Brasil

 

Con Jair Krischke

XXIV Edición del Premio
“Derechos Humanos de Periodismo"

 

El Movimiento de Justicia y Derechos Humanos (MJDH) de la ciudad de Porto Alegre, celebrará el próximo 10 de diciembre su premiación al periodismo. Sirel dialogó con Jair Krischke, consejero del Movimiento, sobre la historia del Premio y la alianza con la Rel-UITA.

 

 

-¿Cómo nació la idea de premiar al periodismo desde la mirada de los derechos humanos?

-Entendimos que para trabajar el tema de los derechos humanos era fundamental la colaboración de la prensa y, cuando hablo de los medios me refiero a los periodistas con interés en el tema, que buscan información y datos. Asimismo, estoy haciendo mención a aquellos periodistas que, de alguna manera, “traducen” los documentos internacionales que tratan los derechos humanos, ya que en su mayoría están elaborados en un lenguaje que resulta dificultoso para el pueblo.

Además, para hacer llegar la información y divulgar qué son los derechos humanos y sus alcances, hay que tener una complicidad cotidiana con la prensa y con los periodistas.

Es por estas razones que en 1984 –todavía en dictadura-, con una amiga periodista decidimos crear este premio, que cuenta con el apoyo de la Orden de Abogados de Brasil (OAB-RG), de la Asociación Profesional de Reporteros Gráficos y Cinematográficos (ARFOC) de Río Grande, ARFOC - Brasil y de la Rel-UITA.

 

-¿Cuántas categorías tiene el premio?

-Las clásicas de reportaje periodístico, radio, televisión, imagen televisiva; fotografía, caricatura y crónica; en este espacio abrimos la posibilidad de integrar trabajos que el periodista realizó y la empresa no publicó. Por último, hace unos años se creó con la Rel-UITA la llamada “categoría especial” sobre un tema específico de interés latinoamericano.

 

-Para esta XXIV premiación, Rel-UITA sugirió los agrocombustibles como tema especial. ¿Por qué el colectivo de derechos humanos aceptó la propuesta y cómo vincularon los agrocombustibles cómo una problemática de los Derechos Humanos?

-Acceder a una alimentación adecuada es un derecho fundamental, y la defensa de los derechos humanos pasa, entre otros capítulos, por la lucha contra el hambre y por el acceso a la tierra. Hoy se produce lo suficiente como para alimentar sin problemas a toda la humanidad, sin embargo, uno de cada seis habitantes del planeta padece hambre crónica. El modelo imperante sólo persigue el lucro, la inmediatez de las ganancias sin importar los resultados desastrosos que esté causando en materia social, económica y ambiental

Por ello vemos con especial preocupación cómo, en beneficio de la producción de agrocombustibles, se estará desplazando el suelo destinado a la agricultura y a la producción de alimentos. Esto es un fenómeno impresionante, parece que la gente no se da cuenta de lo que está pasando. Estamos en el inicio de un proceso que acelerará las dinámicas de exclusión social, de concentración de la tierra y del capital, y en el que, además, se vislumbra una espiral alcista de los precios de los productos alimenticios.

¿Y todo esto para qué? ¿Para alimentar el parking automotriz? ¿No será que estamos ante una dramática ausencia de políticas públicas que, entre otras cosas, hagan más eficiente, digno y seguro al transporte público, donde se termine con “la orgía energética” que realizan los países del primer mundo, como bien decía nuestro querido amigo Jose Lutzenberger?

 

El presidente Lula ha hecho de los agrocombustibles su buque insignia. Donde llega habla de “esta nueva matriz energética” del siglo XXI. Sin embargo, no habla que las condiciones de trabajo en los cañaverales brasileños son del siglo XVI, donde en la siembra del cultivo, la cosecha y la producción industrial se masacra sistemáticamente a los trabajadores y sus derechos humanos son violados flagrantemente. Durante la zafra azucarera somos informados con frecuencia sobre trabajadores que mueren agotados, porque para llevar un real más a su casa cortan 15, 17 y hasta 20 toneladas de caña en un día. Por ello acostumbro decir: ¡en cualquier parte del mundo donde hay caña, hay miseria!

 

Brasil fue uno de los países que por más años convivió con la esclavitud. En aquel entonces un esclavo costaba entre 12 y 14 mil reales (6 y 7 mil dólares). Entonces el dueño del esclavo cuidaba ese capital, era bien alimentado, y si enfermaba se trataba de curarlo. Hoy no hay esclavitud como régimen generalizado, pero si un trabajador muere, o una trabajadora joven de una avícola padece dolores permanentes porque sufre de Lesiones por Esfuerzos Repetitivos (LER), no importa, nada importa, ya vendrá otro.

 

-El MJDH ha sido pionero en apoyar la lucha por la reforma agraria, como un derecho humano.

-Es verdad, pero esto no ha funcionado, porque hoy Brasil está asistiendo a un proceso de contrarreforma agraria y de extranjerización de la tierra. En nuestro estado, Río Grande del Sur, a través del monocultivo sojero y el plantío de eucaliptos, se viene perpetrando un ignominioso proceso de devastación de la agricultura familiar. Con los agrocombustibles, la situación se complicará aún mucho más.

 

 

En Porto Alegre, Gerardo Iglesias

Rel-UITA

6 de diciembre de 2007

 

 

 

 

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