Paraguay
Paraguay y su fascismo vegetativo |
Así como el modelo económico terrateniente y rentista,
herencia del siglo XIX, sigue vigente en el Paraguay del
siglo XXI, le sobrevive en correspondencia un vetusto
sistema político semi feudal que aleja al país cada vez más
de las diversas corrientes económicas y políticas mundiales,
pervierte la democracia social dejando solamente espacio
para un hueco calendario donde caciques de turno jugarán a
la ruleta electoral de tanto en tanto.
El principal responsable, sin duda alguna, es el
fascismo vegetativo del partido-estado que reina
discrecionalmente desde hace más de cincuenta años en el
Paraguay con sus expresiones cíclicas de violencia e
intolerancia. Cuatro décadas bajo una cruel dictadura
policial-militar de corte fascistoide, y en los últimos
quince años bajo el imperio formal de una transición
tutelada desde dos o tres embajadas influyentes del
continente americano y que han sido en extremo benignas con
el dictador saliente, así como buenos socios políticos y
comerciales con los militares y empresarios que asumieron el
control del país a partir del golpe palaciego y familiar de
1989.
Analistas coinciden en destacar que el partido
colorado, autodenominado "agrarista", dado que el mayor
porcentaje de adherentes proviene de los sectores rurales,
ha sido eficaz por lo menos en su primera fase en contener
el temido "avance del comunismo internacional" en un área
sudamericana de extrema injusticia social, pero a un alto
costo para las generaciones venideras. Con la resultante de
una grave contrarreforma agraria, alta concentración en
pocas manos de rentistas o ganaderos extensivos, con la
correspondiente desindustrialización, devastación
medioambiental y más de la mitad de la población por debajo
de los niveles de pobreza. Aunque el mismo partido es
incapaz de adecuarse a la modernidad, a los estándares de la
democracia real, y mucho menos es capaz de liderar el
proceso de cambio de sistema económico hacia la
industrialización con solidaridad social.
El anciano dictador que hasta el día de hoy vive un
dorado asilo en la República Federativa del Brasil,
consolidó un firme liderazgo a través de una simple fórmula,
la trilogía corporativa de la unidad de las fuerzas armadas,
el estado y el partido a la que denominó "democracia sin
comunismo" y sirvió para recibir todas y cada una de las
donaciones y apoyo de partidos, gobiernos y estados de
ultraderecha del mundo de su época, desde el racismo
sudafricano, pasando por el nacionalismo taiwanés hasta el
republicano norteamericano.
Caído el muro de Berlín, decidida la suerte de la
guerra fría, trasmutado el peligroso "oro de Moscú" en un
archipiélago de cuasi repúblicas, también en nuestro
subcontinente dejaba de ser útil un estado semi fascista
como el stronista, aunque quienes de él se sirvieron
ensayaron una suerte de simulación democrática que serviría
como fachada y tónico vigorizante del mismo sistema
económico agro pastoril y contrabandista, ahora sí bajo
reglas más presentables ante la comunidad internacional como
una nueva constitución, nuevos jueces, nuevos camaristas,
nuevos senadores, nuevos y mágicos empresarios y
fundamentalmente, muchos nuevos ricos entre los que abundan
militares y policías.
El mismo partido absorbió en su seno todas las
contradicciones de la falta de un único y sólido líder.
Reyertas de gángsters que se resolverían, incluso
violentamente, cada cierto tiempo, y todo esto se llevaba a
cabo como si el mundo no cambiara, cuando efectivamente el
mundo está sufriendo un severo e irreversible proceso de
transformación que se da en llamar globalización.
Precisamente, cuando en la región se desarrollaban procesos
difíciles, con semidemocracias neoliberales, economías
endeudadas ex profeso, saqueos financieros desde el estado,
quiebras de estados enteros con anuencia de organismos
monetarios.
Pero es hoy, luego de la devastación conservadora de
todo el continente, y cuando en la región comienza a
corporizarse una fuerte corriente por la autodeterminación,
por la reinvención de la democracia social, por la
construcción de economías sustentables más humanas, en el
Paraguay del infortunio, las nuevas y viejas huestes del
conservadorismo, unidos sólo por la sobrevivencia y ante la
inviabilidad de su razón de ser o estar en el poder, es
decir, a contramano absolutamente del desarrollo histórico
que les señala la caducidad de su existencia, es cuando se
sacan su piel de cordero democrático, del que usan para
épocas de comparsa electoral, para dejar al descubierto su
verdadero esqueleto autoritario, su médula fascista y
retardataria, inventando irresponsablemente enemigos
imaginarios, agitando banderas de violencia y muerte,
amenazando con llenar de cruces la tierra; evidenciando
finalmente, la inmensa nostalgia de un pasado stronista de
gloria y arbitrariedad bajo el cual nacieron, y bajo el cual
desean eternizarse.
Federico Tatter
24 de noviembre de 2004
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