Como no las puede alcanzar, ha logrado que le asignen el
papel de su custodia, para evitar así
que otros animales se beneficien de
ellas. Así parece que sucederá con el
desprestigiado Fondo Monetario
Internacional, FMI, al que se le
ha asignado el papel de socorrista de la
economía mundial. Después de los
escándalos en la selección nepótica de
su alto personal, casi tan grandes como
el desbarajuste en sus gastos
administrativos, y del endémico
gigantismo en su burocracia, le han
triplicado sus recursos. Dicen que las
instituciones de Bretton Woods
adelantarán la fecha de su reforma, del
2013 al 2011. Bajo la fórmula de que su
director sea elegido en razón de sus
méritos y no por ser europeo para el
FMI o norteamericano para el Banco
Mundial. Tarde me lo fiáis; para el
2013, todos calvos si la administración
de los recursos acordados en Londres y
que, junto con los ya asignados,
superarán los cuatro billones de
dólares.
En esta cumbre, que representa al 80% de la economía mundial,
se ha pretendido dar respuesta al clamor
universal por otra regulación
financiera: mediante el control de
fondos de alto riesgo (hedge funds)
grandes responsables de la crisis,
agencias de calificación y la
escandalosa existencia de los paraísos
fiscales “rebeldes”. O sea, que se van a
aplicar terapias de control en ese
cáncer de la economía y de la fiscalidad
mundial, del blanqueo de dinero del
crimen organizado, de ventas de armas y
de la corrupción de gobiernos y de
instituciones. Ya no se habla de listas
“negras”, sino grises, a pesar de la
euforia de Sarkozy y de Merkel.
Al parecer, van a luchar contra el
“secreto bancario” como si ya no
tuvieran preparado otro sistema para el
manejo de ese dinero ingente que huyen
del control fiscal. Que pueden alterar
el precio de las cosas, financiar
guerras en países ricos en materias
primas, poner y tumbar gobiernos en esos
países y seguir manteniendo el sistema
capitalista que “va a ser saneado y
preservado”.
Me recuerda a aquel borracho que acude al médico, aquejado de
cirrosis hepática, y que consigue que le
recomienden un plan de “mejora en la
calidad de los vinos”. Pero podrá seguir
bebiendo, porque ya es su razón de ser.
Para una izquierda progresista y reformadora de la economía
la cumbre de Londres es una decepción.
Faltan la pasión por la justicia y
bienestar social para construir otro
mundo posible y alternativo. Lo que más
ha afectado al capitalismo salvaje han
sido los excesos criminales fruto de la
desreglamentación, del todo vale y de
actuar de acuerdo con el pensamiento de
M. Thatcher “No existe sociedad,
sólo individuos”, y a estos hay que
explotarlos como recursos económicos.
Por eso, nadie se ha atrevido a tocar las remuneraciones de
los altos ejecutivos que desencadenaron
este desplome; sólo “piadosas”
recomendaciones. La clave del sistema
capitalista está en Calvino: “la
Providencia está con el que más gana”.
Cuanto más, mejor. Sigue la historia del
champagne, habrá para todos cuando las
copas de la pirámide comiencen a
desbordarse hasta el suelo.
Creo que se ha dejado pasar una gran ocasión para aportar
alternativas en la construcción de ese
nuevo orden por el que clama la sociedad
civil. No se trataba de hacer borrón y
cuenta nueva. Eso se ha manifestado
imposible hasta para las más
prometedoras economías emergentes. ¿No
les ha llamado la atención la compostura
de los dirigentes de China,
India, Rusia, Brasil y
de algunos otros? Al final, da la
sensación de que se ha conseguido una
armonía entre Estados Unidos y
los países más ricos de la Unión
Europea, garantizando así las
inmensas reservas de dólares de algunos
en espera de la utópica moneda mundial.
Algo ha caído, sí, en la pedrea, para
los países más pobres y de donde procede
el 70% de las materias primas que
necesitan los más industrializados para
mantener sus niveles de producción y de
negocio. Unos 100.000 millones de
dólares pero que, como siempre, serán
coordinados por el FMI.
El profesor Ignacio Sotelo recuerda el chiste que
circulaba en la Rusia
postsoviética: Uno le dice a otro: “Es
impresionante cuán certera era la
crítica que desde el capitalismo se
hacía a nuestro sistema”. El amigo
respondió: “Tienes razón, pero lo peor
es que también era verdad la crítica que
nuestra propaganda hacía del
capitalismo”.
Lo que sucedió es que la zorra soviética no supo guardar las
uvas, tan bien como la nuestra.