Cargill:
Cómo funciona la mayor
corporación alimentaria del planeta
Disecando al enemigo |
El economista y
teólogo norteamericano Brewster Kneen presentó en
Montevideo* la edición en español de su libro “Gigante
invisible. Cargill y sus estrategias transnacionales”,
en el que abunda sobre la historia y la actuación del
principal “imperio agroindustrial, alimentario y
financiero” del planeta. A continuación, pasajes de las
intervenciones del técnico
de la UITA Leonardo
de León y del propio autor.
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Brewster Kneen y Leonardo de León |
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Para De León este libro, editado por REDES Amigos de la
Tierra, GRAIN y el Grupo de Reflexión Rural, “es una
herramienta tanto para los activistas que venimos
trabajando en esto hace mucho tiempo como para los
políticos y el sistema político”. En Uruguay, como en la
mayoría de los países, “no hay un cuestionamiento al
modelo productivo, y en general tomamos el modelo en
forma muy parcial. Un día trabajamos muy fuerte en el
tema transgénicos, en otra época en el tema agrotóxicos
pero nunca buscamos una evaluación del modelo productivo
viendo cómo actúan e interactúan estas corporaciones que
hoy controlan todo el sector agroalimentario”, señaló.
El trabajo de Kneen sirve precisamente a ese fin, al realizar
un diagnóstico acabado de la forma en que el “complejo
agroindustrial, alimentario y financiero de Cargill”
opera en los 72 países en que tiene presencia,
incluyendo varios de América Latina.
El “imperio” fundado hace unos 140 años por William Cargill,
recordó De León, es mucho más poderoso que el de
Monsanto. Tiene unos 80 mil empleados repartidos por el
planeta y está dedicado “a la comercialización,
fabricación y distribución de bienes y servicios
agrícolas, alimentarios, financieros e industriales. Sus
negocios de comercialización y procesado incluyen granos
y oleaginosas, jugos de frutas, fibras, carne, huevos,
sal, petróleo y acero, así como la producción y venta de
alimentos para ganado, fertilizantes y semillas” y, en
el sector financiero, “la instrumentación del comercio
financiero, inversiones, estructuración de finanzas y
operaciones de plazo fijo”.
Cargill
es el
prototipo de las corporaciones que hoy dominan la
economía mundial, indicó el investigador uruguayo,
destacando que actualmente la mayor parte (52) de las
100 economías más poderosas son corporaciones. En el año
2000, dijo, las corporaciones representaban 12 por
ciento del Producto Bruto Interno mundial, moviendo unos
3,5 billones de dólares.
¿Seguridad
alimentaria?
Como sus pares, Cargill “ha instrumentado políticas
(agrícolas) que pasan por encima de países y de
regiones. Su mapa satelital no reconoce ningún condado,
ninguna provincia, ningún Estado, ninguna nación, ni
Banco Mundial, ni Naciones Unidas”. Y por supuesto que
esas políticas van en su propio beneficio, en el de las
corporaciones y en el del sistema capitalista en su
conjunto. De León rememoró cómo, antes de retirarse, el
ex presidente de Cargill definió lo que a su
juicio debería ser una política de seguridad alimentaria:
“hay una creencia equivocada –dijo entonces el
empresario– de que la mayor necesidad agrícola del mundo
en vías de desarrollo es alcanzar la capacidad de
producir comida para el consumo local. Esto es un error:
los países deben producir lo que ellos mejor hacen y
comercializarlo”. Y el vicepresidente de la firma, Robin
Johnson, abundó en el mismo sentido: “romper el sitio de
la pobreza significa cambiar de la agricultura de
subsistencia a la agricultura mercantilizada. La
agricultura de subsistencia evita que crezca el ingreso
de los campesinos, deja a las poblaciones fuera del
sistema de comercio de los alimentos y por consiguiente
los hace más vulnerables a los desastres naturales,
dañando el medio ambiente”.
Kneen, en cambio, apuesta a “la promoción de la agricultura
de subsistencia, a la agricultura familiar, a los
mercados locales, todo lo que va en contra del modelo
Cargill, que es el modelo productivo que predomina
hoy en el mundo”.
El autor plantea que “Cargill es un proveedor de
materia prima, un comprador, comerciante, procesador de
productos, y un especulador a lo largo de todo el
sistema agroalimentario”, indica De León. En los países
del MERCOSUR tiene el control total del sector granos,
participa en los puertos de la Hidrovía Uruguay-Paraná y
en los centros de procesamiento de los principales
puertos de la región. Pero el control lo establece a
menudo tejiendo alianzas con otras corporaciones y
“dejando que otros actúen primero”. A Monsanto, por
ejemplo, “le vendió el negocio de las semillas y
Monsanto inició en Argentina, en Brasil, Uruguay y
Bolivia, el sector de granos, primero con la soja y
después con el maíz”. Ambas corporaciones formaron en
Argentina una joint venture llamada Renessen, que en su
página web se define como una alianza “entre dos líderes
globales” que cuenta “con recursos inigualables y amplia
experiencia a lo largo de la cadena de valor”.
La “invisibilidad” de este gigante, apunta el representante
de la UITA, reside precisamente en que prefiere actuar
en redes o por interpósitas personas y empresas, por
ejemplo “a través de asociaciones de comercio
influyente, a las que deja que hagan lobby”. Cargill
–que se presenta a sí misma poco menos que como una
empresa familiar– ofrece a estas asociaciones “la
ventaja de llegar más rápidamente a Washington sin los
costos de identificación, con propuestas o tácticas que
muchas veces pueden ser polémicas”.
