-¿Qué
recuerdos tiene del día en el que cerraron la planta?
-En verdad,
nunca se nos comunicó el despido. Trabajamos el día anterior al cierre hasta
dejar las cámaras repletas, y al día siguiente no nos dejaron entrar. Lo
único que nos decían los guardias de seguridad que estaban en la puerta era
que teníamos que esperar en la calle.
Nosotros les
contestamos que éramos los empleados de la fábrica y que, en todo caso,
esperaríamos adentro, pero fue inútil. No sabíamos lo que pasaba. Más tarde,
cuando llegaron los jefes, nos dijeron que nadie pasaría a la planta, a
Producción, porque la empresa estaba cerrada.
-¿Qué ocurrió
entonces?
-Fue terrible.
No nos dieron ninguna explicación. Hubo una compañera que se desmayó, en un
ataque de nervios. Otros quedaron en shock, sin entender lo que estaba
pasando. Hay compañeros que tenían muchos más años que yo trabajando allí, y
con más edad. Pienso que debieron tomarse la molestia y explicarles las
cosas al paso, en otras condiciones, no así, de sorpresa. Esa gente hasta
dejaba caer sus lagrimones allí, porque ya sabían que será muy difícil
conseguir otro empleo. Y aunque yo soy más joven que muchos de ellos,
tampoco he podido encontrar nada, y que yo sepa, ninguno de los despedidos
lo ha podido hacer.
-¿Cómo se
sintió usted en ese momento?
-Me sentí muy
mal, porque yo era uno de los que estaba pasando una situación terrible, con
mi esposa enferma con cáncer. Incluso venía ya maltratado por la empresa,
porque como ella necesitaba dos medicamentos muy caros les pedí un préstamo
para las dos primeras dosis, pero ellos me trataron peor que a un animal. La
jefa de Recursos Humanos fue tan bárbara que mandó a que me investigaran;
ella no creía que mi esposa tenía cáncer. Hasta me pidió el teléfono del
médico de mi señora, siendo que ella ya estaba operada en el hospital.
Incluso después de hablar con el médico me acusó de estar de acuerdo con el
doctor para estafar a la empresa.
Fue tan
espantoso lo que viví que hasta quedé sin sentido. Los compañeros podrán
contar que tuvieron que echarme agua. Se me fue la respiración, porque al
tener tantos años con ellos nunca pensé que sería merecedor de un trato como
ése. Y luego vino ese otro sablazo del cierre de la planta. Si nos hubiesen
avisado con anticipación habríamos intentado solucionar el problema con más
tiempo, pero así, de un día para el otro, eso fue una salvajada.
-¿Cuántas
personas tiene usted a su cargo?
-A mi esposa,
que gracias a dios se viene recuperando lentamente, y dos niñas, una de 9
años y otra de 6. Cuando la empresa me negó el préstamo, incluso después de
investigarme, los compañeros me ayudaron mucho, cada uno con lo que pudo, y
después todo el dinero que pagó la empresa hasta ahora lo hemos gastado en
médicos y medicamentos. Hace un par de días se le hizo el último estudio y,
gracias a dios, por ahora está recuperada de ese problema.
-¿Cómo afectó
esto a su familia?
-Fue algo muy
doloroso. Se produjo un atraso grande. Imagínese, una persona pobre, con
pocos recursos, incluso cuando su compañera –que es lo más valioso que
tiene- está enferma. Ella es todo, es la mamá de lo que uno más quiere que
son los hijos. No es fácil aguantar todo eso. Yo creí que se me iba a morir,
porque cuando no me dieron el préstamo ella pensó que ya no tenía salvación,
pero entonces resolví comprar primero los remedios y después pedir que dios
me ayudara con los gastos de la casa. Cuando supo que no tenía más el empleo
fue muy duro, tanto para ella como para mí.
-¿Usted sigue
sin trabajo?
-Sí señor.
-¿Y cómo hace
para sobrevivir?
-A veces algún
amigo me invita a compartir una changa, casi siempre en la construcción o
cualquier otra cosita, pero es sólo a veces. Y esos días saco apenas para la
comida de la jornada.
-¿Sigue
encontrándose con sus ex compañeros de trabajo?
-Sí, cada vez
que puedo. Seré un eterno agradecido a la solidaridad de ellos que me
ayudaron para comprar los medicamentos de mi esposa. Me ayudaron mucho.
Siento que perdí una familia que me trató como nunca lo imaginé. En el
momento del apriete uno sabe que ellos fueron mis hermanos, mis vecinos, mis
amigos, fueron todo. En el momento más difícil me tendieron la mano y nunca
me dejaron solo. Sé que lo que nos hizo
Nestlé
fue algo muy
fuerte, pero les pido que sigamos echando para adelante, que luchemos para
ver si recuperamos algo de lo que hemos perdido.
-¿Cómo
calificaría usted a Nestlé?
-Sinceramente,
si fuese una empresa tan solidaria como ellos dicen, tan grande, que pensé
que era tan responsable, no imaginé que haría esto con sus modestos
empleados. Ellos saben que hay gente mayor que jamás va a encontrar otro
empleo, que no serán socorridos por ninguna empresa, y olvidaron que esos
trabajadores envejecieron con ellos, en
Nestlé,
donde dejaron sus mejores años. No creí que podían tratarnos como basura,
porque como eso me sentí. Los años que duramos con ellos pensamos que
teníamos una familia formada en la empresa
Nestlé. Sin embargo sentimos que
para ellos nunca fuimos nada. Nos tiraron a la calle. Ni siquiera nos
advirtieron, ni nos trataron con la más mínima dignidad.
-¿Qué les
diría usted a otros trabajadores de Nestlé en otras partes del mundo?
-Que tengan
mucho cuidado y se mantengan observando lo que pueda ocurrir en el futuro.
Deben recordar que nada es para siempre, y quizás como nos pasó a nosotros,
tal vez ocurra lo mismo en otras plantas. Que se mantengan alerta,
investigando, asegurando el pan para sus familias.