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El pasado 14 de julio varias organizaciones sociales 
manifestaron su enérgico rechazo ante la 
Comisión de Agricultura de la Cámara de 
Diputados de Chile a un proyecto de ley que 
privatiza las semillas, despojando a los 
agricultores de su derecho a guardar, 
intercambiar y utilizar las semillas producto de 
su cosecha y abriendo paso a los cultivos 
transgénicos. 
  
Siete días antes, los integrantes de la Comisión ya habían 
escuchado el planteamiento de otras asociaciones 
de pequeños productores y de productores orgánicos 
que reclamaban que se legislara para proteger el 
acceso a la diversidad biológica, rechazando por 
imposible la coexistencia entre la agricultura 
orgánica y los cultivos transgénicos. 
  
El proyecto de ley enviado por la Presidenta Bachelet 
sobre “derechos del obtentor de variedades 
vegetales”*. La aprobación de esta ley 
extendería los llamados “derechos de obtentor” 
-una forma más amplia de patente- a todas las 
especies vegetales, creando condiciones para la 
expansión en el país de los cultivos 
transgénicos, en especial de los 
farmocultivos** 
que a través de la inserción de genes de un 
virus o una bacteria en el ADN de una planta, 
producen drogas. En mayo de este año, a espaldas 
de la opinión pública se inició la votación de 
los artículos del proyecto, la que fue 
interrumpida por la intervención de estas 
organizaciones. 
  
Al respecto sostuvieron los agricultores orgánicos: “Si los 
chilenos queremos perder los mercados europeos 
conquistados con tanto esfuerzo, y contaminar 
genéticamente nuestros cultivos en forma 
irreversible; si queremos que nuestros hijos 
consuman alimentos desnaturalizados y alterados 
y entregar nuestro patrimonio genético a cambio 
del pago de una autorización oficial; si 
queremos agobiar con el pago de royalties a los 
campesinos que han sostenido el alimento de los 
chilenos desde siempre, entonces… ¡sigamos 
adelante con este Proyecto de Ley.!” 
  
En el intercambio de opiniones, varios parlamentarios 
sostuvieron que la solución era que los 
campesinos y comunidades inscribieran sus 
derechos para evitar que las empresas se les 
anticiparan, lo que fue rechazado de inmediato 
por los representantes de las organizaciones, 
para quienes eso implicaría aceptar esa lógica y 
dividir a las comunidades.  
  
A continuación, un resumen los puntos centrales 
del rechazo colectivo al proyecto de ley. 
  
  
1.- Esta 
iniciativa abre las puertas a: 
  
• La apropiación indebida de los recursos biológicos del 
país, la privatización de los conocimientos y la 
protección de la propiedad privada de las 
empresas transnacionales sobre el patrimonio 
colectivo de las comunidades campesinas e 
indígenas. Se va a expropiar la biodiversidad 
agrícola y silvestre de Chile al extender los 
llamados derechos de obtentor a todas las 
especies vegetales. 
  
• La expansión de los cultivos transgénicos, y 
los farmocultivos, al otorgar propiedad 
sobre variedades sin exigir prueba efectiva de 
mejoramiento y en base a la simple expresión de 
un carácter. En sus definiciones el proyecto no 
hace diferencias entre una planta normal, una 
híbrida o una transgénica. La fundamentación de 
la ley permite deducir además que se intenta 
crear condiciones para la introducción de los 
llamados farmocultivos, lo que podrían 
crear problemas graves de salud pública y 
arruinar la producción de alimentos y 
exportaciones agrícolas chilenas.  
  
• La contaminación de los cultivos orgánicos por los 
transgénicos, está  demostrado que no es posible 
la coexistencia entre ambos. 
  
• La pérdida de los mercados que demandan alimentos sanos e 
inocuos. Los consumidores han tomado una mayor 
conciencia respecto de los transgénicos y en la
Unión Europea el 70 por ciento de la 
población rechaza la agricultura transgénica. 
  
• El despojo de los derechos de los campesinos a seleccionar, 
mejorar, y guardar la semilla de su cosecha. 
Esta práctica universal de campesinos y 
agricultores es reconocida incluso por el 
Tratado de Recursos Fitogenéticos de la FAO. 
  
• Daño a la fauna y los insectos benéficos por los cultivos 
transgénicos, con negativas consecuencias para 
el medio ambiente. La biotecnología favorecida 
por este proyecto conduce hacia la uniformidad 
genética con pérdida de la biodiversidad en los 
campos, donde se imponen monocultivos 
extensivos. 
  
• La criminalización del trueque o de la siembra 
de semilla. Ya no será el Servicio Agrícola 
Ganadero (SAG) quien fiscalice, sino que 
las empresas dueñas de los derechos sobre las 
semillas tendrán el poder de hacer de policías, 
siguiendo el modelo de otros países como 
Estados Unidos y Canadá cuando surge 
la contaminación accidental.  
  
• El decomiso y embargo de los cultivos y 
cosechas de quienes sean acusados de no cumplir 
con la ley. Esto se puede traducir en la 
destrucción de cultivos y plantaciones frutales, 
decomiso de productos, e incluso en el embargo 
de exportaciones.  
  
• Un proceso de aumento creciente del costo de 
los alimentos. El precio de las semillas 
encarecerá el proceso productivo y los costos. 
  
2.- 
Beneficiarios e impulsores de este proyecto: 
  
• Los operadores del mercado de semillas transgénicas y de 
agroquímicos, principalmente las transnacionales 
agroquímicas, Monsanto y Syngenta, 
líderes mundiales del mercado de semillas y 
cultivos transgénicos y sus socios locales. 
  
• Las empresas extranjeras controlarán la comercialización, 
importación o exportación del material de 
propagación (semillas, esquejes, etc.), y además 
podrán obtener legalmente la propiedad sobre la 
flora y el patrimonio genético nacional. 
 
  
  
 
  
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