“Asia es impensable sin arroz, y Europa inconcebible sin
trigo. En cambio aquí, en Mesoamérica, nos estamos quedando
sin maíz. Y los gobiernos dicen que no hay problema, que son
cosas del mercado y que el mercado las va a remediar...
algún día.” Así escribiera Armando Bartran en su informativo
artículo “De
milpas y otras quimeras” publicado en febrero del
año pasado en el diario La Jornada de México.
Lo
impensable se ha dado. Una tormenta perfecta se ha formado
sobre la producción de los granos básicos, la cual deja sin
arroz a Asia y amenza la producción de trigo y
cereales a los europeos y sus descendientes en Estados
Unidos y Canadá.
En menos de un año el precio
del trigo subió un 134 por ciento y el del arroz un 74 por
ciento, mientras las últimas proyecciones hablan de un
almacenamiento de granos para cubrir la demanda mundial por
solo dos o tres meses. Y sí, son cosas del mercado y no, el
mercado no las va a solucionar.
Los
marginados del gran centro urbanos del Sur le están quitando
el sueño a los neoliberales. Contrario a las apariencias, la
búsqueda de soluciones no es sólo producto de la hambruna
que amenaza a la población mundial, si no también está el
miedo a las proyectadas manifestaciones espontáneas de los
millones de marginados por el modelo económico, y los que
están a un paso de serlo debido al impacto del aumento de
los precios de los alimentos en los magros presupuestos
hogareños.
Entre los
factores que convergen para formar la tormenta perfecta
están el aumento del precio del petróleo y su impacto en los
insumos de transporte y producción; precios bajos de los
granos por muchos años lo que desvió la siembra hacia otros
mas lucrativos para el uso industrial; la política errada de
favorecer los bio-combustibles, con el fin de no alterar el
consumerismo del Norte; la ausencia de inversión en
infraestructura, por ende falta de expansión en la
producción agrícola; el bajo nivel de almacenamiento de
estos granos; aumento de la demanda con el incremento
poblacional y el desplazamiento campo-ciudad producto de una
rápida industrialización y de guerras internas y externas en
regiones donde la población era mayoritariamente rural;
condiciones climáticas extremas en los principales países
productores; y la especulación bursátil de los precios a
futuro de estos granos.
De todo
estos factores, solo las condiciones climáticas están fuera
del control de economistas, planificadores y gobernantes;
pero no nos olvidemos que los vaivenes del clima mundial son
consecuencia del acelerado efecto invernadero producto de la
industrialización del Norte en los últimos 150 años.
Olas de frío y calor
extremas con huracanes y ciclones de máxima envergadura
azotan el planeta sin tregua provocando inundaciones,
congelamientos o sequías en áreas donde antes éstos no
sucedían o fuera de temporada. La agricultura se ve
seriamente afectada por esos vaivenes.
Todos los
otros factores convergentes en esta tormenta perfecta,
tienen su raíz en la doctrina neoliberal y su imposición a
nivel mundial. El rol del estado en términos de la
planificación agrícola fue disminuido o eliminado. Esta
planificación la representaban los programas estatales de
control de precios y almacenamiento de granos básicos, los
que fueron reemplazados por la ley de la oferta y la
demanda.
Debido a
esta falta de planificación, la que también hubiese
considerado en sus proyecciones el desplazamiento
poblacional campo-ciudad en los países de rápido desarrollo,
hoy no hay
suficiente grano almacenado para paliar la crisis de escasez
actual y asegurar el alimento de miles de millones de seres
viviendo en los cordones de miseria de los centros urbanos
del planeta.
La
disminución del rol del Estado también afectó la
infraestructura agraria, desde las obras de riego hasta
sistemas de distribución del campo a la ciudad, las cuales
eran normalmente financiadas con fondos públicos. La apuesta
fue hecha a favor de la inversión privada, la cual díjose
solventaría el costo del mantenimiento y la expansión de la
infraestructura agraria con el fin de aumentar sus
ganancias. No fue así, por lo tanto, aun con una rápida
inversión de fondos públicos llevará años expandir la
producción actual.
Desde hace
dos años, cautelosas voces han estado cuestionando la
especulación bursátil con los precios de los alimentos.
Debido a la crisis en las inversiones hipotecarias de riesgo
y consecuente impacto en el crédito, desde noviembre pasado
a esta parte se ha visto un notorio incremento en la
especulación de precios a futuro de los granos básicos. La
escasez hace de estas mercancías una inversión tentadora al
corto plazo para los magnates globales necesitados de salvar
sus estándares de vida.
No menos
importante son los subsidios otorgados por los países
europeos, Canadá y Estados Unidos a los
productores de maíz y soya para los bio-combustibles. Esto
ha desviado mucha de la producción granos básicos hacia este
nuevo y lucrativo mercado. Considerando que los
biocombustibles no disminuyen, si no aumentan, el daño al
medio ambiente; y que el propósito principal es mantener el
estándar de vida insostenible de la población residente en
los países ricos, las críticas a los bio-combustibles va en
crescendo, pero no son suficientemente fuertes como para
cambiar de rumbo la producción agrícola industrial actual.
En sus
últimos y urgentes reportes el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional y la Organización para la
Agricultura y los Alimentos (FAO) de la ONU,
auguran un escalamiento de la crisis política a consecuencia
del aumento en los precios de granos básicos, subrayada y en
negritas por las revueltas sectores más vulnerables en
Egipto, Indonesia, La Costa de Marfil,
Mauritania, Mozambique, Senegal,
Bangladesh, Haití y Filipinas. Llamados a
reuniones de alto nivel en búsqueda de soluciones y planes
de emergencia se escuchan a diestra y siniestra. Los
gobiernos de la India, Indonesia, Vietnam,
Egipto y Cambodia, sorprendieron a todos al
prohibir la exportación de arroz en vías de asegurar el
consumo interno; bien saben del polvorín político donde
están sentados.
Con todo lo
anterior, es nuevamente la política la que le sale al paso a
los neoliberales, ante el hambre de millones, la mano
invisible no tiene poder alguno.
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