En
un histórico resultado, la alianza
tejida por el Frente Farabundo Martí
de Liberación Nacional (FMLN) en
torno al periodista independiente
Mauricio Funes recibió el 51,8 por
ciento de los votos y derrotó a la
derechista Alianza Republicana
Nacionalista (ARENA), heredera de la
Doctrina de la Seguridad Nacional y
de la guerra sucia que se libró en
El Salvador hace 20 años. Aunque los
desafíos son grandes y numerosos, el
cambio infunde esperanza por una
vida en paz, con equidad y justicia
social. Esta es la crónica de la
jornada electoral vivida por
Gilberto, nuestro compañero y
colaborador en El Salvador.
Los resultados empezaron a vislumbrarse desde las 6 de
la tarde del domingo 15 de marzo,
una hora después de cerrada la
votación. A juzgar por lo que
sucedía urna por urna en los centros
de votación de San Salvador, hice un
rápido cálculo mental de la ventaja
con que estaba cerrando el Frente
y pensé que si se mantenía la
tendencia de esos centros a nivel
del país, la cuestión podría rondar
el 55 versus el 45 por ciento en
favor del candidato de la izquierda.
La verdad, fue el primer sentimiento
de certeza de la tarde.
Respiré tranquilo al corroborar que los militantes de
ARENA se estaban retirando de
las calles desmoralizados, y que por
el contrario empezaba a deambular
eufórica la militancia del FMLN,
un reflejo de lo que se estaba
imponiendo en el escrutinio de las
urnas.
Finalmente, a las 10 de la noche, con el 91 por ciento
de las actas escrutadas el resultado
era prácticamente irreversible: 52
por ciento para el FMLN y 48
por ciento para ARENA,
alcanzando el FMLN la
votación más grande de su historia
como partido político, después de
haber dejado atrás su pasado de
insurgencia armada luego de los
acuerdos de paz de 1992, y logrando,
por primera vez en la historia del
país, la alternancia del Poder
Ejecutivo a las fuerzas de
izquierda.
La
jornada
El inicio de la votación se marcó con mucha exactitud
a las 7 de la mañana casi sin
excepción a nivel nacional. No se
reportaron mayores incidentes en ese
momento. La calma, sin embargo, era
tensa.
Durante toda la noche militantes del FMLN
rodearon varios centros deportivos,
Ministerios y cuarteles militares de
San Salvador y de la oriental ciudad
de San Miguel, aduciendo que ahí se
encontraban encerrados cientos de
centroamericanos que bajo diversas
presiones, ofrecimientos y chantajes
estaban listos a votar con
documentos salvadoreños facilitados
por el partido en el poder.
En todos los casos intervinieron la Policía Nacional
Civil y la Procuraduría de los
Derechos Humanos, corroborando la
presencia masiva de cientos de
personas acarreadas por el partido
ARENA, pero no se pudo
comprobar que los documentos que
portaban las personas fueran
irregulares u otorgados a ciudadanos
no salvadoreños, en gran medida
debido a que altos personeros de
ARENA se interpusieron en los
procedimientos que estaban siguiendo
las autoridades. Lo que sí fue
cierto, es que había todo un sistema
de vigilancia ciudadana sobre la
votación de extranjeros, que se ha
convertido en las últimas elecciones
en una de las denuncias de fraude
más recurrentes.
El día trascurrió en tranquilidad, la gente votando
muy animadamente, trasmitiendo la
sensación de que todo el mundo
quería apresurar el paso del día
para ir directamente al recuento de
los resultados. Cerca del mediodía
visitamos la escuela Walter Deninger,
de Antiguo Cuscatlán, el lugar donde
votaría Mauricio Funes. Como
en todas sus apariciones públicas,
la gente se apiñó a su alrededor
buscando saludarle, verle y tocarle,
mientras su equipo trataba de
abrirle paso y garantizar las
medidas mínimas de seguridad al
tiempo de no restarle cercanía con
la gente y la prensa, una labor nada
fácil, por cierto.
Funes
se hizo acompañar por varios de sus
más cercanos colaboradores y figuras
reconocidas como Oscar Ortiz,
alcalde de Santa Técla, Jaime “La
Chelona” Rodríguez, un apreciado
entrenador de futbol infantil, y
seleccionado nacional mundialista de
1982, y por supuesto, Vanda
Pignato, su esposa.
