Argentina
Cargill
El
“Gigante Invisible” de los agronegocios |
Con el
ejemplo de Cargill un granjero norteamericano revela el
mundo de las corporaciones y propone una revolución cultural
para sobrevivir.
"Somos la harina en su pan, el trigo en sus tallarines, la
sal en sus frituras. Somos el maíz de sus tortillas, el
chocolate de su postre, el edulcorante de su gaseosa. Somos
el aceite de su aderezo y la carne, cerdo o pollo que usted
come para la cena. Somos el algodón de su ropa, la
terminación de su alfombra y el fertilizante de su campo",
de esta manera la multinacional Cargill describe a su
empresa en un folleto promocional.
Información inquietante, tal vez poco conocida, pero que
ahora puede ser encontrada en las páginas del libro "Gigante
Invisible: Cargill y sus estrategias transnacionales", del
autor norteamericano Brewster Kneen, recientemente
presentado en su versión en español, en Buenos Aires.
Brewster Kneen fue invitado a Buenos Aires por el Grupo de
Reflexión Rural (GRR) y la organización GRAIN, quienes junto
a Amigos de la Tierra (REDES-AT) de Uruguay, fueron los
encargados de la traducción y publicación de su libro
editado por primera vez en 1995. Kneen estudió economía y
teología en Estados Unidos y el Reino Unido, produjo
programas de temas
públicos para Radio CBC de Canadá y trabajó como consultor de
iglesias en cuestiones de justicia social y económica.
Desde 1971 a 1986 se dedicó a actividades agrarias y a partir
del trabajo con otros granjeros despertó conciencia sobre
cómo eran explotados por las industrias que controlan la
producción de alimentos, creando cooperativas para eludir a
los intermediarios.
En 1980 Brewster y su esposa Cathleen comenzaron a publicar
un periódico mensual de análisis de sistemas alimentarios, "The
Ram`s Horn", en el que hacen una disección del sistema
alimentario dominante, analizando las estrategias del
agronegocio transnacional y los gobiernos.
Desde 1986, Brewster se dedica de lleno a escribir, prestando
especial atención a la biotecnología.
Es autor de numerosos libros, entre ellos eltraducido
“Invisible Giant: Cargill and its transnational strategies”
y “Farmageddon: Food and the culture of biotechnology”.
Brewster consiguió la información viajando por distintos
establecimientos y oficinas de Cargill en el mundo, hablando
con obreros y capataces. También con competidores,
académicos y funcionarios públicos de muchos países,
tratando de desentrañar cómo era la corporación. En sus
palabras "fue un trabajo arduo, de intercambio, ya que
muchos de los empleados de Cargill
desconocían cómo era la corporación para la que trabajaban”.
Según Brewster, esto no es casual.
"Una visión general sería perturbadora y revelaría el poder
de la corporación. La experiencia sugiere que es mejor
permanecer invisible", dijo. Con el ejemplo de Cargill,
Brewster revela el mundo de las corporaciones. En un pasaje
de su libro explica que las empresas que operaban más allá
de los límites nacionales no eran nada nuevo hasta finales
los años `50, eran simplemente eso.
Luego se llamaron "multinacionales", un término que implicaba
estar compuestas o representar los intereses de muchas
naciones. Pero en la actualidad, Nestlé, Unilever, Cargill y
Mitsubishi, por ejemplo, no representan ni están compuestas
por muchas naciones, ya que mientras las corporaciones
colectivas eran incorporadas bajo las leyes de alguna tierra
por conveniencia o tradición, en la actualidad éstas no le
deben lealtad a ningún Estado o nación. "No funcionan a
favor de los intereses de ningún país en particular porque
deben servir precisamente a los intereses de la corporación
misma y de sus dueños primero.
Viven en todas partes y en ninguna parte en un mundo de
mercados", dijo el investigador. En la conferencia dada en
Buenos Aires, Brewster expresó que "Cargill no es el
problema, es la expresión más inteligente y poderosa del
plan alimentario corporativo. Si desapareciera Cargill,
tendríamos los mismos problemas". Para Brewster el comercio
de Cargill no se trata de comida, de nutrición, ni de
justicia, ya que no se concentra en la distribución, sino en
el crecimiento del capitalismo global. Alertó que a la par
del aumento de la variedad de productos alimenticios,
crecieron las variedades y cantidades de ingredientes de
Cargill que están contenidos en ellos, o sea, una inmensa
parte del sistema alimentario mundial.
De esta manera Cargill está haciendo actualmente con la soja
lo que ya hizo con el maíz: romper la soja en multitud de
ingredientes para que estén en todos los alimentos. Brewster
propuso no sólo un cambio de modelo de negocio, sino una
revolución cultural. "El proceso global en que Cargill está
comprometido puede describirse como la recreación del
feudalismo",
describe en otro pasaje de su libro. Así, saca a las personas
de su tierra por medio de "actos de encierro", obligándolos
a convertirse en trabajadores a sueldo y en compradores de
lo que antes se autoabastecían.
La ideología de las corporaciones actuales -y de gran parte
de los consumidores- sostiene que la corporación es la
fuente de sabiduría y es el organismo más competente para
planificar la producción global y la distribución de acuerdo
con las reglas del mercado. De acuerdo con esto, Cargill se
autopostula como el agente más competente para ayudar al
desarrollo de los pueblos empobrecidos del mundo. Al mismo
tiempo, estas compañías que alimentan la olla pública, con
sus bocas llenas desacreditan la deuda pública y el
bienestar social. "Esto me sugiere que su éxito comercial
tiene que ver más con conseguir subsidios públicos que con
su
perspicacia comercial", sugiere Brewster.
Cargill fabrica y comercializa fertilizantes, semillas
propias y de terceros, coco, chocolate, hace grandes
inversiones en soja y carne en Argentina y en Brasil. Está
implicada en los servicios financieros y mediante la "ecoseguridad"
hace negocios con los "bonos de carbono", para compensar la
contaminación producida por Estados Unidos. Cargill no tiene
compromiso ideológico. Mientras haya mercado producirá
transgénicos u orgánicos. "Con este sistema no tendremos
alimentos para la mayor cantidad de nosotros", dice Brewster.
"A veces nos tildan de utópicos, pero lo utópico es pensar
que corporaciones como Cargill solucionen el problema del
hambre en el mundo", agrega.
Fernando Glenza
27 de octubre de 2005