Moratoria a nuevos
eventos
Impactos de casi una
década
de cultivos
transgénicos |
El
pasado 29 de enero el Poder Ejecutivo decretó la suspensión
por 18 meses del ingreso de nuevos organismos genéticamente
modificados de origen vegetal. Desde 1999 se están
desarrollando en Uruguay cultivos transgénicos: la soja
Roundup Ready (RR) y dos variedades de maíz: BT Mon 810 de
la empresa multinacional Monsanto, aprobado en junio de 2003
y el BT 11, aprobado en abril de 2004 perteneciente a la
empresa Syngenta. Es hora de intentar un balance de sus
impactos.
La soja
transgénica fue introducida en el país en 1999 sin que la
sociedad tuviera tiempo a debatir sobre sus consecuencias,
ni tampoco hiciera una evaluación de sus impactos.
Para obtener esta soja RR Monsanto incorporó
a la planta original genes de una bacteria (patógena para
las plantas), de un virus (que produce una enfermedad en el
coliflor) y de la flor de Petunia, los cuales le dan la
resistencia al herbicida Roundup, que es
producido y comercializado por la propia Monsanto.
De las
18.000 hectáreas que se cultivaron en 2001 se pasó a cerca
de 400.000 hectáreas en 2006. De acuerdo al Instituto
Nacional de Semillas (INASE), la totalidad de la
semilla de soja que se encuentra en el mercado es
transgénica (46 variedades
autorizadas); si algún productor quiere sembrar soja no
manipulada genéticamente no encontrará las semillas en el
mercado nacional.
El maíz BT
Mon 810 se aprobó con la opinión contraria y la protesta de
varias organizaciones gremiales de productores, de la
sociedad y de la Facultad de Agronomía, que realizó un
informe detallado. Este
maíz presenta efecto insecticida frente a un
gusano, a través de una toxina producida por una bacteria
que la planta tiene incorporada artificialmente.
El paquete tecnológico de los
transgénicos es simplemente una
profundización de las bases sobre
las que se desarrolló la Revolución
Verde |
|
El maíz BT 11, que también tiene un efecto
insecticida muy similar al Mon 810, es tolerante al
herbicida “glufosinato de amonio”, cuyos nombres comerciales
son Basta, Digital, Liberty y Finale entre otros. También
ingresó al país sin conocimiento de la sociedad civil.
A setiembre
de 2006, y según el Registro Nacional de Cultivares,
Cultivos de Verano, había 100 cultivares de maíz autorizados
a comercializarse para grano, de los cuales 54 son
transgénicos, más específicamente, 45 son Mon 810 y nueve
son Bt 11, lo que representa más de la mitad de la oferta
semillera de maíz de todo el país. No se registran
transgénicos en el caso de sorgo (forrajero, silo y
granífero) y girasol. Se estima que en la siembra 2006 de
maíz, el 40 por ciento es transgénico.
Algunos sectores, como los
cultivadores de arroz, han decidido por voluntad propia no
utilizar transgénicos para preservar la calidad de su
producto y no tener problemas a la hora de comercializarlo
en el mercado internacional. Los productores ganaderos de
carne "natural" u "orgánica" observan con preocupación la
proliferación de transgénicos ya que pone en riesgo sus
exportaciones de carne.
Un decreto
de los Ministerios de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP)
y Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA)
de agosto de 2006 suspendió el uso, producción y
comercialización de semilla de maíz dulce transgénico. Ambos
ministerios justifican la suspensión en la vulnerabilidad
particular de los sectores de agricultura familiar que
desarrollan sistemas de producción hortícola.
¿Qué nos
dejan siete años de cultivar soja transgénica en términos de
impacto ambiental, de salud y social?
Impactos
ambientales
El paquete
tecnológico de los transgénicos, llamado también segunda
Revolución Verde o Revolución de la Ingeniería
Genética, es simplemente una profundización de las bases
sobre las que se desarrolló la Revolución Verde:
monocultivo, uso intensivo de agrotóxicos, fertilizantes de
síntesis química, industrialización del campo, dependencia
de las grandes corporaciones y cultivos para exportación.
Cuando se
introdujo esta tecnología (la transgenia), la recomendaron
como un modelo que usaría menos insumos. Todos hemos
escuchado alguna vez que los transgénicos son inocuos y
están sujetos a regulaciones muy estrictas, que son buenos
para la biodiversidad, incrementan la producción y reducen
el uso de agrotóxicos y fertilizantes e incluso que servirán
para acabar con el hambre en el planeta. Sin embargo, un
recorrido por las investigaciones más sobresalientes y por
los acontecimientos de los últimos años en este campo, nos
conduce hacia otro tipo de conclusiones bastante diferentes.