Así las cosas, la cuestión era sólo esperar.
Los
anuncios
Luego de presenciar el cierre de las urnas y de los
centros de votación, la atención se
dirigió a la anunciada conferencia
de prensa que el Tribunal Supremo
Electoral (TSE) había
prometido para las 19:30 horas. Mi
impresión de la victoria del
Frente crecía por la notable
ausencia de militantes de ARENA
en las calles, y la cada vez más
numerosa presencia de los militantes
del FMLN que irradiaban
alegría, claro, producto del
resultado en sus respectivos centros
de votación. Esa sensación se iba
confirmando por las noticias que
llegaban de amigos y compañeros en
diferentes lugares del país.
Para tratar de remontar la diferencia de votos a nivel
nacional, ARENA hizo alianza
con Will Salgado, el alcalde
de la principal ciudad del oriente
del país, San Miguel, quien el
pasado 18 de enero corrió durante
las elecciones municipales con la
bandera del Partido Demócrata
Cristiano, pero que ha retenido la
Alcaldía por varios períodos con
banderas de tres partidos
diferentes. Salgado, un
personaje “macondiano” con fuerte
arrastre popular, ofreció conseguir
100 mil votos en el oriente del país
a cambio de que el candidato de
ARENA le firmara una promesa de
realizar varias obras de
infraestructura para la ciudad.
Cuando llegué frente al televisor, lo primero que ví
fue a Salgado afirmando que
todo indicaba que los resultados no
les favorecían en el oriente del
país.
-Otra buena señal -pensé, y a partir de ese punto la
esperanza se fue transformando en
certeza.
A las 19:40 el primer resultado oficial otorgó una
ventaja de 3 puntos a favor del
FMLN, y poco a poco esa
diferencia se fue consolidando. A
partir de ahí se desató el protocolo
de toda elección: el discurso de
proclamación, el reconocimiento de
actores clave, la aceptación de la
derrota por parte del candidato de
la derecha y, quizás lo más
simbólico: el encuentro del
Presidente electo con su gente.
La
celebración
Llego a la casa de un viejo amigo. Todos los canales
muestran a un Mauricio
Funes en pleno discurso de
proclamación desde un hotel
capitalino, y antes que nada, este
viejo compañero y camarada se funde
en un abrazo.
-¡Por fin, ganamos! -grita, y
rápidamente evoca la memoria y los
nombres de varios compañeros que
partieron antes, pero con quienes
compartíamos el deseo de ver cambios
sociales en nuestro país.
En realidad, como más tarde lo enfatizaría el mismo
Mauricio frente a la multitud,
en muchos sentidos la victoria del
FMLN le hizo justicia a miles
de personas que por décadas han
luchado por el cambio social en
El Salvador, aún más allá del
Frente; muchas que están en
nuestro país, otras parte de la
diáspora alrededor del mundo, y
otras muchas que ya no están. Fue
impresionante ver cómo esta campaña
electoral no solo aglutinó la
atención de la población en general,
sino que también tuvo la
característica de reverdecer en la
militancia social y política de
izquierda el espíritu de entrega
decidida y voluntaria, que fue el
motor más importante de la lucha
social y política en los momentos
decisivos de la historia reciente de
El Salvador.
El lugar escogido para la celebración fue muy
simbólico también: una plaza en la
parte más alta de la colonia
Escalón, una zona de viviendas
exclusivas, a unas cuadras de la
residencia presidencial. Un lugar
poco usual para realizar
concentraciones populares. Para
llegar allí literalmente hay que
subir cerca de 20 cuadras desde las
zonas accesibles al transporte
colectivo. Resultó, sin embargo, que
cerca de la mitad de ese tramo, más
todos los alrededores del Redondel
Masferrer, lugar de la cita, ya
estaba atascado por una inmensa
marea humana roja desde las 22
horas.
Al igual que el discurso televisado, pero con mucha
más emotividad, la arenga de
Mauricio Funes en el Redondel
Masferrer estuvo realmente lleno de
simbolismo. Abrió con la frase:
“Esta es la noche más feliz de mi
vida”, que fue correspondida al
unísono por las miles de personas
presentes. Como en otras ocasiones,
su carismática personalidad hizo
conexión con las y los presentes.
