Uruguay

Derechos humanos

El firmazo

 

Cuando a fines de 2006 una Coordinadora de asociaciones, sindicatos, partidos, personalidades y algún medio de prensa se embarcaron en una campaña para lograr la convocatoria de un plebiscito para anular la ley que dejó sin castigo a los violadores de los derechos humanos bajo la dictadura, la aventura parecía una quijotada.

 

Sin embargo el objetivo se cumplió y este viernes 24 unas 300 mil firmas de uruguayos, muchas más de las necesarias, fueron entregadas al parlamento por una multitud.

 

Apretadas en 30 cajas, las papeletas llegarán en los próximos días a la Corte Electoral, que deberá verificar su validez y si efectivamente alcanzan a sumar 258.000, equivalentes al 10 por ciento del electorado, mínimo legal requerido para la convocatoria a un plebiscito. Los antecedentes de ese organismo, integrado únicamente por representantes de partidos conservadores, son tan malos que los promotores del plebiscito aspiraban a que las papeletas reunidas superaran en mucho aquel mínimo para estar a resguardo de cualquier “sorpresa”.

 

Todo indica que pueden dormir tranquilos, y el 25 de octubre, el mismo día que elegirán nuevo presidente y renovarán el parlamento, los uruguayos deberán decidir si mantienen o anulan la llamada “Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado”.

 

El “firmazo” que festejaron hoy en las calles de Montevideo miles de manifestantes parecía poco menos que imposible apenas tres años atrás, cuando la idea de la convocatoria a un nuevo plebiscito sobre la “ley de impunidad” comenzó a circular.

 

El puntapié inicial había partido de un medio de prensa, el semanario independiente de izquierda “Brecha”, que el 2 de diciembre de 2005 difundió un “llamamiento para la anulación de la ley de caducidad” aprobado en asamblea por su redacción.

 

“Ha llegado el momento de abandonar el minimalismo programático en materia de derechos humanos para dar paso a una acción basada en el imperativo ético de investigar y hacer justicia”, decían en su texto los periodistas del semanario, decididos a promover “una acción política que abandone el enmarañado camino del menudo que intenta, desde hace demasiados años, rescatar unas gotas de verdad y justicia”.

 

Fue en el local de “Brecha” en Montevideo que poco a poco se fue gestando lo que justo un año después, en noviembre de 2006, se transformó en la Coordinadora Nacional por la Nulidad de la ley de Caducidad. Ya entonces habían comprometido su apoyo a la campaña un número considerable de organizaciones sociales, sindicatos (la UITA incluida), partidos políticos, personalidades de todos los ámbitos, y un grupo de juristas había dado forma a la propuesta. La Coordinadora fue presentada “en sociedad” en septiembre de 2007 en un gran acto público en un teatro céntrico de Montevideo, donde la campaña fue lanzada formalmente. 

 

Faltaba lo principal: convencer a un cuarto de millón largo de uruguayos en un plazo de año y medio de que “valía la pena” involucrarse otra vez en un reclamo por “verdad y justicia” sobre hechos sucedidos al menos treinta décadas atrás. En 1989, una tentativa similar contra la “ley de caducidad”, adoptada tres años antes, había fracasado, y muchos de quienes habían dejado cuerpo y alma en aquel empeño, por distintos motivos ya no están dispuestos a repetir la experiencia.

 

Pero es sobre todo el contexto político el que ha radicalmente cambiado respecto a 1989. A favor y en contra de quienes no cesan en el objetivo de “verdad y justicia”. En contra: la coalición de izquierda Frente Amplio, que dos décadas atrás, desde la oposición, había unánimemente participado en el intento de anular la ley de impunidad, hoy ocupa el gobierno y a él llegó prometiendo, muy especialmente su líder, el presidente Tabaré Vázquez, no tocar ese texto.

 

Por otra parte, al ser la ley de caducidad tan aberrantemente particular (la facultad de decidir si un asesinato, una desaparición forzada están comprendidos en ella no la coloca en la justicia sino en el Poder Ejecutivo) el gobierno de Vázquez la ha aplicado de tal forma que incluso algunos de los violadores más connotados de los derechos humanos han marchado a prisión.

Bajo la administración frenteamplista, todos aquellos casos de delitos de lesa humanidad que los gobiernos anteriores habían decidido archivar fueron reactivados.

 

“¿Para qué perder tiempo y energía en modificarla o anularla si de todas maneras se puede hasta hacer justicia aprovechando los flancos que deja”?, se cuestionaba desde el poder político y se repetía desde algunos de los partidos integrantes del Frente Amplio.

 

Pero otros factores comenzaron a operar a favor de la campaña de anulación. El miedo, gran actor en el escenario de 1989 (la dictadura acababa de terminar, y las Fuerzas Armadas y civiles afines dejaban planear el fantasma de un nuevo golpe si alguno de ellos iba a prisión) hoy prácticamente no opera, especialmente entre los más jóvenes.

 

“Para las nuevas generaciones, el imperativo ético de verdad y justicia está por encima de cualquier consideración pragmática, de cualquier acomodamiento. Y además, el hecho de que la ley sea como un chicle que se aplica en un sentido si el gobierno es de un signo político y en otro si es de otro signo invalida el argumento de quienes dicen que no hay que tocarla. No sólo hay que tocarla, hay que desterrarla del ordenamiento legal uruguayo porque además de antiética es una aberración jurídica, una anomalía”, no se cansó de repetir a lo largo de estos meses uno de los portavoces de la Coordinadora por la Nulidad, el abogado Oscar López Goldaracena.

 

Lo cierto es que con el paso del tiempo la campaña fue ganando en visibilidad e impacto. Y a medida que comenzaron a llegar de a miles las firmas de uruguayos, de dentro y de fuera del país, se fue forzando en el plano político un nuevo escenario. La decisión del congreso del Frente Amplio, en diciembre último, de respaldar formalmente la campaña, fue el catalizador que decidió a muchos a estampar su firma.

 

Uno tras otro los principales dirigentes de la izquierda gobernante se fueron pronunciando a favor de la anulación de la ley de caducidad. El clímax se alcanzó la noche del jueves 23, cuando desde Costa Rica el presidente Vázquez sorprendió a todos manifestando su “ferviente deseo que en octubre el pueblo uruguayo anule una ley de impunidad que no se merece”. Todo un símbolo.

 

Lo más difícil, de todas formas, se jugará en octubre, cuando a los 300 mil que han firmado deban sumarse alrededor de 800 mil (la mayoría simple del electorado) para que la ley sea borrada y comience otra historia.

Un sondeo de la empresa Factum conocido este viernes señala que 46 por ciento de los electores uruguayos se pronunciaría hoy a favor de anular la ley, 30 por ciento la mantendría y 24 no ha decidido aún su voto.

 

En Montevideo, Daniel Gatti
Rel-UITA
24 de abril de 2009

Fotos: Gustavo Villarreal

artículos relacionados 

31-3-2009   Uruguay
Un fallo histórico que refuerza campaña para anular ley de impunidad
Sentencia contra militares y policías responsables de violaciones a los derechos humanos bajo la última dictadura
Rel-UITA | Daniel Gatti

 

 

Volver a Portada

 

 

   UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay

Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel. (598 2) 900 7473 -  902 1048 -  Fax 903 0905