En caso de la
soja RR resistente al glifosato -el herbicida más vendido en
el mundo- existen muchos problemas por su uso masivo. Es un
herbicida sistémico (se traslada por el interior de la
planta), de amplio espectro, que actúa en post-emergencia,
usado para matar plantas no deseadas, como pastos anuales y
perennes, hierbas de hoja ancha y especies leñosas.
En Argentina
las aplicaciones pasaron de 2 a más de 8 litros por hectárea, y en algunos sitios
se llega a los 10 litros . Un dato no menor es
que en 2006 se sembraron 16 millones de hectáreas de soja.
Como consecuencia
de esta aplicación masiva ya se reportan
malezas que han resistido las aplicaciones, por tanto ahora
ellas también son inmunes a este producto. En estos casos se
aplica otro herbicida que “combata” estas plantas
resistentes, ingresando otra vez en un espiral de aplicación
de productos más tóxicos y con mayor impacto en el ambiente.
En Uruguay se
registra un aumento en el uso de los agrotóxicos,
particularmente herbicidas e insecticidas, asociados al
cultivo de soja y la siembra directa.
En el caso
de los herbicidas, gran parte del aumento se debe al
glifosato. Se puede estimar que el 55,5 por ciento de las
9.754 toneladas de agrotóxicos importadas en 2006
corresponde a este herbicida (5.457 toneladas).1
También se produjo un aumento en el uso de insecticidas muy
tóxicos como Lorsban, Endosulfan y Cipermetrina que se
aplican al cultivo de soja para el control de lagartas y
chinches, todos ellos con connotaciones muy negativas para
el ambiente y la salud del aplicador y los consumidores.
Cabe acotar que el herbicida Roundup tiene
efectos en la vida del suelo, es altamente soluble en agua
por lo que una parte importante termina en ríos, arroyos,
tajamares y es 100 veces más tóxico para peces que para
animales de sangre caliente.
Pero el
aumento en el uso de fertilizantes también está perturbando
los ecosistemas costeros, ríos, cañadas, embalses,
tajamares, produciendo peligrosos florecimientos de algas
verdes o la muerte de peces.
La soja
implica un gravísimo problema ambiental para los ecosistemas
en los que se implanta, provocando: pérdida de biodiversidad,
contaminación de alimentos por agrotóxicos (herbicidas,
insecticidas, funguicidas), empobrecimiento de los suelos
en términos de fertilidad, muerte de micro y macroorganismos
del suelo por la aplicación continua de agrotóxicos,
contaminación de cursos de agua superficiales y sub-superficiales por agrotóxicos, resistencia de malezas al
herbicida glifosato, destrucción de organismos benéficos
(abejas, avispas, insectos controladores, etc), reducción
del monte nativo y el aumento de las escorrentías
superficiales debido a la falta de vegetación natural que
oficia de barrera para disminuir la velocidad del agua.
Estos mismos
impactos se pueden atribuir a otros cultivos transgénicos
que se realizan en el país, como el maíz Mon 810 y el Bt 11,
sumado los efectos de los residuos de la toxina de la
bacteria Bacillus thuringiensis en el suelo y los
alimentos.
Algunos sectores, como los
cultivadores de arroz, han decidido
por voluntad propia no utilizar
transgénicos para preservar la
calidad de su producto |
|
Otro impacto
en los recursos naturales es que para producir alimentos se
necesita consumir agua. El comercio agrícola mundial puede
también ser pensado como una gigantesca transferencia de
agua, en forma de materias primas, desde regiones donde se
la encuentra en forma relativamente abundante y a bajo
costo, hacia otras donde escasea, es cara y su uso compite
con otras prioridades2.
En el caso de la soja, por ejemplo, para producir entre 5 y
11 Kg de grano se necesitan aproximadamente 10 m3
de agua (10.000 litros).
En lo que se
refiere a extracción y transferencia de recursos naturales,
la soja es un cultivo que demanda gran cantidad de
nutrientes, entre ellos nitrógeno y fósforo, que se reponen
artificialmente con recursos finitos y cada vez más caros. O
sea que cuando estamos exportando soja también deberíamos
contabilizar las toneladas de nitrógeno, fósforo y otros
macro y micro nutrientes que se van con la leguminosa.
