Eduardo
Cabanillas, Honorio Martínez Ruiz, Eduardo Alfredo Ruffo y Raúl
Guglielminetti, cuatro ex represores que figuraron entre los principales
operadores del Plan Cóndor en Argentina, acaban de ser condenados a pesadas
penas de prisión en su país. Fueron los primeros, pero seguirán otros.
Se acabó, fue el comentario generalizado
de sobrevivientes y familiares de desaparecidos uruguayos en el centro
clandestino Automotores Orletti cuando los jueces del Tribunal Oral Federal
1 (TOF 1) de Buenos Aires leyeron las sentencias: perpetua para el militar
Cabanillas, 25 años de cárcel para Ruffo y Martínez
Ruiz, 20 para Guglielminetti.
Seguirá, dijeron otros. O los mismos.
Siete años habían pasado desde el comienzo
de la instrucción de la llamada “causa Orletti” y diez meses desde la
apertura del juicio oral y público.
Tanto en Buenos Aires como en Montevideo
la lectura de la sentencia final del TOF 1 -el jueces 31- era
esperada con especial interés, porque Orletti fue el punto nodal de la
cooperación entre los servicios de las dictaduras conosureñas, especialmente
las rioplatenses.
Allí torturaron y mataron por igual
represores argentinos y uruguayos, y entre los más de 200 secuestrados que
pasaron por el campo. Definido por el juez Daniel Raffecas
como una escuela de sadismo, figuran, además de argentinos, al menos
cincuenta uruguayos, y bolivianos, y chilenos y hasta un par de diplomáticos
cubanos que engrosan las listas de desaparecidos. Algunos (entre ellos una
veintena de uruguayos) sobrevivieron.
Ese jueves 31 de marzo por la noche había
unas cien personas reunidas en la residencia del embajador argentino en
Uruguay, invitadas especialmente para seguir la lectura del fallo del
tribunal en Buenos Aires.
Muchas de ellas, algo más de 30,
testimoniaron ante el TOF, en alguna de las audiencias llevadas a
cabo desde la apertura del juicio.
El tribunal no juzgó a todos los militares
y civiles identificados por los sobrevivientes de Orletti: apenas a cinco
sobre 18 (uno de ellos murió el año pasado), ni por todos los crímenes que
allí se cometieron.
Tampoco invocó para condenar a los cuatro
ex represores las convenciones internacionales -lo cual hubiera seguramente
conducido a una condena pareja para todos ellos por delitos inamnistiables
como desaparición forzada de personas- sino el código penal argentino.
Pero aun con todos esos bemoles había
satisfacción entre los querellantes uruguayos y argentinos y entre quienes,
sobre todo en Buenos Aires, manifestaron en las calles tras la lectura del
veredicto del TOF. “A donde vayan los iremos a buscar”, gritaban en
la capital argentina militantes de la agrupación HIJOS mientras mencionaban
uno a uno los nombres de los desaparecidos en Orletti.
Al general de división de Ejército
Cabanillas, tercero de a bordo de Orletti detrás del paramilitar
Aníbal Gordon y el general Otto Paladino, ya
muertos, fue al único al que se le imputaron homicidios. De ahí que le
correspondiera la pena más alta.
Se lo reconoció culpable de al menos cinco
asesinatos, uno de ellos el de Marcelo Gelman, hijo del poeta
argentino Juan Gelman.
Entre los reunidos en la embajada
argentina en Montevideo el jueves 31 estaba Macarena, la hija de
Marcelo Gelman. Macarena nació en cautiverio luego de que
su madre María Claudia García fuera trasladada
clandestinamente, estando embarazada, desde Orletti hacia Uruguay, a
fines de 1976. Macarena fue apropiada por los represores y entregada
en adopción ilegal. Recién recuperó su verdadera identidad en el año 2000.
“Se probó que se puede hacer justicia”,
que aun tantos años después se puede hacer obra de profilaxis sobre todo
pensando en las nuevas generaciones, comentó ella en la embajada.
“Yo siempre digo que la justicia cuando
llega tarde no es justicia porque con la extensión de los años se alarga la
impunidad, pero en este caso es un paso más”, dijo en contrapunto desde
Buenos Aires Sara Méndez, uruguaya sobreviviente de Orletti
que viajó especialmente hacia Argentina para estar presente durante la
lectura de la sentencia.
Después de estos juicios vendrán otros
también relacionados con Orletti. Entre los que seguramente desfilarán por
los juzgados porteños está el coronel uruguayo Manuel Cordero,
detenido en Argentina desde 2010 tras haber sido extraditado desde
Brasil.
Cordero fue una de las patas del
Cóndor del lado uruguayo y estaba al frente de los uruguayos que operaban en
Orletti. Se lo sindica como uno de los más sádicos en la tortura y autor de
violaciones.
Otro de los que comparecerá será el ex
agente de inteligencia argentino Miguel Ángel Furci,
apropiador de Mariana Zaffaroni, hija de una pareja de jóvenes
militantes de izquierda que estuvieron secuestrados en Orletti e integran la
lista de más de 160 uruguayos desaparecidos en Argentina.
La abuela de Mariana, María
Esther Gatti de Islas, una de las fundadoras de
la Asociación de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos,
murió este año. Tuvo la alegría de haber recuperado a su nieta, pero no pudo
llegar a ver el juicio a su raptor. “Algún día se hará justicia y estas
bestias se pudrirán en prisión”, llegó a decir en una de sus últimas
declaraciones públicas.