De las 100.000 hectáreas de cultivos
transgénicos que hay en Europa, 80.000 se
cultivan en el país.
Asociaciones científico-empresariales como
la
Asociación Española de Empresas de Biotecnología
(ASEBIO) y diversas instituciones españolas
aplauden su utilización y lo califican de
tecnología avanzada. Sin embargo, desde las
organizaciones ecologistas se critica que la
mayor parte de terrenos dedicados a este tipo de
productos estén ubicados en nuestro país.
Los organismos genéticamente modificados (OGM)
son todos aquellos (plantas, animales y
bacterias) cuyo genoma es manipulado, la mayoría
de las veces con la introducción de genes de
otras especies, para mejorar sus condiciones
naturales. Así se consigue por ejemplo la
resistencia a plagas, el crecimiento en
condiciones medioambientales hostiles o la
maduración retardada, entre otras.
No obstante, a pesar de estas aparente ventajas,
países como Alemania, Rumania,
Italia, Polonia, Francia,
Grecia, Austria y Hungría han
ampliado su moratoria al maíz MON-810, principal
cultivo transgénico en territorio ibérico.
La comercialización de este tipo de maíz fue
aprobado por la Unión Europea en 1998, de
acuerdo con una antigua normativa. La
modificación de dicha legislación, considerada
inadecuada originó que los estados pudieran
acogerse a una moratoria para no plantar maíz de
este tipo. Ya en 2003 entró en vigor una nueva
directiva europea, más rigurosa y que exige una
evaluación a largo plazo de las repercusiones de
los OMG, según datos aportados por
Ecologistas en Acción.
La razón de que en nuestro país si se acepte la
siembra del MON-810, según Emilio Muñoz,
investigador jubilado del CSIC y miembro de
ASEBIO, reside en que este tipo de maíz
está más regulado que un maíz que no es
transgénico. Muñoz admite que la
agricultura siempre ha sido una actividad
depredadora, aunque destaca que en este caso
“aporta beneficios a los agricultores”. “Se
trata de una tecnología contrastada, regulada y
muy avanzada”, explica. A su favor cita dos
ejemplos: el hecho de que prácticamente el 80
por ciento de la soja producida en el mundo ya
es transgénica y el que el presidente de
Brasil, Lula da Silva, acabará
aceptando los transgénicos porque eran
beneficiosos para sus agricultores.
Sin embargo, en Greenpeace no están de acuerdo
con estas explicaciones. Para la organización
ecologista la respuesta a por qué España
cultiva estos productos está en que Monsanto
(dedicada a este negocio) y las multinacionales
están presentes en el Gobierno.
Y
van más allá: “Es un tema político, de mafia
política”, añaden. “El hecho de que la actual
ministra de Ciencia e Innovación fuera
presidenta de ASEBIO, demuestra que en el
Gobierno de Zapatero hay intereses en la
materia”, sentencian.
Carlos Vicente,
director de Biotecnología de Monsanto,
niega un interés oculto de las multinacionales y
asegura que son una compañía privada y que no
intervienen en cuestiones de carácter político.
También discrepa de la opinión de los
ecologistas y asegura que el MON-810 “no es en
absoluto perjudicial. No hay ninguna razón de
índole científica para prohibirlo”. Vicente
explica que la EFSA (Autoridad de
Seguridad Alimentaria Europea) ha ratificado de
manera reiterada su total seguridad. Asimismo
añade que las propias autoridades científicas
francesas y alemanas han certificado también la
falta de riesgos.
“La decisión unilateral de estos países es
exclusivamente de carácter político y comercial
y contraviene el derecho de los agricultores de
estos países a usar una tecnología que han
venido utilizando en los últimos años y que
otros agricultores de todo el mundo sí pueden
utilizar”, afirma.
La seguridad en
los alimentos modificados genéticamente
¿Podemos estar tranquilos cuando consumimos
alimentos modificados? Según afirman fuentes de
la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y
Nutrición (AESA), todos se someten “uno
por uno a todo tipo de pruebas”. Esta evaluación
la realiza la Autoridad Europea de Seguridad
Alimentaria (EFSA) con sede en Parma (Italia).
Desde la propia página webde esta agencia se
informa de que un grupo de científicos expertos
e indepedientes someten los transgénicos a
controles alérgicos, ecológicos,
microbiológicos, toxicológicos, de la fisiología
de la planta y de genética molecular. Además,
los productos que deriven de cosechas
transgénicas deben ser etiquetados con la
mención “modificado genéticamente” o “producido
a partir de
–nombre del ingrediente–
modificado
genéticamente”.