Otra
característica a tener en cuenta es que la expansión del
complejo sojero está acompañada por un aumento importante de
la logística y el transporte (hidrovías, autopistas,
ferrovías y puertos) que impactan sobre los ecosistemas,
pueblos y ciudades y destruyen grandes áreas de hábitat
naturales, además de la deforestación de especies nativas
causada por la expansión de tierras para el cultivo.
La práctica
predominante de aplicar herbicida en toda la superficie en
forma continua, trae como una de sus consecuencias la
ausencia de malezas o plantas espontáneas o yuyos en
floración. Los insectos benéficos como predadores de
plagas, parasitoides, polinizadores que requieren polen y
néctar para vivir en el agroecosistema, ven muy reducida la
posibilidad de encontrar plantas en floración y por tanto se
compromete su supervivencia.
Otro
perjuicio de la reducción de los enemigos naturales es el
aumento de las plagas que conduce al espiral de mayor uso de
insecticidas. Los apicultores ven disminuida la producción
de miel por falta de plantas en floración y por el uso de
agrotóxicos (muerte de las abejas). A su vez, tienen
problemas en la comercialización internacional de la miel y
sus derivados por presencia de residuos de agrotóxicos y
genes extraños.
Impactos en la salud
El notable
aumento en la aplicación de agrotóxicos en el cultivo de
soja, herbicidas, insecticidas, funguicidas, curasemillas
provoca uno de sus mayores impactos en la salud humana.
Algunos de los riesgos que presentan estas sustancias
químicas son: toxicidad aguda y crónica, efectos
cancerígenos y reproductivos, afectación del sistema
inmunitario, acción mutagénica y contaminación de
alimentos.
Recientes
estudios toxicológicos conducidos por instituciones
científicas independientes parecen indicar que el glifosato
ha sido erróneamente calificado como "toxicológicamente
benigno" o “amigable ambientalmente” o “que toca el suelo y
se degrada”. En realidad, este producto puede ser altamente
tóxico para animales y humanos. Por ende, los herbicidas a
base de glifosato presentaron efectos adversos en todas las
pruebas toxicológicas de laboratorio, en la mayoría de las
dosis ensayadas: toxicidad subaguda, aguda, crónica y
carcinogénesis.
Si bien la
Comisión Europea lo clasifica como "tóxico para los
organismos acuáticos" y que puede "acarrear efectos nefastos
para el ambiente a largo plazo", un equipo de investigadores
franceses demostró que, además, el "glifosato, provoca las
primeras etapas de la cancerización" en las células. Dicha
investigación fue dirigida por Robert Bellé, científico
francés, perteneciente al Centro Nacional de Investigación
Científica de la Universidad Pierre y Marie Curie, en
Francia.
Hasta el
advenimiento de los cultivos transgénicos tolerantes al
glifosato, el límite máximo de glifosato residual en soja
establecido en Estados Unidos y Europa era de 0,1 miligramos
por kilogramo. Pero a partir de 1996, estos países lo
elevaron a 20 mg/kg, un incremento de 200 veces en relación
con el límite anterior. Semejante aumento responde a que las
empresas productoras de glifosato están solicitando permisos
para que se apruebe la presencia de mayores concentraciones
de glifosato en alimentos derivados de cultivos
transgénicos. Monsanto, por ejemplo, ya fue autorizado para
un triple incremento en soja transgénica en Europa y
Estados Unidos: de 6 partes por millón (ppm) a 20 ppm3.
Los herbicidas a base de glifosato
presentaron efectos adversos en
todas las pruebas toxicológicas de
laboratorio |
|
Otro riesgo
para la salud humana es que la mayoría de los genes
sintéticos usados para crear los transgénicos son copias de
los procedentes de bacterias y virus que causan
enfermedades. También tienen marcadores de genes resistentes
a antibióticos que ayudan a ubicar las inserciones de los
genes extraños y seleccionan las células precisas en las
cuales deben insertarse.
Los peligros
surgen cuando el material genético persiste, incluso después
de la muerte de las células o del organismo y puede ser
tomado por una bacteria o virus que se encuentre en el
ambiente o en el ser humano. Este proceso, llamado
transferencia horizontal de genes y recombinación, es la
principal ruta para crear patógenos peligrosos.
Algunas de las consecuencias debido al
consumo de transgénicos respecto a la salud humana ya se
conocen, y es muy probable que en el corto a mediano plazo
se constaten otros impactos o daños a la salud que aún no se
han identificado. Las consecuencias ya detectadas son:
alergias, resistencia a antibióticos, alimentos prohibidos
para consumo humano (maíz StarLink), alimentos contaminados
con herbicida glifosato.
