Ernesto Cardenal,
el más grande de los poetas
contemporáneos de Nicaragua, ha
sido condenado en un viejo juicio por
injurias, revivido para castigarle,
porque en su reciente viaje a
Paraguay, invitado a la toma de
posesión del presidente Lugo,
criticó a Ortega y a su esposa
tal como el poeta suele hacerlo, sin
tapujos. En Nicaragua los jueces
dependen de la voluntad de Daniel
Ortega.
Se trataba de una
acusación judicial absurda contra
Cardenal, llevada a los juzgados
hace años por un ciudadano alemán que
rentaba un hotel perteneciente a la
comunidad de Solentiname, que el poeta
fundó, pero en todo caso, ventilado como
un asunto privado. Tan absurda vio la
acusación la jueza de primera
instancia, que en un raro acto de
independencia la desechó, absolviendo al
poeta de toda culpa.
El acusador recurrió a
otro juez de categoría superior, y tres
años después de hallarse archivada la
causa, las órdenes llegaron prestas
desde las alturas matrimoniales, y
fueron cumplidas sin dilaciones.
¿Sabe el juez quién es
Ernesto Cardenal? No creo que le
importe. Lo único que sabe es que debe
cumplir las órdenes que recibe.