En Monsanto también creen en los
beneficios de los transgénicos para la sociedad
y el medio ambiente. Citan como ejemplo de ellos
la reducción del uso de insecticidas y el
incremento de la productividad. La biotecnología
también puede servir para desarrollar variedades
que contribuyan a una dieta más sana.
Este es el caso de las variedades de soja con
menores niveles de grasas trans y las nuevas
variedades con omega-3, que se encuentran en su
penúltima fase de investigación, según datos
aportados la multinacional.
No obstante, Greenpeace vuelve a poner en duda
estas afirmaciones. Los ecologistas creen que
son malos para la salud, que la EFSA no
realiza los controles necesarios y que no se ha
demostrados que sean inocuos. “Lo que sí se ha
demostrado es que influyen negativamente en la
fertilidad y en la reproducción de los
mamíferos”, aseguran desde la organización
ecologista en base a un estudio realizado por
una universidad austriaca.
Ecologistas en Acción tampoco aconseja su
consumo. La organización cita a la Comisión
Europea para afirmar que el proceso de creación
de organismos manipulados genéticamente está
rodeado de incertidumbres, que pueden dar lugar
a multitud de efectos imprevistos. “La inserción
de ADN extraño en una posición no deseada dentro
del genoma puede potenciar o silenciar los
procesos de producción de proteínas y provocar
cambios de composición o la aparición de
compuestos potencialmente tóxicos en los
alimentos, con riesgos para la salud”, según las
palabras extraídas del informe “Buenas razones
para retirar las variedades de maíz MON810
cultivadas en España” elaborado para este
grupo. “Se da la paradoja de que no se pueden
sembrar cultivos que sí pueden importarse de
otros países terceros”, afirma.
¿Riesgos para el
ecosistema?
Los ecologistas lo tienen claro. Los cultivos
transgénicos no son buenos para el campo. El
experto en transgénicos de Greenpeace explica
que en primer lugar este tipo de cultivos
producen lo que se llama contaminación genética.
Es decir, se eliminan las barreras de protección
entre terrenos lo que obliga a los agricultores
que no siembran transgénicos a cambiar las
fechas de siembra y por lo tanto a asumir costes
muy altos.
Los ecologistas lo definen como un «ataque a las
opciones no transgénicas». Además, Greenpeace
alerta que se producen además daños al suelo, la
flora y la fauna.
Por ello, en la Unión de Pequeños Agricultores
creen que no se puede negar la realidad de que
en España hay agricultores que cultivan
transgénicos y recalcan que “es absolutamente
legal hacerlo” y hay otros que practican la
agricultura ecológica y convencional. Consideran
que es una obligación del Gobierno dar
tranquilidad a los productores agrarios, del
tipo que sea y por ello, si se autoriza el
cultivo de un transgénico, debe regularse que
esa actividad sea segura.
El científico Emilio Muñoz no está de
acuerdo con la idea de la contaminación genética
que critica Greenpeace y puntualiza que ojalá
todos los cultivos agrícolas estuvieran tan
regulados como los transgénicos. Carlos
Vicente, de Monsanto, apoya estas
declaraciones y subraya que los transgénicos
aportan importantes beneficios para los
agricultores y para el medio ambiente.
“Después de 12 años de cultivos transgénicos no
existe ni un solo caso de efectos adversos para
la salud o el medio ambiente”, asegura.
Por su parte el secretario general de la
Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja),
Carlos Ferrer, asegura estar a favor de
la biotecnología aplicada a la agricultura.
Asaja enumera una lista de razones por las
que están a favor de los transgénicos: aumentan
el rendimiento, ayuda a cubrir las expectativas
europeas en lo que se refiere a las cuotas de
biocombustibles y se basa en que la
biotecnología no se cuestiona en otras ciencias
y en que, a su juicio, el gran colectivo del
mundo científico no cuestiona los transgénicos.
Por ello, piden a la Administración que de
tranquilidad a los productores agrarios y que se
regule el cultivo de productos modificados para
que esa actividad sea segura.
Pero, no todos los agricultores piensan igual.
El experto en transgénicos de la Coordinadora de
Agricultores y Ganaderos (COAG),
Andoni García, asegura que rechazan los
transgénicos porque no respetan el principio de
precaución y pueden dar problemas para la salud
humana y el campo. “Si hay transgénicos no puede
haber otra agricultura porque la desplazan”,
asegura García. En su opinión, los
transgénicos están en manos de las
multinacionales y a éstas no les interesa la
alimentación ni el hambre mundial. Por ello,
exigen al Gobierno español que defienda una
agricultura social.
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