Va de suyo que Cargill, como las otras corporaciones,
se ha beneficiado de la desaparición, tanto en países
industrializados como en los del Tercer Mundo, “de los
sistemas estatales, comunitarios y municipales de
extensión, que han quedado en manos de consultores
privados vinculados directamente a las corporaciones
para comercializar los fertilizantes, las semillas, los
agrotóxicos y la biotecnología”.
Qué hacer
Frente a la todopoderosa influencia de los “monstruos” (las
corporaciones) en instancias internacionales como la
Organización Mundial del Comercio o el Banco Mundial,
¿hay margen para una resistencia eficaz? ¿Qué se puede
hacer desde la sociedad para minar, o al menos limitar
su poder? De León encuentra “muy interesantes” las
respuestas que Kneen aporta a estas preguntas. El autor
del libro, observa que “Cargill trabaja con
volúmenes, y para conseguir volúmenes suficientes tanto
para sus compras como para sus ventas debe negociar
internacional e industrialmente. Por debajo de ese
umbral no puede funcionar aun cuando lo desee. Kneen
plantea que allí está una de las claves de resistencia y
de la búsqueda de alternativas. Y por eso la necesidad
de llevar a cabo políticas de resistencia, que yo
denominaría políticas agrarias, que tengan en cuenta la
agricultura diversificada a pequeña escala y el
desarrollo de sistemas locales de autoabastecimiento de
alimentos. A grandes rasgos esa es la estrategia para
enfrentar a grandes corporaciones como Cargill”.
Insistiendo en el concepto de Kneen de que “el archienemigo
de Cargill es la agricultura de subsistencia, el
autoabastecimiento, la autodependencia”, De León subraya
la importancia de conducir “políticas agrarias que se
enmarquen en tres pilares fundamentales de la soberanía:
la soberanía alimentaria, la soberanía energética y la
creación de trabajo”. En la parte final del libro, Kneen
demanda “que las comunidades vuelvan a tomar sus propias
decisiones acerca del modo en que ellas y las futuras
generaciones vivirán y se alimentarán, lo cual supone
dejar de ser consumidores pasivos para comprometerse
activamente en el diseño de políticas públicas”,
concluyó el técnico y activista de la UITA.
Penetración lenta y
eficaz
A Kneen la forma de operar de Cargill le fascina, por
su eficacia, hace muchos años. Según contó en
Montevideo, su primer libro estuvo centrado en las
actividades de la corporación en Canadá. “En ese momento
yo estaba participando en asuntos de política agrícola
en Ontario y en otras partes del país y la política
agrícola canadiense me parecía insensata de todo punto
de vista. Cargill recién había aparecido –hablo
de fines de los ochenta–” y casi nadie en ese país la
conocía, “ni siquiera la gente del ramo”. Mientras
trabajaba en su libro, “y como todavía no entendía la
política agrícola canadiense”, Kneen pensó que si se
“ponía los zapatos de Cargill quizás encontrara
otras explicaciones”. Fue así, cuando observó las cosas
“desde el punto de vista de Cargill”, que tomó
conciencia de que “la política agrícola canadiense
estaba diseñada para Cargill. La oficina de uno
de los vicepresidentes de Cargill estaba junto a
la oficina del viceministro de Agricultura canadiense. A
esto se le llamaba Programa de Intercambio Ejecutivo,
pero básicamente se trataba de que Cargill era la
que formulaba las políticas agrícolas”.
Años después, comprobó que algo similar sucedía con las
políticas agrícolas definidas por China, cada vez más
“adaptadas a las recomendaciones” de la corporación.
¿Qué volvía tan poderosa e influyente a esa empresa?
“Después del primer libro –rememora el investigador
estadounidense nacionalizado canadiense– se me hizo todo
un desafío investigar sobre Cargill, por su
naturaleza invisible y por el hecho de que solamente
informa de lo que quiere que sepamos. Fue un desafío y
una especie de juego a la vez encontrar datos en
Internet, en folletos, en libros o comunicados de prensa
para ver la estrategia que desarrolla Cargill”.
l
En su libro Kneen da cuenta de cómo la corporación penetra
progresivamente en los países en que opera, “a través de
cabezas de puente, creando pequeñas empresas para en
primera instancia indagar la cultura y adaptarse, para
luego expandirse y hacer empresas mucho más grandes”. Y
muestra también cómo Cargill ha ido evolucionando
hacia sistemas más descentralizados, que le permiten una
mayor adaptación: “si el cambio climático afecta la
producción de soja en Estados Unidos tienen China y
países de América Latina como Argentina, Brasil,
Uruguay, Paraguay, y ahora se concentran en
individualizar las distintas materias primas. Y si
observamos el sitio web de la compañía se verá que ahora
hay una larga lista de ingredientes que venden a los
procesadores de alimentos, pero el impulsor principal
del sector en el proceso de agroalimentos es el de
vendedores minoristas”, con el cual Cargill ya ha
desarrollado niveles de integración.
Entender la potencia del “monstruo” es el primer paso para
diseñar estrategias alternativas, dice Kneen. “Muchas
veces la gente se pregunta ‘qué voy a hacer yo con
respecto a Cargill’. Y yo digo, nada. Pero sí sé
que no me voy a pasar la vida golpeándome la cabeza
contra la pared, la cuestión es saber comprender el
sistema dominante y saber qué opciones tomar. O se sigue
jugando el mismo juego que ha manejado Cargill o
se cambia de rumbo. Yo ya sé qué rumbo quiero tomar: yo
quiero comer bien pero también quiero que todos los
demás coman bien, y eso no me deja mucha opción”.
© Rel-UITA
12 de octubre de 2005
* Jueves 6, en sala
de actos de la Dirección Nacional de Recursos Acuáticos
(DINARA).
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Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
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