Otro punto
muy importante a tener en cuenta es el consumo de esta
leguminosa por estas latitudes. Es necesario aclarar que
casi todo lo que comemos hoy en día tiene soja, más
concretamente lecitina de soja: los embutidos, mayonesas,
los fiambres, chocolates, pastas rellenas, alfajores,
galletas, las golosinas, los helados, los postres, jugos,
flancitos y yogures, las harinas enriquecidas con soja, los
aceites, esto es, casi todo. La lista es muy larga y ahora
se pretende modificar nuestros hábitos alimentarios,
tratando de convencernos de las supuestas bondades de la mal
llamada "leche de soja" y de las milanesas de soja, para
reemplazar a la leche y la carne vacuna. Se pone como
ejemplo el consumo milenario de soja por algunas culturas
orientales, sin mencionar que ésta es transgénica y el
consumo y su preparación en esos lugares es diferente. No se
toman en cuenta los efectos adversos que ésta puede causar
cuando es ingerida sin conocimiento como sustituto de
proteínas animales.
El “mito de la soja” desconoce que contiene factores tóxicos
o antinutrientes que limitan la absorción de una serie de
nutrientes, reduciendo en más de un 50 por ciento su valor
nutritivo y provocando, entre otras cosas, trastornos
digestivos. Este es uno de los muchos perjuicios o
contraindicaciones que podemos citar.
Impacto Social
En varios
países se ha demostrado que estos cultivos pueden tener un
impacto económico-social negativo, por ejemplo
desplazamientos territoriales y desempleo.
En Uruguay,
las estimaciones indican que entre un 50 y un 70 por ciento
de la tierra dedicadas a la soja está en manos de
extranjeros, mayormente argentinos. Las mismas fuentes
coinciden a su vez en que esta oleaginosa le ha ido ganando
espacio a campos ganaderos, lecheros del centro y litoral
del país y a otros cultivos como girasol, sorgo y maíz.
Al requerir
menos mano de obra por mecanización intensa de las tareas,
el cultivo de soja ha desplazado y expulsado a muchos
agricultores pequeños y asalariados agrícolas.
Actualmente
la ecuación económica en el país da como resultado valores
positivos de rentabilidad, (aproximadamente 200 dólares
libres por hectárea de soja), lo que provoca un incremento
constante del área cultivada. Como se dijo anteriormente,
estos números no toman en cuenta los “otros costos”:
sociales, sanitarios y ambientales que provoca este
cultivo.
El actual
sistema agrícola está basado en el monocultivo, en el negocio agrodestructivo
y en el agotamiento de la
fertilidad de nuestras tierras, mientras la riqueza mineral
y el agua es transferida, a través del poroto de soja, a las
vacas europeas.
Es muy probable que en el corto a
mediano plazo se constaten otros
impactos o daños a la salud que aún
no se han identificado |
|
Enviamos materias primas para engordar el disparatado
sistema de producción europeo y asiático, mientras
desplazamos de nuestras tierras otros cultivos que
permitirían poner alimentos de mejor calidad a disposición
de nuestra población. El resultado final es la pérdida de
nuestra soberanía territorial y alimentaria.
Por tanto,
menos diversificación, menos valor agregado, significan
menos trabajo, menos riqueza, menos progreso real, menor
equidad y mayor concentración.
Los
transgénicos están en nuestros campos, en nuestra mesa, en
los combustibles para automóviles y maquinaria agrícola, en
cualquier supermercado. Ningún organismo estatal advierte
sobre esta contaminación genética invisible e irreversible,
de imprevisibles efectos, impuesta sin la necesaria
reflexión y debate en una materia trascendental para la
supervivencia humana como es la alimentación y la salud
ecosistémica.
En
definitiva y de nuevo, el ambiente, “la pachamama” no ha
ganado nada con la introducción de dichos cultivos, pero sí
lo han hecho otros ...
La moratoria
actual respecto a nuevos cultivos transgénicos debe dar
lugar al debate, a la reflexión y evaluación respecto a los
impactos en el ambiente, en lo productivo, en lo social y en
la salud, luego de casi una década de plantar estos
vegetales. Así mismo,
debemos tomar posición acerca de qué alimentación, qué
agricultura, qué comercio queremos para nuestra población
actual y futura.
En Montevideo,
Fernando Queirós*
©
Rel-UITA
7 de marzo de 2007 |
|
|
|
* Ingeniero Agrónomo
NOTAS
Volver
a Portada
|