Mentiras y manipulación 
en anuncios para niños
México, segundo lugar en 
obesidad infantil, después de EE.UU.
 
Vigilar la 
publicidad de alimentos dirigida a niños es la tarea prioritaria que se ha 
autoimpuesto la incipiente organización de consumidores en México, 
pues es comprobable –y así lo valida la OMS– que los mensajes de las 
empresas están contribuyendo a la epidemia de obesidad infantil aquí y en el 
orbe entero. El Poder del Consumidor (EPC) argumenta: en 
México en los pasados siete años se incrementó en 40 por ciento el 
sobrepeso y la obesidad en niños de cinco a 11 años de edad, “el mayor 
aumento de su tipo en un periodo tan corto a escala mundial”, y ello va 
ligado a una reducción de 30 por ciento en el consumo de frutas y verduras, 
que reporta el Instituto Nacional de Salud Pública.
 
La batalla 
de EPC, por ahora contra publicidad engañosa de Kellogg’s y 
Nestlé, tuvo ya un primer logro y continúa con demandas ante las 
secretarías de Salud y Gobernación y la Procuraduría Federal del Consumidor, 
pero la organización civil alerta que debe frenarse de forma estructural los 
abusos y la falta de ética de las compañías que se anuncian, con acciones de 
los poderes Ejecutivo y Legislativo, pues es claro que la autorregulación en 
este tema no funciona. Un primer round ganado por EPC fue 
contra Kellogg’s. En junio la agrupación denunció ante las 
autoridades una publicidad de Zucaritas transmitida en televisión por 
engañar a los niños al ofrecerles que su consumo los transformaría en tigres 
–en un símil del Tigre Toño– y por afirmar que “Zucaritas te da 
energía para ganar”. Ello, a pesar de que el producto en realidad es poco 
nutritivo y altamente calórico, pues contiene 40 por ciento de azúcar y el 
resto es harina refinada. Como resultado, el anuncio salió del aire en la 
primera semana de julio.
 
En agosto,
Alejandro Calvillo, director de EPC interpuso nuevas demandas. 
Una, contra Nestlé, para la cual EPC pide “la mayor sanción 
contemplada en la ley”, por el anuncio del helado “chocobanana”, el cual 
muestra a unos niños que extraen de su mochila un plátano para comer, y que 
ven cómo el personaje de Nesquik, el Conejo Quicky,
sustituye rápidamente la fruta por el helado.
 
Calvillo 
menciona que el anuncio viola varios artículos de la Ley General de Salud, y 
el artículo 22 del reglamento de la Ley General de Salud en Materia de 
Publicidad, el cual señala que la publicidad “no deberá realizar 
comparaciones en menoscabo de las propiedades de los alimentos naturales”.
 
Además, 
Nestlé ignora lineamientos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), 
de que debe restringirse la publicidad dirigida a niños de productos con 
altos contenidos de azúcar, grasas y/o sal, y en cambio debe promoverse un 
mayor consumo de frutas y verduras.
 
Melvin y 
Toño, 
mentirosos. Nuevas denuncias hay contra Kellogg’s. Una relativa a un 
anuncio en que aparecen niños desesperados por salir de un tren 
descarrilado. Uno de ellos exclama: “¡Si fuéramos grandes y fuertes!” y el
Elefante Melvin le asegura: “Necesitas Choco Krispis; su forticalcio 
te ayudará a crecer grande y fuerte”. Los niños toman el producto y salen 
del tren.
 
Otra 
denuncia corresponde nuevamente a un anuncio de Zucaritas, el cual exhibe a 
un niño que anota un gol y exclama: “¡México, campeón del mundo!”. El
Tigre Toño le dice: “Haz que suceda, prepárate, entrena y desayuna 
Zucaritas, que es energía para ganar”.
 
De acuerdo 
con Calvillo, las autoridades deben exigir a Kellogg’s que 
compruebe las afirmaciones de sus anuncios. En las denuncias se presentan 
diversas referencias científicas que demuestran cómo la mayoría de los niños 
no puede distinguir entre un programa y un anuncio hasta los ocho años de 
edad; cómo los publicistas utilizan los dibujos animados para generar un 
vínculo afectivo de los niños con el producto; cómo la publicidad dirigida a 
niños busca enfrentarlos con los padres, y cómo la publicidad utiliza todas 
las herramientas para manipular el deseo de los niños y generar malos 
hábitos alimentarios, que seguramente persistirán a lo largo de su vida, 
afectando su salud.
 
El Poder 
del Consumidor sostiene que la publicidad de Kellogg’s es “la más 
agresiva de productos alimentarios dirigidos a niños en televisión. La 
compañía recurre a uno de los elementos que han dejado de utilizar otras 
empresas: sugerir que el consumo del producto permite desarrollar 
habilidades físicas increíbles, aprovechándose de la credulidad de los 
niños”.
 
Falta de 
ética
 
Según 
Calvillo, las compañías procesadoras de alimentos y las agencias de 
publicidad actúan sin ética en los mensajes dirigidos a los niños, y por eso 
más allá de estas denuncias puntuales, la agrupación está explorando 
mecanismos que ataquen de fondo el problema. Está buscando que la autoridad 
actúe de oficio en contra de la publicidad engañosa de los productos 
“chatarra”.
 
Asimismo, 
que se apliquen las normas vigentes que prohíben la publicidad engañosa y 
que censuran los mensajes promotores de hábitos alimenticios malsanos en los 
niños, y que están contenidas en las leyes General de Salud, Federal de 
Protección al Consumidor y Federal de Radio y Televisión. “Queremos ver el 
alcance de estas leyes.
 
“La 
autorregulación de las empresas en relación la publicidad dirigida a niños 
ha demostrado ser un fracaso. El que tiene que velar por la salud de la 
infancia es el gobierno; las empresas velan por sus utilidades”. Hasta el 
momento, la autoridad y los legisladores han permitido que las empresas 
bloqueen en el Congreso iniciativas para sacar la comida chatarra de las 
escuelas y para regular la publicidad de este tipo de productos en los 
horarios infantiles, señala Calvillo.
 
Para la 
agrupación de consumidores, la publicidad dirigida a niños es la más 
preocupante, pues este segmento de la población es crédulo y manipulable. 
Cita un estudio hecho entre niños de nueve a 11 años de edad, el cual 
concluyó que 94 por ciento reconoce al Tigre Toño de Kellogg’s 
y a Ronald MacDonald (de la cadena de hamburguesas) y que prefieren 
seguir sus recomendaciones sobre qué comer, más que las dadas por sus 
padres.
 
México, 
señala Calvillo, es el segundo país con mayor índice de sobrepeso y 
obesidad en el mundo, después de Estados Unidos. No obstante eso, 
nuestro país resulta un paraíso para las empresas de comida chatarra, pues 
no hay regulación sobre lo que se vende en las escuelas, sobre el etiquetado 
ni sobre la publicidad en las calles, y se carece de campañas nacionales de 
orientación nutricional. Ocurren situaciones tales como la publicidad de 
comida chatarra enfocada no en el alimento sino en los juguetes o “cajitas 
felices” incluidos para atraer a los niños.
 
El 
resultado es un “ambiente obesigénico”, donde los hábitos alimentarios se 
deterioran y donde la diabetes, ligada con la obesidad, es la principal 
causa de muerte, amputaciones y ceguera de la población.
 
Lourdes 
E. Rudiño
Suplemento 
La Jornada del campo, La Jornada México
15 de 
octubre de 2007