de celulosa y la de la finlandesa –la mayor del
mundo en su sector– cerca de un millón. Para alimentar esa
producción, de unas 3.840 toneladas diarias en su conjunto,
deberán contar con 15.360 toneladas de madera diaria, lo
cual implica cortar entre 156 y 192 hectáreas de árboles
cada día, es decir entre 57 mil y 70.800 hectáreas de montes
al año, según estimó Zefferino.
"Si se considera que se necesitan entre 8 y 9 años
para tener una hectárea de eucalipto lista para procesar,
las empresas deberían forestar entre 513 mil a 630.700
hectáreas de campo. Actualmente en Río Negro existen unas
100 mil hectáreas forestadas y en Soriano 52 mil. Para
abastecer las dos plantas necesariamente se precisará cuatro
veces más de lo que hoy existe. Y estas plantaciones
seguramente se realizarán en la zona cercana a las plantas,
para abaratar fletes", señaló.
Así las cosas, vaticina Zefferino que las producciones
tradicionales del sector agropecuario (ganadería y
agricultura) se verán acorraladas y en riesgo de reducirse a
su mínima expresión.
Los monocultivos de eucalipto y pinos (las especies
forestales más usuales) "son grandes expoliadores del suelo
y del subsuelo de nuestras tierras, dejándolas improductivas
para otras actividades agrícolas durante un período no menor
de 40 años", agregó.
En cuanto a los empleos que estas empresas generarían,
Zefferino sostiene que
"la agricultura, la lechería
y hasta la ganadería producen hasta diez puestos de trabajo
cada mil hectáreas, mientras que en las dos industrias
forestales consideradas habrá en total unas 300 personas
trabajando en los dos departamentos, y en las condiciones de
explotación a las que era sometido Ruben Díaz",
concluyó.
Carlos Caillabet
© Rel-UITA
25 de mayo de 2004