Mauricio
agradeció su entrega decidida a
todas las personas que participaron
en la campaña, hizo referencias
puntuales a la dirección del
FMLN, a los equipos logísticos
de campaña, a cada una de las
organizaciones que participaron de
la “Unidad Nacional por el Cambio”,
a todas y cada una de las personas
que se involucraron a lo largo y
ancho del país, a su familia.
Anunció que intentará gobernar “como Moseñor Romero
demandaba que se comportaran los
gobernantes”. También puso el acento
en que la motivación principal del
cambio social es construir un país
mejor, con justicia, con salud,
educación, con alimentación. Por
sencillo y trillado que parezca, así
es. “Ahora podemos ver a los ojos a los niños y niñas y decirles: “¡Vamos a
construir un país mejor!”,
manifestó.
Una de los momentos más significativos del discurso
fue cuando se dirigió a su
adversario: “No es momento de
venganzas”, afirmó, y más aún,
ofreció el perdón a sus antagonistas
por todas las ofensas y calumnias
que caracterizaron la campaña
electoral más sucia que la derecha
haya realizado en la historia. Una
compleja madeja de mentiras, rumores
y calumnias, articulada por ARENA,
el gobierno y los grandes medios de
comunicación. A ellos, precisamente,
Mauricio les manifestó: “Les
perdono todas las ofensas contra mí,
contra mi compañero de fórmula,
contra mi familia y contra mi
partido”, para seguidamente
demandarles una actitud
constructiva, pensando en los
intereses del país de cara a la
conformación del gobierno de unidad
nacional.
Estas palabras me hicieron recordar una de las frases
más famosas del luchador
nicaragüense Carlos Fonseca
Amador, fallecido mucho antes de
la victoria sandinista: “Implacables
en el combate, generosos en la
victoria”.
El
cierre de los ciclos
Una de las conclusiones que hemos compartido quienes
anhelamos un cambio en El
Salvador, es que estas
elecciones marcan el cierre de un
ciclo histórico. El mismo
Mauricio lo manifestó así en su
discurso en el Redondel Masferrer, y
lo definió también en diversas
entrevistas ya como Presidente
electo.
Cuando muchas personas me preguntaban, dentro y fuera
del país, por qué consideraba tan
importante esta elección, no
encontré mejor razón para explicarlo
que la necesidad de cerrar un ciclo
histórico. Para los pueblos, y para
las personas, ese momento es de suma
importancia para no perderse en las
turbulencias del pasado, y afrontar
con determinación el futuro.
Son muchos los ciclos que se han cerrado con esta
histórica elección. Para algunos, se
trata de una corriente
latinoamericana en la cual la
izquierda accede a la alternancia en
los gobiernos regionales. Para
otros, con esta elección los
acuerdos de paz de 1992 han cumplido
su rol y se acaba la época de
posguerra.
Algunos ven este momento como la culminación de una
serie de intentos electorales de la
izquierda por llegar al poder por la
vía electoral, intentos frustrados
en repetidas ocasiones por la
represión de las dictaduras
militares. Frustraciones y represión
que, en muchos casos, empujaron a
usar la violencia como herramienta
de autodefensa y de cambio social.
Frustraciones que incubaron el
conflicto armado de los años 80,
producto del genocidio y del
agotamiento de espacios políticos.
No dejó de impresionarme un corto
mensaje que recibí de mi padre la
mañana del 16 de marzo, atribuyendo
el triunfo de la izquierda
salvadoreña, al legado de “los
mártires que lucharon desde la
conquista de América”.
Uno tras otro, desde las elecciones de enero de 1932,
los intentos de participación cívica
política con intenciones de cambio
social y estructural encontraron
siempre el mismo destino: metralla,
cárcel, exilio, difamación e
infamia. Eso ha cambiado el 15 de
marzo de 2009 en El Salvador.
No es una cosa menor, y se ha
logrado a un enorme, incalculable e
histórico costo humano y cultural.
Ciertamente, los problemas concretos
que afrontamos en el día a día los
encontramos intactos luego de las
elecciones, y ahí recae el gran reto
de este nuevo momento. Muchos ciclos
se han cerrado y otros nuevos se
están abriendo. Este pequeño pueblo
ha recobrado esperanza y dignidad.
Seguramente esto servirá de mucho en
la construcción de nuestro futuro a
partir de este día.